Por Patricia Ríos
Nos encontramos a pocos meses de llegar al final de la segunda década del siglo XXI, y desde el año 2000 hemos sido testigo de importantes cambios en nuestra vida diaria gracias a los avances tecnológicos.Parecen lejanos los días en los se escuchaba la radio con atención para poder grabar las canciones favoritas; las series y películas se limitaban a los que programaba la televisora o el cine, mientras que la mensajería estaba sujeta al teléfono tradicional.
Ahora, nuestros hábitos de consumo y comunicación son ajenosa esas anécdotas que comienzan a ser curiosas y divertidas por la pátina del tiempo que naturalmente adquieren. Nuestras acciones se llevan a cabo en plataformas digitales de mensajería, compras, fotografía, streaming de películas, música y videos.
La tecnología satelital que se usaba desde finales del siglo pasado y que nos permite disfrutar en vivo eventos deportivos también ha tocado a las esferas artísticas y culturales, acercando audiencias a eventos como conciertos de rock, metal, pop y música clásica.
En 2003, David Bowie arrebató la “exclusiva” satelital al mundo de los deportes y decidió utilizarla para el lanzamiento de su álbum Reality, por medio de un concierto transmitido a ciudades de Estados Unidos,Canadá, Australia y países de Europa, Asia y América del Sur.
Este concierto terminaría con su silencio escénico de 10 años y daría inicio al uso de estas tecnologías en favor de la cultura. Tres años después, Peter Gelb, director general de la MET Opera de Nueva York,siguió el ejemplo de Bowie al verse frente al reto de hacer crecer las audiencias y los ingresos de una de las instituciones culturales más importantes del mundo.
Fue así como convirtió algunas salas de cines de Estados Unidos en casas de ópera satelital. Por medio de 12 cámaras situadas en la sala, capturaba desde diferentes ángulos, además de la puesta en escena, imágenes tras bambalinas, cambios de escenografía, así como entrevistas durante los intermedios.
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