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Todos los caminos llevan a la Roma: Parte 5

Por: Revista Central 22 febrero 2019 • 1 minutos de lectura

¿Sabes en dónde ‘vive’ el Santo favorito de los vecinos de la Roma?

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Interior del Templo de la Sagrada Familia / Foto: Archivo
Foto Archivo

A sólo un par de días de que se entreguen los Premios de la Academia a las mejores producciones del cine del último año, todos hablan de Roma, de Cuarón y de Yalitza. Pero en Central, además, estamos obsesionados con todas las historias que hay detrás de la colonia que inspiró al director mexicano a contar una perspectiva de sus recuerdos de la infancia.

En ésta, la QUINTA DE SEIS ENTREGAS de la serie que Alejandro Rosas preparó para Central, te contamos algo que no sabías sobre el Templo de la Sagrada Familia.

→Otras entregas:

1. El día que la Roma se volvió popular

2. ¿Por qué la avenida principal se llama Álvaro Obregón?

3. El día en que Quetzalcóatl venció a… ¿Santa Claus?

4. ¿Sabes qué famoso escritor mató a su esposa en un bar de la Roma?

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Por Alejandro Rosas

“Pues no será santo de mi devoción”, dijo con indiferencia el general Roberto Cruz cuando le notificaron que el padre Miguel Agustín Pro, a quien había fusilado el 23 de noviembre de 1927 –acusado de ser coautor de uno de los atentados que sufrió Álvaro Obregón– había sido canonizado en Roma. No le importó la noticia, como tampoco le importó que en el Templo de la Sagrada Familia, uno de los más emblemáticos de la colonia Roma, fueran resguardadas las reliquias del padre Pro: huesos, ropa y objetos personales.

El templo fue construido a instancias de Pedro Lascuráin –sí, el que fuera presidente de México durante 45 minutos en 1913-, apoyado por sus socios del fraccionamiento de la Colonia Roma, Edward Orrin –sí, el del circo Orrin– y el ingeniero Lewis Lamm –sí, el de la Casa Lamm-.

Interior del Templo de la Sagrada Familia / Foto: Archivo
Foto Archivo

Lascuráin y Orrin donaron el terreno y la primera piedra fue colocada en 1910.

Luego del fusilamiento del Padre Pro, en 1927, el Templo de la Sagrada Familia se convirtió en un lugar de encuentro para venerar al hoy santo; el cariño de la comunidad se debió a que en los años veinte el padre Pro estuvo a cargo de la parroquia y, al morir como un mártir, sus feligreses lo llevaron al altar, incluso antes que el Vaticano lo canonizara.

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