El amor es el vínculo más fuerte con el otro. No existe relación sana y nutritiva que no vaya acompañada de él. Amarnos, es la fórmula perfecta para formar hijos sanos, construir hermandades y establecer relaciones duraderas.
Una persona que, de manera regular, recibió de su entorno el amor y la atención correspondiente seguramente es un adulto con una autoestima sana y con mejores posibilidades de relacionarse positivamente.
Pero ¿qué pasa si en vez de ello, se instaló en dicha persona, la herida emocional más profunda que existe que es la del rechazo? Si dentro de esa persona, están guardadas innumerables experiencias personales de rechazo, sufridas en su relación con determinadas personas significativas, (padres, hermanos, maestros, novios, amigos, etc.) lo más probable, es que haya creado mecanismos de defensa, que, aunque le hayan permitido vivir con cierta “normalidad”, la realidad es, que estará bloqueado en el desarrollo íntegro de algunas áreas de su vida, hasta en tanto no realice un trabajo personal de sanación.
No es difícil entender, qué con semejante déficit afectivo, este tipo de personas buscan incansablemente parejas que aporten con su llegada a la relación, exceso de atención, de afecto, de reconocimiento, compañía, etc.
En su intento de evitar, en todo momento, protegerse de ser rechazados, gastan una enorme energía tratando de convencer a los demás para que se queden con ellos, en vez de permitir el flujo natural de cualquier relación sin tener que pagar precio alguno, por recibir el amor que merecen y que se da de forma sencilla y recíproca en cualquier relación sana.
Algunas personas que se sienten rechazadas también cargan con una enorme desconfianza no sólo hacia su pareja si no en general hacia el ser humano.
Irónicamente, se pierden de disfrutar de lo que más adolecen: Disfrutar del amor en todas sus expresiones. Empezando por supuesto, por el amor propio y la revalorización personal.
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Una receta sencilla, pero que es un gran comienzo, sería detenerse a reflexionar sobre los siguientes puntos:
- ¿Qué tanto me amo?
- ¿Afectivamente, doy lo que pido?
- ¿Qué tanto me ocupo de mí mism@?
- ¿Sólo porque alguien no me valoró, valgo menos?
- ¿Estoy comprometid@ a hacerme feliz antes que a ninguna otra persona?
Estas reflexiones nos ayudan a enfocar nuestra energía en quien debería ser prioritario, TÚ MISMO.
Tienes muchos recursos para proveerte de todo lo que te ha hecho falta; de llevarte a todos esos lugares a los que quieres ir; de convertirte en la persona que quieres ser.
Deja de esperar que otros te den lo que necesitas. El amor, si miras bien, está en todos los lugares y en cada momento de nuestra vida. ¡No te los pierdas más!
*María Becerril es psicóloga clínica en el Departamento de Terapias Emocionales en Centro Psicoaprende
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Twitter: @Psicoaprende2
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