En una tierra donde el desierto se funde con el océano y el sol tiñe cada rincón de tonos dorados, Hacienda del Mar, Autograph Collection by Marriott, emerge como un santuario donde la herencia mexicana cobra vida en su forma más genuina y elegante.
Ubicado en el Corredor Turístico de Los Cabos, este resort captura desde el primer instante una sensación de autenticidad difícil de encontrar. Inspirado en las tradicionales haciendas coloniales, su arquitectura se despliega en una serie de villas coloridas, rodeadas de exuberantes jardines, fuentes susurrantes y caminos de piedra que invitan a perderse en su belleza serena. Todo aquí parece narrar una historia antigua, contada en el lenguaje de la hospitalidad cálida y los detalles artesanales.
El ritmo de Hacienda del Mar no es el del turismo apresurado; es el de quienes buscan reconectar con un México más íntimo y pausado. Sus habitaciones y suites, decoradas con maderas oscuras, textiles tradicionales y balcones que enmarcan el Mar de Cortés, ofrecen no solo confort, sino una atmósfera que envuelve y reconforta.
Además de la belleza del entorno y la calidad del servicio, el highlight de toda estancia es el arte culinario. Disfruté de placeres sensoriales durante una velada en un lugar muy especial: La Cava de Santiago. Ubicada en las profundidades del restaurante Pitahayas, esta cava subterránea es un tesoro oculto, accesible solo para unos pocos afortunados. La atmósfera que se respira aquí es única: un ambiente exclusivo donde la quietud y la intimidad permiten crear recuerdos imborrables.
El alma de la cocina en este santuario se lleva el nombre de un maestro: José Lazcarro Quiroz, quien, junto a su chef ejecutivo Juan Antonio Díaz Ballinas, nos ofrecieron una danza de sabores en cada plato –desde autentico mole Poblano hasta un exquisito taco de la langosta. Su talento yace en la capacidad de transmitir historia y cultura a través de los ingredientes, lo que se convirtió en la clave de una experiencia sublime– cocina que toca el alma.
La playa privada, de arena dorada y mar cristalino, es un privilegio que se disfruta a otro ritmo: caminatas al amanecer, tardes de lectura bajo sombrillas, o simplemente el placer de escuchar las olas romper mientras el sol se despide en un espectáculo de colores imposibles.
Pero quizá lo más memorable de Hacienda del Mar es su atmósfera de atemporalidad. Aquí, la experiencia se mide en sensaciones: la risa compartida alrededor de una fuente, el silencio perfecto de un atardecer, el susurro de las hojas meciéndose en la brisa marina.
Fotos: Cortesía Deby Beard
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