En el corazón de la Colonia Roma se encuentra LOREA, uno de esos lugares donde comer es una experiencia completa. Bajo la batuta del chef Oswaldo Oliva, cada visita promete sorprender. Aquí encontrarás sabores llenos de creatividad y destreza que te harán volver.
El pasado 14 de mayo, LOREA abrió sus puertas a una colaboración muy especial, una cena a cuatro manos con el restaurante Zagala, comandado por el chef español Bittor Sierra. Este proyecto rinde homenaje a la cocina vasca con una carta que también recorre otras regiones del país, siempre con ingredientes de temporada y una técnica impecable.
Esa noche, los chefs se alinearon para dar vida a un menú de seis tiempos, acompañado de vinos que supieron realzar cada plato. Una cena íntima, llena de sabor, tradición y creatividad.
La velada comenzó con un mix de aceitunas verdes y negras, maridado con vermut rojo, como una entrada sencilla, pero llena de intención. Después vinieron los platos fuertes:
- Chile frito relleno de mantarraya e ikura, una combinación inesperada pero deliciosa.
- Crudo de atún con salsa de tres chiles y espinaca, fresco y con un picor perfectamente medido.
- Carpaccio de vaca vieja, con un aderezo ahumado y crujientes frutos secos.
- Taco de conejo con redaño, flor de calabaza y chipotles, intenso y equilibrado. Una propuesta peculiar.
- Y al final, un arroz meloso de faisán, que cerró los platillos salados con un sabor fuerte y profundo.
La propuesta de la cena fue directa y bien ejecutada, con platos con sabores fuertes, ingredientes frescos de temporada y carnes elegidas con cuidado. Todo con un toque especial de la cocina vasca, que se enfoca en usar buenos productos y una preparación hecha con experiencia.
Para acompañar este recorrido gastronómico, la selección de vinos fue clave. Los que más brillaron fueron: Bortijo Blanco 2022, Navazos Ovni PX 2022, Pardas Collita Roja y el Gramona Imperial. Cada uno potenció los sabores sin robar protagonismo, y eso se agradece.
Para cerrar, el postre llegó en dos partes. Primero un bizcocho de plátano macho con ensalada fresca de mango y granada, el cual equilibraba lo dulce con lo ácido, y después, una trufa de chocolate oscuro con aceite de oliva, que dejó una última nota intensa y redonda.
Esta cena fue un encuentro entre dos estilos de cocina con mucha personalidad, que supieron combinarse muy bien. Cada uno aportó lo suyo, respetando sus orígenes y sumando algo nuevo. Fue una experiencia especial que ojalá se repita, porque cuando los sabores se juntan bien, el resultado vale mucho la pena.
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