Redacción: Central
Es bien sabido que los mexicanos tenemos una manera muy especial de apreciar la muerte, pero esta manera de ver la vida se remonta a tiempos prehispánicos.
En el imaginario mexica la muerte era el principio de un viaje a través de nueve planos para llegar al Mictlán, lugar de perfecta armonía.
Durante su trayecto, las personas atravesaban por muchos obstáculos. Por ejemplo la difícil labor de cruzar el río Chignahuapan con ayuda de un perro.
Justamente es en la laguna del Pueblo Mágico con el mismo nombre, ubicado en la Sierra Norte de Puebla, donde cada año se representa aquella navegación.
El primero de noviembre Chignahuapan es escenario del llamado Festival de la Luz y la Vida; todo comienza en el Zócalo, que es adornado con un gran tapete de aserrín donde la gente se congrega para emprender una procesión.
Cuando el sol se esconde, el grupo camina desde la Parroquia de Santiago Apóstol y a través de la Calzada de las Almas llegan a la laguna donde se sientan a observar lo que pasa en el otro mundo.
La travesía de los muertos es narrada en medio de luces fluorescentes, actores, balsas, una pirámide custodiada por calaveras y fuegos artificiales.
Además cuando termina el recorrido los visitantes pueden disfrutar de la deliciosa comida así como comprar bonitas artesanías