1. La gente que se suicida en realidad no quiere morir, sólo hace alarde.
2. Hablar del suicidio con una persona lo incita a que lo haga.
Realidad: Cada vez que hablamos, simbolizamos una experiencia por negativa que ésta sea, y podemos impedir su repetición. La OMS afirma: “Informar del suicidio de manera apropiada, exacta y potencialmente útil a través de medios progresistas e inteligentes puede prevenir una trágica pérdida de vidas”. La información basada en evidencia médica y bien orientada no alienta.
3. El que lo dice no lo hace.
Realidad: El 90% de las personas que se suicidó o lo intentó pidió ayuda. “El que lo dice lo está considerando, le cabe en la mente esa posibilidad. Cuántas cosas que surgen de una idea que yo concibo se convierten en una acción, en una meta o una obsesión. ¿Por qué sería distinto en el suicidio?”, declaró el psicólogo perteneciente a Fundación Universitaria Luis Amigó, de Colombia.
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