Por: Nat Rivera
1. Emigrantes, Shaun Tan
2. Los niños perdidos, Valeria Luiselli
Wittgenstein decía: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Las palabras que elegimos configuran nuestra realidad. Esto es evidente en la política migratoria de Estados Unidos donde se nombra aliens “a todas las personas no estadounidenses, sean residentes en el país o no”. ¿Y si estos aliens son menores de edad?, “con la urgente aspiración de despertarse de la pesadilla en la que muchos de ellos nacieron”, un ensayo sobre la situación de niños indocumentados en Estados Unidos.
3. El libro de los americanos sin nombre, Cristina Henríquez
Ser migrante te convierte en un ser cuya opinión no importa. Este texto cuenta la historia de los habitantes de un edificio; su columna vertebral es la familia de los Rivera, quienes migran a Estados Unidos en busca de educación especializada para su hija. La novela recolecta la historia de vida de los integrantes de ese microcosmos, sus sueños y aspiraciones: “si se tomaran el tiempo suficiente para conocernos, se darían cuenta […] de que somos iguales que ellos. ¿Y a quién odiarían entonces?”
4. Los migrantes que no importan, Óscar Martínez
México mira escandalizado su frontera norte y señala iracundo cada abuso de su vecino; sin embargo, evita a toda costa mirar hacia el sur y dar solución a toda la podredumbre de la que es responsable. Este libro da voz a esos migrantes para quienes la palabra “México” significa abuso, violaciones, secuestro, muerte, un país donde las autoridades trabajan con los grupos criminales: “De cada diez indocumentados centroamericanos, seis son asaltados por las mismas autoridades mexicanas”.
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