Se ha puesto al ‘bullying’ como tema primordial en los congresos internacionales de educación, debido al incremento alarmante de casos. En la escuela de mi hija, hay pláticas preventivas acerca del tema y sus consecuencias.

Hace poco, nos reunimos a hablar de los famosísimos límites y de cómo establecer bases de comportamiento junto con los cambios que van teniendo los niños, de acuerdo a la edad. El objetivo es que, como padre, puedas distinguir entre conductas obvias de cada etapa de desarrollo y los inicios de acoso o intimidación en un niño.

¿Cuál es la diferencia? La intención final con la que se hacen o se dicen las cosas, las cuales provocan que el niño se sienta rechazado, miedoso e indefenso ante el constate hostigamiento.

Partamos de que los niños no son malos por naturaleza, sino que hay entornos que los envuelven en conductas nocivas. Pero, ¿dónde aprenden a ser groseros? Mucho es lo que ven día a día en los adultos que los rodean, otro tanto es lo que están expuestos al ver televisión y usar medios digitales.

¿Los padres estamos enterados de lo que consumen nuestros hijos? La respuesta es ¡no!, o al menos no en su totalidad.

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