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El suicidio y las consecuencias de la pandemia

Por: Roxette Ramírez, Iván Hernández 10 septiembre 2020 • 4 minutos de lectura

Prevenir el suicidio en tiempos de COVID-19 se torna cada vez más difícil.

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Las cifras son duras. La Organización Mundial de la Salud indica que, anualmente, cerca de 800 mil personas se quitan la vida o intentan hacerlo. Tan solo en 2016, el suicidio se convirtió en la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años en todo el mundo.

Para este 2020, la OMS tenía como meta reducir en 10 por ciento el índice de suicidios, pero, lamentablemente, con la pandemia de COVID-19 y el confinamiento obligatorio se estima un incremento de 20 por ciento.

En México, la estadística de suicidios más reciente, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía en 2011, reveló que 5,718 personas se quitaron la vida. El desglose por edades fue así:

- 249 de 10 a 14 años


- 1,775 de 15 a 24 años
- 1,275 de 25 a 34 años
- 969 de 35 a 44 años
- 1,401 de 45 y más años
- 49 de edad no especificada

De acuerdo con las estadísticas de mortalidad del INEGI en 2017, los jóvenes de 20 a 24 años ocuparon la tasa más alta de suicidios con 9.3 por cada 100 mil personas de esas edades. La tendencia fue más marcada en los hombres que en las mujeres: 8.7 por cada 100 mil hombres contra 1.9 por cada 100 mil mujeres.

Las entidades con las tasas más altas de suicidio por cada 100 mil habitantes fueron: Chihuahua (10.7) , Aguascalientes (10.1), Sonora (9.1), Yucatán (8.8), Quintana Roo(8.2) y Guanajuato(8.1).

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8 de cada 10 suicidios pudieron ser prevenidos, ya que antes de su culminación fueron intentados con anterioridad.

Durante esta pandemia, el confinamiento ha traído muchas consecuencias económicas, sociales y emocionales, las cuales crean incertidumbre, ansiedad, depresión y estrés en la población, aumentando así la probabilidad de actos suicidas. Los jóvenes y los adultos mayores son los más vulnerables, sobre todo, al mantener un distanciamiento social y no tener a alguien con quien contar o, por el contrario, que los problemas aumenten dentro del entorno y no poder alejarse.

En los últimos años también ha incrementado el número de suicidio en niños, registrándose más de 50 suicidios de manera mensual, debido a violencia, maltrato, abuso sexual o abandono dentro del núcleo familiar y escolar.

Me mato para matarte*

*Columna escrita por Mónica Garza para el diario La Razón de México.
Twitter: @monicagarzag

Pocas cosas hay en la vida tan temidas como la muerte, tan incomprendida y dolorosa para los deudos cuando ésta llega de sorpresa, y tan demoledora para los que se quedan cuando ocurre por propia mano del que se fue.

Se suicidó es la frase de las mil preguntas, de las interminables culpas, de los juicios conservadores y la justificación que encuentra su mejor salida en un diagnóstico médico de orden psiquiátrico.

Se suicidó es la sentencia que retumba en las paredes donde se menciona, que hace eco dentro y fuera de quien la pronuncia y de quien la escucha.

Impacta porque en el acto los extremos se tocan, el valor y la cobardía, la planeación y el arrebato, el amor y el odio.

“Crecer duele”, acostumbrábamos decir en un mundo donde el suicidio solía estar en el cajón de los adultos, hasta que se nos empezaron a matar los niños, y eso, mas que incomprensible como sociedad, es aniquilador.

En México, en el año 2009 el Inegi registró 70 suicidios en niños de 10 a 14 años y al día de hoy los números han ido escalando.

“No los tengo. Los perdí desde hace mucho. Yo no tengo nada y prácticamente no tiene sentido seguir con esto”, se lee en la carta que una niña de sólo ocho años dejó a sus padres antes de quitarse la vida en la bañera de su casa.

Esa carta forma parte de una investigación realizada por sociólogos de la UNAM, a partir de 672 expedientes de suicidas archivados en el Servicio Médico Forense.

Azteca Noticias dio cuenta de este trabajo en un reportaje que transmitió en tres entregas, mostrando un escenario quizá inimaginable en nuestro país y por ende sobrecogedor. El grupo de investigadores analizó durante ocho meses 121 cartas póstumas —muchas de niños—, las escenas del crimen y testimoniales de familiares.

De las conclusiones, dos fueron sin duda las más aterradoras. La primera es que cada vez son más los jóvenes o niños que llevan a cabo un suicidio en México.

La segunda es la que señala el acto del suicidio como una forma de matar simbólica o socialmente a otra persona, a una familia, hasta a una institución. “Me mato para matarte”, sería el mensaje.

Una conclusión que regresa a los conceptos básicos de una parte de la psicología moderna que hoy son discriminados, según me explicó el Dr. Jorge Salazar, médico psiquiatra especializado en psicoanálisis:

“Lo que no es nuevo en las conclusiones de la investigación es que el suicida mata vengativamente a las personas que odia con su propio suicidio”.

“Hace precisamente cien años, Sigmund Freud —a quien ya no se lee ni se cita si no es para denostarlo, tanto a él como al psicoanálisis—, concluyó que el suicidio es, cuando menos, un doble crimen”.

“La carta póstuma es, en este sentido, un doble mensaje que, en forma explícita, disculpa a los demás por los agravios que el suicida padeció, pero implícitamente los culpa por ellos”.

El Dr. Salazar asegura que el suicidio puede prevenirse porque un suicida suele comunicar sus intenciones en forma indirecta, con la expectativa de que alguien lo detenga.

Notas escritas, repetitivas y ritualistas, podrían ser la oportunidad para intervenir a tiempo, aunque señala:

“Lo que ahora ocurre, y explica el incremento de los suicidios en niños y jóvenes, es que no hay nadie que escuche”…

Esta última reflexión resulta tan cierta como lapidaria, porque cuando el foco rojo está en los niños, en nuestro pecado de omisión nuestra penitencia está anunciada.

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