Argeo Mondragón, Darío Meléndez e Idalid Castillo son artistas que utilizan el fuego y su efecto como técnica para mostrar su propuesta artística. Esta peligrosa forma de pintar requiere de protección física para ejecutarla, además de nervios templados y concentración contemplativa que ellos definen como “estados meditativos”.
En el acto de incendiar los lienzos existe una pulsión de muerte. Las llamas arden, los materiales se resisten, pero luego ceden a los colores característicos de la quemazón: gris, negro, ocre… Y poco a poco se originan figuras, que emergen de la madera y del humo.
Así, la pintura ígnea se convierte en una metáfora de la vida en la que coexisten el impulso de creación y el de destrucción. La vida y la muerte; el fuego y las cenizas.
Esta peligrosa forma de pintar requiere de protección física para ejecutarla, además de nervios templados y concentración contemplativa que ellos definen como ‘estados meditativos’.
Los sorprendentes pintores de fuego
Su trabajo explora la materia y sus reacciones. Interviene en su morfología, ya sea en papel o madera. Estos artistas hacen su narrativa a través de la combustión, se atreven a quemar el soporte, dibujar con humo e intervenir al hacerlo arder.
Argeo, Darío e Idalid son de los pocos mexicanos que utilizan esta riesgosa técnica en nuestro país. Aunque sus discursos son distintos, la estética coincide. La propuesta de los tres artistas visuales coincide en que la pintura tiene un origen ritual y que el fuego, a su vez, también está presente en los ritos humanos.
El líder del grupo, Argeo, asegura que esta es la única manera en que puede expresar el fuego de su interior: “Cuando tengo ganas de hacerlo arder todo o que la pasión me incendia, es cuando necesito pintar”.
Argeo tiene algunos años retratando a los migrantes en su trayecto y en esta ocasión, deja testimonio de sus vidas retratándolos con fuego en la madera. Traza, con pintura sobre la reacción química, una metáfora de los que son fantasmas y sombras.
En la obra de Darío, se observan fantasmagóricos rostros formados por el tizne que él conceptualiza como retratos mortuorios, inspirados en los ritos de Xochimilco, su lugar de origen. “El fuego tiene capacidad de transmutar. Está presente en el acto ritual de despedir la vida. En ello me inspiro para mis pinturas de humo, a través de las que también evoco recuerdos lejanos”, nos cuenta.
Se puede intuir un oso de peluche formado con cenizas. Hay un retrato humano sobre un espejo. La pintura de Darío es frágil y fugaz. El artista dialoga entre lo pictórico y el performance, a través del que logra envolver al espectador en una atmósfera nostálgica y soporífera como sucede en las velaciones de los muertos en México, pero particularmente en Xochimilco y Tláhuac, donde hay fuego, velas, combustión, calor, humo y rezos.
Profesor de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, Meléndez también es colaborador del Laboratorio de Diagnósticos de Obras de Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de esta universidad.
Idalid comparte parte del pensamiento que la lleva a explorar y expresarse con esta interesante técnica: ‘el fuego es destrucción, pero existe una paradoja en él, porque cuando parece que acabó con todo, podemos descubrir que, en realidad, creó algo nuevo’.
Finalmente, Idalid juega con la percepción del espectador y su concepto de realidad. Su trabajo es pictórico, escultórico y algunas veces instalación. Ella asegura que se inició en la técnica porque estuvo presente en un incendio y quedó impactada por la capacidad de destrucción del fuego.
Idalid comparte parte del pensamiento que la lleva a explorar y expresarse con esta interesante técnica: “el fuego es destrucción, pero existe una paradoja en él, porque cuando parece que acabó con todo, podemos descubrir que, en realidad, creó algo nuevo”.
La casa de “Chucho el Roto”, recinto expositivo de Humo
La obra de estos artistas mexicanos, todos becarios del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), estará expuesta en la muestra HUMO, durante el mes de agosto, en Casa Frissac, en la alcaldía Tlalpan, de la Ciudad de México.
La entrada es libre y la visita incluye disfrutar del espectacular espacio que fue rehabilitado en 2001 para convertirse en galería de arte. Se trata de una casa porfiriana de inspiración francesa, perfectamente restaurada, que fue set de la película Los olvidados de Luis Buñuel, y hogar del expresidente Adolfo López Mateos.
Es conocida y recupera su nombre por una leyenda famosa en la alcaldía que cuenta que fue morada de Matilde Frissac, sobrina de un poderoso banquero de nombre Diego. Matilde fue el gran amor de Jesús Arriaga, conocido como “Chucho el Roto”, un bandido estilo Robin Hood, que robaba a los ricos para ayudar a los pobres. Un héroe y forajido.
Este es el marco perfecto para exposiciones de arte, que cada vez tienen mejor curaduría, museografía y selección, en apoyo a los artistas mexicanos.
HUMO fue presentada en un acto inaugural en el que participaron otras ramas del arte, como la danza y la música, con la presentación de Trevor Gavilán, Crew Salazar y SONÁMBULO, quienes prepararon un acto en torno a las obras expuestas.
* Kristina Velfu es periodista especializada en la difusión del arte y la cultura
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