Besar es una parte primordial dentro de las relaciones románticas de la especie humana, y es que, entre los beneficios de este roce de labios e intercambio de saliva, está la liberación de endorfinas y reducción de estrés, siendo parte fundamental de nuestra cultura, incluso dentro de la literatura, pues existen registros en la historia de incontables besos.
Por otro lado, trazar el beso en la trayectoria de la humanidad resulta todo un reto para antropólogos e historiadores, aunque sí se tienen algunas pruebas de esta forma de afecto en el arte antiguo, la escritura y la literatura.
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En lo que era la antigua Babilonia, se encontró una estatuilla hecha de barro que nos muestra a una pareja, recostada en una cama, mientras tienen relaciones sexuales y se besan.
Por si fuera poco, se descubrió una tableta en escritura cuneiforme originaria de Sippar, Mesopotamia, que data de los años 1900 – 1595 A.C., donde una mujer describe el beso de su amante.
¡Mi labio superior se humedece, mientras que mi labio inferior tiembla! lo abrazaré, lo besaré.
Así mismo, en relatos mitológicos, como el de Eros y Psique, donde el dios del romance cura a su amada con un beso para librarla del sueño estigio del Hades.
Sin embargo, investigadores han descubierto que el beso existía mucho antes de que los humanos supiéramos escribir, según estudios, se han encontrado rastros de ADN que nos pueden abrir los ojos respecto a la historia antigua del beso, que puede datarse a nuestro propio origen como especie.
Incluso, es bien sabido que otros primates, como los bonobos, intercambian besos como parte de su apareamiento, además de aventar este tipo de gestos como parte de sus interacciones, lo que hace pensar a la comunidad científica que nuestra especie seguramente ya hacía esta práctica en nuestra forma más primitiva.
Pistas de esto han sido encontradas en arqueología, un claro ejemplo es la escultura de los amantes de Ain Sakhri, donde se nota a dos personas teniendo sexo, con una antigüedad de 11 mil años.
Pero más allá de esto, existe evidencia clara de que los humanos tenían relaciones sexuales con los neandertales, con ADN encontrado en restos de esta especie, como microorganismos con 48 mil años de antigüedad en una placa dental de la especie neandertal, que aún se encuentran en la boca de los humanos hoy en día, que resultan distintas a la de los de la otra especie.
Aunque resulta muy difícil trazar la historia del beso, podemos estar seguros de que esta práctica se ha realizado desde los comienzos de la humanidad, aunque los registros no son muy claros.
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