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Lo aprendí en una película

Por: Redacción Central 05 mayo 2020 • 2 minutos de lectura

Por alguien que por mucho tiempo pensó que la Torre Eiffel podía verse desde cualquier ventana parisina

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Ilustración: Miguel Franco

La magia del cine vive también en los aprendizajes que cada historia nos ha dejado; desde la certeza de que dos autos que chocan explotarán en automático hasta la de saber que mientras peor te caiga esa persona, más posibilidades hay de que te enamores de ella.

Por el cine asimilé muchas cosas que después tuve que obligarme a desaprender: que toda la población británica vive en Londres y que un detective resolverá el caso más importante de su carrera solo tras haberse retirado; que los orgasmos son de un solo tipo y una sola intensidad; que siempre puedes estacionarte exactamente afuera del edificio que visitas y que puedes confiar en que habrá un taxi cuando lo necesites, pero que cuando en verdad tengas prisa o estés en peligro, el auto no arrancará.

En películas aprendí algunas otras cosas que, con sus matices de aplicación en la realidad, son bastante certeras, como que un hombre puede demostrar absoluta resistencia en una batalla de veinte minutos, pero cuando una mujer intente limpiar sus heridas, va a llorar; o que quitarle los anteojos a una persona aumenta automáticamente su nivel de sensualidad.

Hay películas que guardo en mi corazón por la profundidad de aprendizajes que me dejaron. Por Inside Out, por ejemplo, comprendí que es importante otorgarle a la tristeza un valor positivo, que somos todo lo que se ha derrumbado dentro de nosotros y eso no es una tragedia.

He’s Not That Into You me enseñó –muy tarde– que cuando alguien no muestra interés, no está interesado en ti.

A Woody Allen le aprendí en Whatever Works que el amor no lo conquista todo y que tampoco suele durar, por lo que la vida se trata de regalar y aceptar toda la felicidad posible y enfocarse en hacer lo que sea que funcione y se sienta bien.

De Adaptation aprendí que la felicidad y la infelicidad no dependen de lo que te pasa, sino de la historia que te cuentas sobre lo que te ha pasado.

De American Beauty, que buscar la plenitud en un estilo de vida determinado es ridículo y que, en cambio, ésta se encuentra en momentos únicos, inasibles y absolutamente subjetivos.

V for Vendetta me enseñó que el poder está construido sobre símbolos, y que cualquier revolución auténtica debe empezar volándolos en pedazos.


Joker nos recuerda que los trastornos mentales son una pandemia y quienes los padecen son las verdaderas víctimas, mientras que El hoyo refuerza el mensaje de que el peor enemigo de la justicia es el egoísmo y que no hay lucha ideológica que pueda ganarse sin sacrificio.

Las historias del cine son nuestras historias: lo bueno, lo malo, lo absurdo, lo triste y lo reconfortante… todo eso es nuestro. Por ello, no importa el género, el director, la crítica ni el reparto: una película siempre nos regalará un pedazo de nuestro interior.

Y tú, ¿qué aprendiste en una película?

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