La Riviera Maya tiene una belleza que nos sorprende. Sus playas, el mar, el clima y su ambiente vibrante, nos abren un horizonte de posibilidades infinitas para consentirnos. Es aquí donde se encuentra la bellísima playa Punta Maroma, una irresistible mezcla de playas de arena blanca, aguas cristalinas de color turquesa, exuberante selva, zonas arqueológicas, clima de ensueño y el lujoso Maroma, a Belmond Hotel.
A mitad de camino entre Cancún y Tulum, donde la carretera se estrecha y el follaje se vuelve más denso, un desvío apenas señalado conduce a Maroma, a Belmond Hotel. No hay grandes portones ni arquitectura estridente: el hotel se esconde, casi tímido, entre la selva baja y el mar Caribe. Renovado en 2023 por el estudio Tara Bernerd & Partners y operado por Belmond, este refugio discreto conserva la esencia de lo que siempre fue: un auténtico paraíso.
Desde la entrada, todo parece pensado para no interrumpir el paisaje. Las construcciones de estuco blanco siguen la geometría sagrada maya. Las habitaciones —algunas con terrazas frente al mar, otras escondidas entre árboles— están vestidas con muebles de maderas claras, textiles tejidos a mano y azulejos de pasta fabricados por artesanos locales.
En Casa Mayor, el chef Daniel Camacho trabaja con productos mexicanos —muchos provenientes de la península— para crear platos que se sienten cercanos pero no repetidos. La birria, el maíz, los mariscos, los frijoles criollos, presentado con precisión y respeto.
En Woodend, la propuesta del chef australiano Curtis Stone, explora la cocina al fuego con un menú que cambia cada noche según lo que ofrecen el mar y la tierra. Galardonado con una estrella Michelin, Curtis Stone nos enamora con una cocina que fusiona la conexión entre el mar y la selva, con un menú que propone platillos de temporada preparados con productos locales con la técnica a la leña de Curtis. Rindiendo tributo a la península de Yucatán, su historia y sus tradiciones, incluye delicias como las gambas a la parrilla con mango verde, manzana, daikon y almendras tostadas; ostras con mignonette de piña y citronela; y lubina estriada con fondue de tomate, vinagre de habanero y granos de pimienta rosa.
En el centro del hotel, rodeado por plantas nativas y caminos de piedra, se encuentra el spa Guerlain. Aquí se trabaja con ingredientes locales —como la miel de abeja melipona— y saberes ancestrales. Cada uno de los rituales y tratamientos están inspirados en las prácticas antiguas basadas en los elementos fuego, agua, tierra y aire, a los que se incorpora la abeja melipona, venerada por los mayas durante más de 3000 años como símbolo de relevancia espiritual.
Para involucrarnos de forma activa en la armonización de nuestro ser, el spa también cuenta con una selección de talleres sobre meditación, movimiento y yoga, además de contar con su propia botica para que aprendamos a identificar las hierbas medicinales en la naturaleza, clasificarlas, prepararlas e incorporarlas en nuestras rutinas. Con su taller Healing Remedies podremos recoger hierbas medicinales de un ka’anche’ tradicional y aprender a preparar nuestros propios bálsamos, exfoliantes y otros productos en un alambique de cobre.
En Maroma, todo invita a la calma: el ritmo pausado del mar, la luz filtrada entre las hojas, el sonido lejano de las aves. Es un lugar que no exige nada, donde los días transcurren sin urgencia y cada gesto —una comida bien servida, una habitación fresca al regresar, una flor en el umbral— parece puesto con cuidado. Aquí, el tiempo se diluye y el entorno se vuelve parte de uno mismo. Más que un destino, Maroma es una forma de estar.
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