Bienestar

Amor fati: el amor al destino y nuestra suerte

Por: Ana Victoria García 29 junio 2021 • 3 minutos de lectura

¿Y si en lugar de pensar lo peor que puede pasar, imaginamos lo mejor que puede suceder?

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Amor fati

Creemos que evolucionar es avanzar. Creemos que retroceder es perder el camino recorrido, pero etimológicamente la evolución significa solamente movimiento, por tanto, la evolución puede ser movimiento en cualquier dirección.

Evolución también es aceptar cambiar y el secreto del buen cambiar es enfocar toda tu energía, no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo.

Es saber que no importa lo que se cae, si no lo que queda en pie y cruzar elegantemente por el duelo de la pérdida de lo conocido, entregándonos dispuestos a sorprendernos por aquello que aún no conocemos.

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En ese momento de suspensión, que se asemeja a una especie de limbo, en donde pareciera vencemos la gravedad al no descender, pero tampoco volar si no flotar. Es donde no hay más que el momento en sí, por eso digo: Amor fati.

Amor fati: Es amor al destino.

Amor fati: Es no querer que nada de lo que es, sea distinto, ni lo que fue, ni lo que será. Ni hoy, ni mañana, ni en una eternidad. No es soportar la realidad, ni tratar de conciliarla, no es conformarse con ella, si no es… simplemente amarla. Es no buscar que las cosas pasen de la manera que tú quieres que pasen; es desear que sucedan de la forma que suceden.

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Amor fati: Es el estado mental o la actitud por la cual haces y sacas lo mejor de todo lo que te pasa, de todo lo que es. Tratando cada momento, sin importar lo retador que sea, como algo a lo cual abrazar… no evadir. No solo es estar bien con ello, pero amarlo y ser mejor por ello. Es como lo que el oxígeno significa para el fuego, ya que como lo placentero, también son los obstáculos y las adversidades. La gasolina que impulsa tu movimiento; tu evolución.

A veces nos resistimos por no querer sentir dolor e incomodidad, movernos de lo conocido no parece una buena idea. Nos da flojera… Y también miedo.

Da miedo no saber, da miedo no tener, da miedo soltar y que aquello por lo que estás tan alerta te sorprenda desprevenida. Justo bajando las defensas ante la vida que sinceramente no pretende atacarnos, simplemente contempla cómo elegimos experimentarla.

Es el punto indefenso donde nos damos cuenta de que el miedo es un anuncio y un semáforo. Un anuncio de que estás en tu zona se confort y un semáforo que te indica si debes frenar, disminuir la velocidad o avanzar.

Supongo que para atravesar esta vida con gracia y en movimiento es preciso experimentar ciertas vivencias peligrosas… Peligrosas al menos para nuestros ojos, al menos en ciertos momentos; porque depende tanto de la perspectiva del observador, del ángulo de la visión, del marco del tiempo y la distancia desde que se observa, que uno podrá ver diferentes fotos del mismo paisaje.

Dicen que, al terminar la vida, el mayor arrepentimiento viene de lo que se dejó de hacer, de lo que te detuvo a probar, de lo que se dejó para después. Pocas veces viene de lo que hiciste, intentaste, probaste, amaste. Nos torturamos tratando de calcular el costo de oportunidad de nuestras decisiones, de comparar nuestra realidad con lo que pudo ser, o peor aún de lo que es para alguien más. Deseando lo que no nos tocó, mirando el jardín de junto más verde, más grande, más valioso que el nuestro.

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Rechazando nuestra realidad, aspirando lo que vendrá, lo que seremos, lo que tendremos. Temiendo “los síes y los noes”. Y si no funciona, y si me lastima, y si fracaso… Todo producto de nuestra imaginación, que con su amiga la mente que posee el pleno potencial de postularse como ganadora del Premio Oscar en “Mejor película de terror…” Crea lealtades falsas con un futuro caótico y un presente con miedo.

¿Y si en lugar de pensar lo peor que puede pasar, imaginamos lo mejor que puede suceder?

¿Y mejor aún, contemplamos que lo estamos presenciando? La vida frente a un problema puede mostrarte el vaso medio lleno o medio vacío… Al final tu vida es 10 por ciento de lo que te pasa y 90 por ciento el cómo reaccionas a ello.

Somos viajeros del tiempo; aprendemos del pasado mientras creamos nuestro futuro para elegir y para cuestionar, mientras la falsa permanencia de la vida nos enseña sobre el desapego y la paciencia; a través de un constante movimiento de cambios y de dejar ir. Nos enseña así que lo único que podemos hacer es amar lo que hay, es y está.

Amarnos valientes, vulnerables, con miedo, amar nuestros momentos de retos; aquellos momentos que dejan huella y en ella una cicatriz que contará su historia.

Amor fati: amor a lo que nos toca en destino o en suerte.

Con cariño,

Ana Victoria.

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