Por: Nury Novelo
“Hans, al jardín, –le grita Franco a su pastor alemán mientras baja las escaleras de prisa–. Así son todos mis días, llenos de movimiento y mucho estrés desde que me levanto. Si no tengo citas con clientes, estoy montando un evento, hablando con proveedores o hasta cobrando”, bromea.
Definitivamente, fue un muy buen día para visitar la casa del banquetero, ya que pudimos ser testigos de los preparativos y procedimientos previos al montaje de uno de sus eventos: en esta ocasión, una cena para 50 personas con un menú muy mediterráneo. “Estoy plenamente enamorado de la cocina, de lo visualmente estético y sobre todo del servicio... Nada me llena de tanta satisfacción como esto”.
Antes de empezar con la entrevista nos dirigimos a la cocina en donde se encontraba Franco, como todo buen chef, degustaba sus creaciones e identificaba sabores hasta conseguir combinaciones perfectas. Mientras probamos un poco de sus excéntricos platillos, nos platicó sobre su madre, quien lo introdujo desde pequeño al mundo de la cocina. “Además de mi mamá, tengo recuerdos increíbles cocinando con mi abuela... Así me preparara un café, juro que sabía diferente”.
Al terminar con la degustación y aprobación de platillos para la cena, nos dirigimos a la sala para continuar con la entrevista. Como siempre, detrás de Franco venía Hans, su fiel compañero, con un limón en la boca que había encontrado en el jardín. “Si algo me encanta de este espacio precisamente, es la vista: la luz natural que entra por los ventanales y sobre todo la paz con la que puedo concentrarme y trabajar”.
Un santuario, así define el empresario la sala de su casa. Además de ser el lugar por excelencia para poner a volar su imaginación y concretar sus múltiples ideas; este espacio le trae muchos recuerdos. “Desde siempre, ha sido y será el punto de reunión de mi familia… Navidades, festejos de cumpleaños o cualquier pretexto era bueno para reunirnos”. Desde ese entonces, Franco disfrutaba de las conversaciones y experiencias que tanto su padre como su abuelo compartían acerca de sus restaurantes y empresa de banquetes. “Definitivamente aprendí mucho de esas reuniones, tanto que hoy mi más grande pasión es el servicio, la cocina y el mundo de los banquetes”. Hoy, más que un negocio familiar es, sin duda, una increíble tradición.
Si algo nos llamó la atención de la sala, fue la decoración. De muy buen gusto, original y con un estilo cien por ciento europeo. Los contrastes entre la sobriedad de las paredes, la gran amplitud de los techos y lo recargado de los muebles crean un ambiente muy de los años 70. “Nos encanta este estilo clásico y medio barroco, tanto me inspira que hasta en la decoración de mis eventos influye”.
El camino no ha sido sencillo pero, nos cuenta, ha valido la pena. A lo largo del trayecto ha tenido la fortuna de encontrarse con personas como Eduardo Kolhmann, un reconocido banquetero y por supuesto, uno de sus grandes maestros.
Y así, con esa visión innovadora y la creatividad que lo caracteriza, Franco Sfara ha logrado posicionarse a la altura de empresarios de renombre y con muchos años de trayectoria en el mercado.
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