A finales de la década de 1930 en México se vivía un auge hacia el Comunismo, e incluso, grandes figuras de los diferentes círculos intelectuales, como el arte, las letras e incluso la política, eran abiertamente partidarios a esta corriente. Dos personajes que destacaron en esta representación ideológica fueron Frida Kahlo y Diego Rivera, que habían contraído matrimonio en 1929.
Para 1937, su relación estaba fracturada a raíz de las incontables infidelidades cometidas por el famoso muralista, sin embargo, aún mantenían la unión, y se entendían muy bien con respecto al Comunismo. Es en este mismo año que, ante la creciente persecución de Iósif Stalin hacia León Trotsky, Rivera convenció al presidente Lázaro Cárdenas de darle asilo político al intelectual revolucionario ruso.
Trotsky fue clave dentro de la Revolución Rusa, siendo sumamente cercano de Vladimir Lenin, para más tarde formar el Ejército Rojo, sin embargo, tras la muerte de Lenin, Trotsky se vio obligado a huir de Rusia, pues Stalin lo consideraba una fuerte amenaza para su dictadura. Esta cacería comenzó a complicarse a finales de la década de 1930, mientras se gestaba lo que eventualmente se convirtió en la Segunda Guerra Mundial, obligando a León Trotsky a refugiarse en distintos territorios tras su exilio en 1929.
Es de este modo como Cárdenas, convencido por Diego Rivera, abre las pertas del país al revolucionario de origen ruso, aunque ante la llegada de este a México, el muralista enfermó gravemente y acabó en el hospital. Ante esta inconveniencia, Diego pide a su esposa Frida que reciba a Trotsky, junto con su esposa Natalia Sedova y uno de sus hijos, quienes se convirtieron en inquilinos de la famosa Casa Azul, ubicada en Coyoacán, CDMX.
Desde que el revolucionario conoció a Frida, la conexión fue automática, y es que ambos compartían una enorme pasión por distintos temas, como su ideología política, el arte y las letras, a pesar de que León Trotsky era casi 30 años mayor que ella. Los coqueteos eran incesantes e, incluso, descarados, mientras que el romance, aunque oculto, era casi evidente.
Trotsky solía prestarle libros, donde escondía cartas donde escribían sobre su amorío, pero estas no eran la única pista de esta relación, pues la misma Frida hizo un retrato del revolucionario, que incluso se lo dedicó. Los amantes fueron eventualmente descubiertos por sus respectivas parejas, mientras que Natalia Sedova vio la pintura de Frida como una evidente muestra de afecto, Diego encontró una de las cartas que León Trotsky escribió para Kahlo.
Frida empezó a perder el interés en el intelectual ruso y comenzó a tomar distancia, al mismo tiempo que Diego Rivera empezaba a tener roces políticos y personales con Trotsky, lo que hizo que Kahlo terminara el romance con el revolucionario. Esto rompió el corazón de León, que escribió una carta donde buscaba alguna respuesta de su examante, mientras que Rivera regaló a Trotsky una macabra calavera conmemorativa de Día de Muertos con el nombre “Stalin” en la frente.
Frida, amada, Al contemplar esta noche tu rostro de cervatillo, he descubierto que jamás conseguiré hacerte a un lado de mi cabeza no se diga de mi corazón. Arde mi sangre como una lámpara votiva al lado de mi mesa, y es como un cerrojo (parte ilegible en el original) una noche en Colloacan (sic). Dejo este papel debajo de tu puerta. Y debo volver a aclarar que no hubo diferencias entre nosotros. Ni la espina dorsal abre un surco insalvable en los hemisferios de una espalda. Me cuesta precisar en cualquier caso, tal vez por mi alma eslava, si ese espacio abierto entre nosotros podrá cerrarse y cicatrizar (...) Te amé desde siempre y a escondidas. Me encontraba dueño de un juego de principios en los que me arrellanaba como un castor, y esquivaba el fantasma de tu bigote, tu porte de soldadera y esa sed de besos capaz de (parte ilegible en el original).
León Trotsky y su familia dejaron la Casa Azul al poco tiempo, aunque se mudaron a una residencia muy cercana, hasta el asesinato del revolucionario ruso el 21 de agosto de 1940.
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