Cultura

100 años sin Caruso, tal vez el cantante más grande de todos los tiempos

Por: Sergio Vela 24 febrero 2021 • 4 minutos de lectura

Su extraordinario talento, así como su sorprendente generosidad, sencillez y carisma, se unieron al uso de las grabaciones sonoras para crear un personaje que enamoró al mundo entero y acabó siendo una leyenda.

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Enrico Caruso
Caruso, a punto de hacer sonar un disco

Este jueves celebramos el nacimiento de Enrico Caruso (Nápoles, 25 de febrero de 1873), posiblemente el cantante más grande de todos los tiempos, y de quien el 2 de agosto próximo conmemoraremos su centenario luctuoso. Su muerte supuso una conmoción en gran parte del mundo. En Nueva York las banderas ondearon a media asta y la fachada del Metropolitan Opera House fue cubierta con un paño negro durante un mes.

¿Cómo pudo un cantante de ópera hacerse tan popular en su tiempo y alcanzar una fama que sobrevive hasta nuestros días? Principalmente gracias a la aparición del gramófono. Caruso fue el primer tenor de la historia que realizó grabaciones sonoras. En 1904 firmó un contrato con la discográfica RCA Victor por el cual grabó más de 260 discos, de los que se vendieron millones de copias en América y Europa.

También impulsó y afianzó su carrera el hecho de que el Metropolitan Opera House de Nueva York terminara convirtiéndose en su casa desde la primera vez en que se presentó ahí, cuando fue invitado a cantar el papel del Duque de Mantua en Rigoletto, de Verdi. En el Metropolitan tuvo además la suerte de coincidir con otro grande: Arturo Toscanini, el célebre director de orquesta, que opinó después de escucharlo en El elixir de amor: “Si este napolitano sigue cantando así, logrará que todo el mundo hable de él”. Toscanini dirigió en el Metropolitan varias veces a Caruso, quien tenía un repertorio de 60 óperas, casi todas cantadas en italiano, aunque también cantaba en francés y en inglés (con fuerte acento italiano).

El tenor tenía tal fuerza expresiva, y transmitía tan eficazmente las emociones, que conmovía al público hasta arrancarle las lágrimas. Él mismo se emocionaba de tal manera con lo que estaba interpretando que muchas veces se encerraba en su camerino al terminar la función y sollozaba hasta calmarse.

El secreto detrás de su voz
¿Pero cómo cantaba Caruso para haber alcanzado tanto éxito? El tenor tenía tal fuerza expresiva, y transmitía tan eficazmente las emociones, que conmovía al público hasta arrancarle las lágrimas. Él mismo se emocionaba de tal manera con lo que estaba interpretando que muchas veces se encerraba en su camerino al terminar la función y sollozaba hasta calmarse. Su voz de tenor tenía un timbre dulce, lleno de colorido e increíblemente expresivo. Con riqueza de los graves y gran poder de los agudos, el color de la voz de Caruso era casi de barítono, como hoy en día sucede con el cantante alemán Jonas Kaufmann, y antes con Plácido Domingo. Sabía expresar como ninguno el sufrimiento sensual y pasional de los personajes amorosos del repertorio pucciniano y verista. Con igual acierto encarnó de modo personalísimo, con un fraseo noble e incisivo, diversos personajes verdianos, todo ello apoyado en su temperamento cálido y comunicativo.

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Un grande también debajo del escenario
Su carisma y su inteligencia también apuntalaron su carrera. Al poco tiempo de instalarse en Estados Unidos, Caruso se dio cuenta de lo importante que era la prensa para conseguir hacerse querer por el público, así que contrató a Edward Bernays, un pionero de las relaciones públicas, quien trabajó como su agente. Lo cierto es que gran parte de su enorme popularidad la obtuvo por la grandeza de su corazón. Su sencillez lo impulsaba a actos de generosidad que Bernays se ocupaba de difundir, y que terminaban granjeándole la adoración de la gente. George Kent, biógrafo del artista, relata que cierta noche, en Bruselas, Caruso oyó desde su camerino un alboroto que subía por la calle. Abrió la ventana y vio que en los alrededores del teatro había unas mil personas descontentas por no haber podido entrar. Los boletos se habían agotado. Era una función de gala a la que asistía la familia real. Caruso pensó un instante y desde la ventana se puso a cantar para el público aglomerado en la calle las principales arias de la ópera que iba a representar.

Lo cierto es que gran parte de su enorme popularidad la obtuvo por la grandeza de su corazón. Su sencillez lo impulsaba a actos de generosidad que Bernays se ocupaba de difundir, y que terminaban granjeándole la adoración de la gente.

Su éxito en nuestro país
Caruso visitó México y logró un éxito arrollador. Vino en 1919, dos años antes de su fallecimiento. Llegó a la capital el 22 de septiembre en tren desde Laredo, acompañado por la soprano mexicana Ada Navarrete, el barítono David Silva y el director de orquesta Gennaro Papi, todos ellos figuras del Metropolitan Opera House. Se cuenta que lo llevaron a ver el Palacio de Bellas Artes, por entonces en obra negra. El célebre tenor cantó en dos escenarios: El Teatro Esperanza Iris, hoy Teatro de la Ciudad ”Esperanza Iris”, que apenas tenía un año de haber sido inaugurado, y la Plaza de El Toreo, sobre la calle de Durango de la colonia Condesa.

Caruso visitó México y logró un éxito arrollador. Vino en 1919, dos años antes de su fallecimiento.

En total ofreció diez funciones: cantó Un baile de máscaras, de Verdi; Sansón y Dalila, de Saint-Saëns; Martha, de Flotow; Aída, de Verdi; Payasos, de Leoncavallo; Manon Lescaut, de Puccini; El elixir de amor, de Donizetti; Carmen, de Bizet, y un concierto acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Julián Carrillo, en el que el tenor interpretó canciones napolitanas. El hábil promotor del Cine Olimpia, recinto que se levantaba en la calle 16 de Septiembre casi esquina con San Juan de Letrán, aprovechó la presencia de Caruso para conseguir que pusiera la primera piedra del edificio.

* Sergio Vela es Director de A&C de Grupo Salinas

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