Fue toda una transición que impresionó al mundo y que comenzó en el siglo XVII, con el ímpetu del Siglo de las Luces y la Revolución Francesa (1789-1799); el mindset de avance y progreso flotaba en la mente de los franceses y parisinos, especialmente de su gobernante; por tanto, quizás el nacimiento de la Ciudad de la Luz (Ville lumière en francés) se dio de forma orgánica, como una consecuencia del avance que la sociedad francesa atravesaba a pasos agigantados... ¿o habrá sido alguna otra circunstancia lo que le dio a París este título que hasta ahora sostiene con mucho orgullo?
¿Cómo comenzó la historia de París como la Ciudad de la Luz?

Todo se lo debemos al “Rey Sol”, al “Rey Metrosexual”, al “Rey de la Vanidad” o con cualquiera de los sobrenombres que se le han dado a Luis XIV (famoso por sus numerosas pinturas mostrando atuendos extravagantes, partes deseables de su cuerpo y su abundante cabellera). Hay muchos rumores y mitos sobre el título de la Ciudad de la Luz, pero el más aceptado históricamente proviene de la urbanización de París como ciudad en desarrollo y los problemas de seguridad en sus calles, los cuales derrumbaban esta imagen de “progreso”.
La alza en la criminalidad y otros sucesos de los que la oscuridad era cómplice fue prácticamente la razón principal para que Luis XIV decidiera instaurar un alumbrado público en las principales calles de París, al menos en las que el comercio era importante, de esta manera se transitaba hacia una urbe moderna y se terminaba con los crímenes callejeros al tiempo que París dejaba de ser una villa de campesinos. Fue Gilbert Nicolas de la Reynie, policía nombrado por Luis XIV, quien pensó que con luz los criminales se sentirían intimidados y lo pensarían mejor antes de cometer sus fechorías. Lo que el policía del Rey no pensó fue en el gran impacto que esto tendría a nivel histórico y mundial.
¿Cómo se convirtió París en la Ciudad de la Luz?

Al principio de esta idea el Rey instauró una especie de servicio de acompañamiento para que pobladores acompañaran a las personas a sus casas con antorchas, esta medida tuvo mucho éxito pero con el tiempo resultaba contraproducente, ya que los que ofrecían este servicio eran niños o adolescentes que guiaban a sus clientes hacia callejuelas para robarlos. Lo mismo sucedió con los caballeros que el Rey Luis XIV colocó en esquinas estratégicas para alumbrar las calles hasta la llegada del amanecer.
La iluminación de París y su paso a la Ciudad de la Luz comenzó con la instalación de lámparas de aceite y antorchas en las calles principales de París, además, por orden del lugarteniente, cada familia debía colocar farolas afuera de su casa para que las calles permanecieran iluminadas gran parte de la noche. El Rey Sol mandó idear todo un sistema de alumbrado público único en su especie hasta ese momento que constaba de más de 2,700 farolas de aceite a lo largo de las calles y en las fachadas de las casas, algo verdaderamente asombroso para tratarse del año 1667.

Con el crimen bajo control, París no solo se había convertido en la Ciudad de la Luz; era la única ciudad del mundo en la que se podía transitar y vivir de noche, pues las tiendas y establecimientos pudieron abrir sus escaparates hasta muy entrada la oscuridad... la vida seguía su curso sin importar la hora; encima, París era para esos entonces la ciudad más poblada de Europa. Para finales del siglo XVII había más de 6 mil antorchas y farolas de aceite suspendidas en las calles; éstas se bajaban mediante un sistema de poleas para darles mantenimiento y siguieran alumbrando la ciudad. De inmediato París se convirtió en un destino atractivo para cualquiera y un ejemplo de modernización, urbanización, seguridad y protección civil sin siquiera saberlo. Esta noticia era música para los oídos de Luis XIV, quien amaba la vida nocturna, el lujo, los placeres y las actividades nocturnas.
Con París en una nueva era, el desarrollo económico, comercial, social e intelectual sucedió de forma natural. París ya era un símbolo de progreso y avance tecnológico, razones por las que desde entonces ya se encontraba en la mira del mundo. Más allá de la luz física, la luz del conocimiento y la innovación alumbraba sobre París.

Si había una forma de brillar más, París la encontró. En el siglo XIX Phillipe Lebon, ingeniero y químico, inició la tecnología de las lámparas de gas, las cuales emitían más luz y eran más seguras y duraderas que las farolas de aceite; con una luz tan brillante, los ingleses, vecinos y eternos rivales culturales, no tardaron en referirse a París como la Ciudad de la Luz.
Comprometido con la luz, París también se ha preocupado por las consecuencias en el cambio climático, que son un efecto secundario de la iluminación y las nuevas tecnologías en cuanto a la producción de luz. Por tanto, la Ciudad de la Luz creó el Acuerdo París en 2015 como una medida contra el cambio climático. El objetivo es frenar el calentamiento global por país y reducir la temperatura del planeta, o al menos evitar que vaya en ascenso. Antes y ahora, París es el merecedor del título la “Ciudad de la Luz”, en el sentido literal, referencial y metafórico.
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