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Es difícil no ser mamá

Por: Redacción Central 10 mayo 2019 • 2 minutos de lectura

Es increíble, pero “mujer” todavía significa “mamá”, y eso nos tiene contra las cuerdas a las que decidimos que, en nuestro cuadro llamado “felicidad”, no hay pañales pintados por ningún lado

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Es difícil no ser mamá Foto Especial
Es difícil no ser mamá Foto Especial

Por Una Mujer incompleta

Quienes hemos decidido que no queremos usar nuestro cuerpo para reproducirnos ni transferir el significado de nuestra vida a la de alguien más, nos vemos obligadas, todos los días, a justificar nuestra libertad elegida. Cumples 30 y, oficialmente, el tren se prepara para salir a toda velocidad y sin escalas con dirección a la desdicha. Cada persona a tú alrededor te recuerda: te pones las pilas o te vas preparando para una vida sin sentido. Irónicamente, las que están preocupadas por ti son las mismas que se encargan de convertir tu situación de NoMo –No Mother– en un handicap del que pocos hablan, pero que es tan real como la miradita de compasión que ya me echa mamá en cada comida familiar.

Estas desventajas sociales van desde sutiles advertencias hasta construcciones totales sobre mí: soy una mujer incompleta, envejeceré sola y arrepentida de no haber sentado cabeza; mis miedos y tristezas están injustificados; tengo todo el tiempo y el dinero del mundo –y si no, pues qué mensa–; puedo terminar una relación sin sufrir “tanto” y sin “mayor complicación”, porque “pues qué bueno que no había hijos de por medio”… Básicamente, tengo una vida más fácil que la de quienes SÍ decidieron ser mujeres.

Y, a ver, reconozco que ser mamá no debe ser fácil. No imagino las angustias, la presión económica, el trauma de ver tu cuerpo transformado y todas esas cosas que confirman que la maternidad no es para todas. Pero ME URGE visibilizar que, si ya es difícil cumplir con lo que se espera socialmente de ti, quienes rechazamos el “plan maestro” somos máximas traidoras del orden natural. Y, por eso, no puedo ser feliz, soy inferior moralmente y –se pone peor– soy una burla para la mujer estéril: ella es víctima; yo, un desperdicio de útero.

Hablemos de lo “natural”: Laura Kipnis –ensayista– escribió en Selfish, Shallow, and Self-Absorbed: Sixteen Writers on the Decision Not to Have Kids sobre el instinto maternal: el origen de la vergüenza de las NoMo. Existe –dice–, pero no es más que una construcción social que justificó que las mujeres no quisieran (ni pudieran) salir a trabajar.

Entiendo el lenguaje de las mamás, pero no soy hablante nativa. Reconozco lo increíble de la maternidad, pero no me atrae vivirlo. A diferencia de lo que otras personas creen, no odio a los niños ni elegí el camino fácil: simplemente escogí ponerme retos que no tienen que ver con el deber ser, sino con mi querer ser – igual que ellas, que en serio querían ser mamás.

“Sufro de depresión y dolor crónico, quiero reducir mi huella ambiental, mi carrera hoy es prioridad…”. Todas estas razones son ciertas pero, a pesar de estar plenamente convencida de mi decisión, yo, mujer incompleta, sigo viéndome obligada a justificar mi felicidad.

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