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Las mujeres no disfrutamos el sexo

Por: Luisa Martínez 03 marzo 2020 • 2 minutos de lectura

O, cuando menos, nos toma mucho tiempo aprender a hacerlo. Y no es nuestra culpa; al parecer, el placer sexual femenino no está mapeado en ninguna dimensión de la realidad como la conocemos: aún hoy, ser mujer y disfrutar del sexo es un acto de rebeldía.

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Ilustración Miguel Franco

“¿A qué edad te viste por primera vez la vagina?” es la interrogante con la que abordé a algunas amigas cuando la idea se me metió a la cabeza. Lo de menos fueron sus reacciones –y hay que decir que sus caras me cuestionaron de vuelta como si acabara de acusarlas de participar en un rito satánico–; las respuestas dejaron claro el punto: desde un “en realidad no me acuerdo, pero tampoco es como que todo el tiempo me la esté tratando de ver”, hasta “¿como por qué habría de intentarlo?”, pasando por “no se puede, está súper oculta”.

Mi pregunta no buscaba incomodar ni venía desde el morbo. Unos días antes, había visto la TED Talk Reclaiming Female Sexual Desire, de Pam Acosta, ingeniera, esposa y madre, quien usó el foro para confesar haber pasado casi toda su vida sin sentir deseo sexual y sin que eso le causara un conflicto… hasta que su marido le confesó que él sí tenía un problema con ello.

En la plática cuenta cómo descubrió que no era un asunto hormonal o fisiológico ni un caso aislado, sino una condición por la que atravesaban o habían atravesado casi todas las mujeres a su alrededor. A Pam le bastaron unos whatsapps con amigas y una sesión de terapia sexual para darse cuenta de que, en realidad, todas las mujeres que conocía tenían algún problema relacionado con su capacidad para disfrutar del sexo.

“¿Cómo te gusta masturbarte?” fue otra de las preguntas que hice por esos días, y ahí comenzó a ponerse bueno. Si bien en mi círculo hay quienes gozan plenamente de su sexualidad, incluso –y sobre todo– a solas, me sorprendió que jóvenes –25 años– nunca se hayan tocado con fines de placer. “No soy virgen, pero nunca me he masturbado, me da ‘cosa’ y no sabría cómo hacerlo… o para qué”.

“¿Cuáles fueron los primeros mensajes que recibiste sobre el sexo?” fue el cuestionamiento de la terapeuta a Pam en esa primera sesión, gracias al cual tuvo la revelación. Aunque nunca había tenido un problema consciente con el tema, recordó que embarazos no deseados, mala reputación y enfermedades de transmisión sexual son los conceptos que resumían los mensajes de su vida vinculados con el sexo.

No importa qué tan progre consideremos a esta era, seguimos siendo sometidas por sexscripts que nos limitan el placer. Es a nosotras a quienes se nos dice que no cojamos tanto –pero que somos de hueva si no sabemos coger–, y a quienes jamás nos pasaron un espejo para vernos los genitales –porque ahí están, en serio– y nos hicieron sentir unas depravadas por hacerlo. Es curioso que se nos exija ser seres plenos al mismo tiempo en que restringen por completo nuestra sexualidad.

Me tomó 26 años aprender a disfrutar el sexo, y dos más empezar a hacerlo sin complejos, culpas o alcohol desinhibidor de por medio. Mi propuesta es simple: normalicemos vernos la vagina, tocarla, conocerla, y saber qué nos gusta y cómo nos gusta.

Hablemos con más mujeres sobre estos temas: sorprende cuán habitual es encontrar a varias necesitadas de escuchar que no disfrutar el sexo es normal, pero que no es condena eterna.

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