Nara es una ciudad que se recorre en voz baja. Aquí, el tiempo parece haberse detenido en los senderos de grava, en los templos de madera oscurecida por los siglos y en la mirada tranquila de los ciervos que caminan libres entre santuarios y parques. Antigua capital de Japón, Nara conserva una espiritualidad serena, menos estridente que la de Kioto, pero profundamente arraigada. Es un destino que invita a observar, a escuchar y a quedarse un poco más.
En este contexto de historia milenaria y ritmo pausado, el JW Marriott Hotel Nara se presenta como un refugio contemporáneo que dialoga con su entorno sin romper la armonía. No intenta competir con los templos ni imitar lo antiguo; su lujo es silencioso, medido, pensado para acompañar la experiencia de la ciudad y no para eclipsarla. Desde el momento en que se cruza la entrada, la sensación es de calma: espacios amplios, luz suave, materiales nobles y una estética que remite a los paisajes y tradiciones locales sin caer en lo literal.
Las habitaciones, amplias y cuidadosamente diseñadas, ofrecen un descanso profundo después de caminar por el Parque de Nara, visitar el Todai-ji o perderse entre los corredores del Kasuga Taisha. Los tonos naturales, las texturas cálidas y la atención al detalle crean un ambiente acogedor, donde la modernidad convive con referencias sutiles a la cultura japonesa. Es un lugar pensado para detenerse, mirar por la ventana y dejar que el viaje se asiente.
La propuesta culinaria del hotel es un capítulo aparte en la experiencia. Entre las opciones que ofrece, el restaurante Azekura brilla con luz propia, especialmente por su sección de teppanyaki, un arte culinario que transforma cada comida en un evento. Sentarse frente a la plancha caliente, observar al chef en su papel de narrador y ejecutante, y ver cómo ingredientes de la más alta calidad –cortes de carne cuidadosamente seleccionados, mariscos frescos y verduras locales– se convierten en platillos exquisitos ante tus ojos, es una experiencia que despierta todos los sentidos.
El teppanyaki en Azekura no es solo cocinar y comer, es presenciar una coreografía precisa, donde el sonido del cuchillo despejando el aire, las pequeñas llamaradas y la presentación final se combinan para crear algo memorable. Cada ingrediente celebra su origen: el aroma del aceite tostado, la textura perfecta de la carne y los toques frescos de las verduras hacen que cada bocado sea a la vez sencillo y profundo.
Cenar en Azekura después de un día de exploración en Nara es una forma de cerrar el círculo del viaje: la historia del lugar, con sus sabores limpios y protagonistas, se traduce en una comida que honra la tradición japonesa sin renunciar a la sofisticación contemporánea.
Más allá de la gastronomía, el hotel ofrece espacios pensados para el bienestar. El spa y la piscina interior crean un ambiente donde el cuerpo y la mente pueden soltar el ritmo del día y encontrar un equilibrio profundo. Después de templos, estatuas monumentales y caminos antiguos, aquí el cansancio se disuelve y la energía vuelve con suavidad.
Hospedarse en el JW Marriott Hotel Nara es, en muchos sentidos, una forma de entender la ciudad. Desde aquí, Nara se descubre sin urgencia, con respeto por su pasado y comodidad en el presente. Es una base perfecta para explorar una de las regiones más significativas de Japón y, al mismo tiempo, un espacio donde el viajero puede reconectar consigo mismo. En una ciudad donde la historia se siente viva, este hotel ofrece una experiencia que no interrumpe el relato, sino que lo acompaña con elegancia y calma, y se convierte en un punto culminante de la memoria del viaje.
Sigue leyendo más de Deby Beard y conoce más sobre los placeres de viajar y la gastronomía aquí.
Suscríbete aquí a nuestro Newsletter para que estés al día con nuestros contenidos.
