Les platiqué en el artículo anterior de mi melomaniaco papá y de mi memoria más grata con él, cuando dejaba que me quedara despierto hasta muy tarde para acompañarlo a grabar sus canciones favoritas de discos de vinilo a casete. Además de crear un momento único entre mi papá y yo, en esas sesiones había que estar calladito para que no se colaran ruidos a la grabación desde el tocadiscos a la grabadora de casete portátil, y eso provocó que eventualmente yo superara la emoción de estar despierto “hasta tarde” y comenzara a poner atención en sonidos, voces, arreglos, niveles, mezclas, acústica.
La música es fundamental en mi vida, como estoy seguro de que lo es también para muchas y muchos de ustedes. La música estrecha relaciones y crea momentos, le pone magia y sabor a nuestras experiencias y por eso nos gusta compartirla. Mucho.
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Hoy creamos playlists en aplicaciones de música en línea que “llevamos” con nosotros en los dispositivos que utilizamos y que son tanto físicos (nuestro teléfono o tableta, por ejemplo) como digitales (como Spotify o Deezer). En la actualidad, la era digital permite que tengamos acceso a la música de forma prácticamente ubicua e indistinta entre lo físico y lo digital, da lo mismo si la pongo en el coche desde mi teléfono inteligente, o si le doy la instrucción a Siri, Alexa u OKGoogle para que pongan una pieza desde mi cuenta de Spotify.
En el contexto actual, donde podemos encontrar en Internet prácticamente toda la música que queramos, y uno de los nuevos normales post pandemia por Covid-19 es el surgimiento de cientos de empresas -de las llamadas unicornio- que crean aplicaciones y herramientas digitales para facilitarle a las personas el acceso a bienes, trámites y servicios, es importante tener presente quiénes son las piezas del motor que nos permite hoy gozar de un mundo con miles de opciones para escuchar todo tipo de música.
La música es una industria en la que conviven creadores con hardware, software y estudios de grabación, editores y productores musicales, comercialización (desde sellos discográficos hasta tiendas de música físicas y digitales), divulgación (salas, teatros o canales para espectáculos en directo presenciales o en línea, emisoras de radio, revistas, canales de televisión, plataformas de streaming, o periodistas, por ejemplo), soportes de almacenamiento y reproducción, fabricantes de instrumentos musicales, electrónica, telecomunicaciones, sociedades de gestión de derechos, managers musicales o representantes, abogados, distribuidores, y muchos más.
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Con tanta gente involucrada, es importante que se mantenga la semilla que permite la existencia de una industria tan grande, que da trabajo a tantas personas: la creación de música de las y los autores.
¿Qué necesita una persona creadora para seguir produciendo contenido, y para que sus creaciones puedan llegar a la mayor cantidad de personas? ¿Qué camino hay que seguir para que las grandes plataformas se interesen por compartir ganancias con creadores, artistas y autores? ¿Cómo socializar los derechos del autor, para que se defiendan como se deben? ¿Cómo puede esta nueva generación reinventar la industria de la música, en beneficio de todas las personas?
Quién mejor que un autor y para hablar sobre estas preguntas y cómo ha evolucionado la industria de la música desde el lado del consumo, así como el rol de la tecnología al facilitarle a las personas el acceso a la música.
Tuve la oportunidad de platicar (por Zoom) con mi querido amigo Carlos Lara , cantautor, productor y compositor mexicano, una de las personas más relevantes en la música en el ámbito internacional, sobre el paso de grabar de bocina a grabadora, calladito, para que se escuchara lo mejor posible, a una época en la que llenábamos discos duros con mp3, a una, la actual, en la que pagas plataformas bajo un esquema de All You Can Hear, un pago fijo mensual por toda la música que puedas escuchar.
Hemos avanzado desde esa época en la que bajábamos la canción al disco duro. Hoy entendemos que libre no es gratis, y la nueva polémica está alrededor de plataformas de servicios de consumo de música en las que para los usuarios los precios pueden ser convenientes, pero para los autores y los intérpretes las ganancias no llegan siempre de manera proporcional, justa.
Carlos Lara señala que es importante y justo decir que las plataformas de streaming han ayudado a cambiar los hábitos de las personas consumidoras, pues, todavía a principios de la década de 2000, cuando no había acceso digital fácil a la música, las personas terminaban por utilizar redes de intercambio como Napster es donde podían downloadear y almacenar una impresionante cantidad de música generándole un gran agujero a la economía del autor, del creativo o del artista, y también a la de las propias compañías discográficas.
No queda duda de que las tecnologías para la información y la comunicación han sido particularmente benévolas para la música. No todas las plataformas son iguales, por los usos que tienen, no es lo mismo Spotify (reproducción de música vía streaming), que Tidal (reproducción de música y video en alta definición) o Soundcloud (servicio de retransmisión de música vía streaming que te permite subir tus canciones y álbumes), lo que es relevante es que a diferencia de antes, ahora fenómenos como el que vemos en Tik Tok, una plataforma que da origen a nuevos artistas masivos mundiales (como Billie Eilish) pero que también tiene la característica de colocar en las listas de Billboard canciones que se crearon años atrás (como Dreams de Fleetwood Mac), nos alienten a todas y todos, autores o no, a crear y a disfrutar.
Las plataformas de streaming han hecho un gran trabajo de alguna manera reubicando el consumo y haciéndole ver a la gente que es posible escuchar la música de manera legal.
¿Están mejor hoy los autores en la era de las plataformas? Sí y no.
Como nunca antes en su historia, la música vive un momento dulce económicamente. Las compañías discográficas jamás habían visto ganancias como las que están teniendo hoy en día, en el rango de los 2 mil millones de dólares por trimestre, según datos que nos ofrece Carlos Lara para los casos de Universal, Warner y Sony. Y esto es una gran ironía: Mientras la industria está en un momento realmente fantástico económicamente, las ganancias no tienen una derrama justa, y el autor sigue siendo el último de la fila.
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¿Hay un balance entre las ganancias de las plataformas y lo que reciben los autores, por canción vendida/escuchada? Las millonarias ganancias no están llegando hasta abajo, a los autores. Por ello, con el objetivo de lograr acuerdos que hagan posible que el autor tenga también la posibilidad de recoger un poco más de las grandes utilidades que genera la industria en conjunto es muy constante la conversación y también los acercamientos entre las sociedades de autores con las plataformas de streaming. Todavía hay mucho por hacer y en este camino es de reconocerse la gran inversión que hacen las plataformas en pleno reconocimiento de lo importante que es alentar al origen de esa bonanza, es decir, a la gallina de los huevos de oro o, como dice Carlos Lara: si quitas la canción de la ecuación, prácticamente no existe lo demás.
La tecnología es el gran transformador de nuestro tiempo, decía Carlos Lara en el marco del Conversatorio “Retribución a la Creatividad y Derechos de Autor: La Copia Privada” que se llevó a cabo en la Cámara de Diputados en junio de 2020, y en esta evolución el creador lo único que busca es el reconocimiento de su trabajo.
Para seguir disfrutando de música, es necesario retribuir mejor a los creadores por sus productos intelectuales. Si lo entendemos correctamente, seremos todas y todos activistas y beneficiarios de los derechos del autor y de la propiedad intelectual. Es una realidad que las personas que se dedican a la creación de música, autores, editores, artistas, intérpretes, ejecutantes, productores fonográficos y audiovisuales, no reciben una retribución justa y que debemos revalorizar el contenido. Hay una deuda pendiente bien importante con los autores y compositores y el ruido digital no nos ha dejado escuchar con claridad, a todas y todos como sociedad, que estamos siendo injustos con aquellos que admiramos tanto.
En este, el segundo artículo (de tres) dedicado a la Música, quiero destacar que el desfase tanto en la normatividad, como en la derrama de beneficios económicos hacia los autores por parte de plataformas, o discográficas, o productores de dispositivos de almacenamiento, es un tema relevante porque implica -para una industria que está creciendo como nunca-, la omisión a establecer incentivos que van a impulsar la creación y producción de más contenidos de cada vez mayor calidad.
En la era digital, hay espacio para todo el talento. No se pierdan el siguiente artículo porque vamos a dar un recorrido por la relación cultura-tecnología en la era de las aplicaciones y el streaming, a través de los casos icónicos de cómo las personas creamos y consumimos música a través de la tecnología, como TikTok, Spotify, Facebook, Youtube, Fortnite, y los conciertos masivos en vivo online y en realidad virtual.
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