Bienestar

Un regalo o un espejo

Por: Daphne Ibarguengoytia 01–08–2025 • 3 minutos de lectura

La verdadera generosidad; no busca miradas, ni respuestas. No necesita ser reconocida para tener sentido.

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el regalo de dar

/ Getty Images

Los invitados llegaron. Las mesas están puestas, las luces bien dirigidas, hay música de fondo, y discursos preparados. En el centro del salón hay un gran regalo para el homenajeado, pero pronto se vuelve claro quién es el verdadero protagonista. Quien organizó el evento no suelta el micrófono, da las palabras más largas, posa en todas las fotos y recibe las felicitaciones como si el homenaje fuera suyo. El gesto es generoso, sí, pero el foco parece haberse desplazado. Lo que debería ser un regalo se transforma, sin quererlo del todo, en un espejo.

Esa escena –tan común, tan humana– revela una verdad incómoda: no siempre damos por el otro. A veces damos por nosotros mismos. Por cómo nos hace sentir dar, por cómo nos vemos al hacerlo, por la imagen que construimos con ese gesto.

Y eso no invalida necesariamente la acción. Todos buscamos ser valorados, reconocidos, amados. Pero cuando esa necesidad se disfraza de altruismo, cuando el dar se convierte en una forma encubierta de recibir, la generosidad pierde fuerza y se vuelve espectáculo.

regalar por la atencion y espectaculo

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La verdadera generosidad –esa que rara vez se aplaude– no necesita escena.

La verdadera generosidad –esa que rara vez se aplaude– no necesita escena. Ocurre en silencio, en gestos tan pequeños que a veces ni siquiera se notan. Como ese momento en que, ya acostada y con frío, le digo a mi esposo que voy a hacerme un té, y él me responde: “yo te lo traigo, tú no te levantes”. No hay cámara. No hay testigos. No hay deuda. Solo un gesto simple, lleno de presencia y generosidad.

Cuando mis hijos eran pequeños, hacíamos colectas para comunidades en situación vulnerable. Les pedía que no regalaran solo lo que ya no usaban o no querían, sino algo que aún les gustara. Algo que les costara soltar. Una muñeca querida, un libro especial, una prenda favorita. No era un ejercicio cómodo, pero sí revelador. Porque ahí empezaban a entender que dar, de verdad, implica una pequeña renuncia. Que la generosidad auténtica no siempre deja una sensación placentera, sino una mezcla de vacío con alegría. De pérdida y sentido. Viene acompañada de la humildad y la empatía. Ese es el sentido de la generosidad. Lo que en realidad regresa es la satisfacción, la alegría de haber contribuido, aliviado o acompañado. No se trata de esperar que regrese el favor, si no de saborear ese instante en el que sales de tu zona de confort y te expandes más allá de ti mismo.

donacion de juguetes

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Lo que vuelve, cuando damos desde ese lugar, no es aplauso ni gratitud. Es otra cosa. Una calma interna, una sensación de haber actuado en coherencia con lo que uno es o quiere ser. Porque al dar de verdad, no nos agrandamos, nos despojamos.

Quizá por eso se dice que todo lo que das regresa. No porque el universo acumule puntos, sino porque el acto de dar, cuando no exige ni se condiciona, transforma la estructura interior de quien lo realiza. El mundo quizá no se mueve, pero uno sí. Y esa transformación –ese leve pero profundo desplazamiento hacia la coherencia– basta para darle sentido al gesto.

Creo que esa es la verdadera generosidad; no busca miradas, ni respuestas. No necesita ser reconocida para tener sentido.

Creo que esa es la verdadera generosidad; no busca miradas, ni respuestas. No necesita ser reconocida para tener sentido. Es callada, imperfecta, a veces incómoda. No se da porque se espera algo. Se da porque sí. Porque hay algo dentro que se mueve cuando uno piensa en el otro. Y eso, aunque no brille ni se nombre, es quizá lo más valioso que podemos ofrecer.

Tal vez la pregunta más honda no sea qué damos, sino desde dónde. Desde la necesidad de ser vistos, reconocidos, queridos. O desde la libertad de saber que el otro importa, incluso cuando nadie nos mira. Porque ahí es donde el regalo se vuelve espejo: no solo muestra lo que entregamos, sino desde qué rincón de nosotros lo hicimos.

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