La Llorona, un símbolo de dolor que refleja un pasado muy profundo, después de todo la leyenda se originó en la Colonia, aunque tiene raíces prehispánicas claras. Hoy la Llorona inspira películas y generación tras generación aterra a los mexicanos. Pero… ¿cuál es su verdadera historia? ¿Cómo es que se originó esta gran leyenda mexicana?
El origen de la Llorona: de Cihuacóatl y las almas de las mujeres fallecidas al dar a luz
Aunque La Llorona es una leyenda presente en América Latina, en lo que respecta a México, su primer antecedente es Cihuacóatl, una diosa guerrera mexica cuya importancia era tanta como la de Huitzilopochtli.
A Cihuacóatl “mujer serpiente” se le conoció por diferentes nombres según sus papeles. Se le llamó Quilaztli “propiciadora de las verduras”; Yoacíhuatl, “mujer guerrera”: Tzitzimicíhuatl, con el cual se le identifica como protectora de las almas de las mujeres que mueren en parto, y Tonantzin “nuestra madre”.
Carmen Aguilera escribe en “Cihuacóatl, diosa de la fertilidad” que:
Cihuacóatl, ‘Mujer serpiente’, bajo el nombre de Quilaztl o Tzitzimicíhautl, la diosa más importante el patrón mexica, dio a los hombres los instrumentos para labrar la tierra, enviaba la lluvia, protegía las plantas, propiciaba la fertilidad de la tierra y aplacaba sequías.
En pocas palabras, Cihuacóatl era una deidad de gran importancia, en especial en la guerra para los mexicas, pero según las recopilaciones escucharla también podía ser un mal presagio.
En su papel como Tzitzimicíhuatl, regía a las Cihuateteoh, los espíritus encarnados de las mujeres fallecidas en el parto, y éstas son la gran referencia directa a La Llorona, pues se creía que se aparecían clamando por sus hijos perdidos, asimismo en la mitología mexica eran honradas al nivel de los guerreros acaecidos en batalla.
Una de las grandes leyendas de Cihuacóatl y las Cihuateteoh es que ellas presagiaron la caída de Moctezuma y se cree que esta creencia fue retomada por los españoles para reconstruir la leyenda que ahora conocemos.
Fray Bernardino de Sahagún escribió en su Historia general de las cosas de Nueva España, la leyenda de Cihuacóatl, una mujer que “de noche voceaba y bramaba en el aire” y que portaba atavíos blancos:
dicen también que traía una cuna a cuestas, como quien trae a su hijo en ella, y poníase en el tianquiz entre las otras mujeres, y desapareciendo dejaba allí la cuna. Cuando las otras mujeres advertían que aquella cuna estaba allí olvidada, miraban lo que estaba en ella y hallaban un pedernal como hierro de lanzón, con que ellos mataban a los que sacrificaban; en esto entendían que fué Cihuacóatl la que lo dejó allí.
En Visión de los vencidos, de Miguel Leon-Portilla, que recopila varios textos nahuas en castellano, este episodio es recogido como el sexto presagio funesto de la caída de Tenochtitlan:
"muchas veces se oía: una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
—¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía:
—Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré?"
A este presagio se suma una anotación al pie que indica que “El texto parece preferirse [sic] a Cihuacóatl que gritaba y lloraba por la noche. Es éste uno de los antecedentes de la célebre ‘llorona’”.
Asimismo, Cihuacóatl, como esta mujer que deambula vociferando es nombrada de nuevo en el relato de las primeras noticias de la llegada de los españoles, cuando Moctezuma manda interrogar a los “nigromantes” de cualquier señal o presagio:
decidles a esos encantadores, que declaren alguna cosa, si vendrá enfermedad, pestilencia, hambre, langosta, terremotos de agua o secura de año, si lloverá o no, que lo digan; o si habrá guerra contra los mexicanos, o si vendrán muertes súbitas, o muertes por animales venidos, que no me lo oculten; o si han oído llorar a Cihuacóatl, tan nombrada en el mundo, que cuando ha de suceder algo, lo interpreta ella primero, aún mucho antes de que suceda.
De La Llorona que ahora conocemos
Aunque Cihuacóatl es un antecedente de la leyenda de La Llorona, no hay registros de la diosa ni de las Cihuateteoh como mujeres que ahogaran a sus propios hijos.
Más bien, se sugiere que esta es una transformación del mito prehispánico en los tiempos de la Colonia, y que los españoles llegados a la Nueva España también aprendieron a temerle a esta mujer que deambulaba por las noches.
Después de todo, si tomamos la confutación de Fray Bernardino de Sahagún como seña de la interpretación española del mito, la visión de Cihuacóatl era negativa (aunque no habría que olvidar el sesgo religioso del fraile):
Erraron asimismo en la adoración de un demonio que pintaban como mujer, al cual llamaron Cihuacóatl; cuando aparecía, aparecía en forma de mujer del palacio; espantaba, asombraba y voceaba de noche y, según la relación de vuestros antepasados, este demonio daba pobreza y trabajos, lloros y aflicciones; y hacíanle fiesta y sacrificios y dábanle ofrendas porque no los ofendiese. Esta fué una gran locura, que hacían porque ignoraban que sólo Dios puede librar de todo mal, y que el demonio no puede empecer a quien Dios guarda.
Aunque La Llorona ha estado asociada con el lago de Texcoco, donde habría ahogado a sus hijos, actualmente la leyenda se extiende por todo el país y también en otras zonas del continente. Sus apariciones son una constante, quizás evidencia de este espíritu que aún solloza por sus hijos o de la continuidad de una tradición oral que ha sobrevivido siglos.
Ahora, La Llorona es un personaje en diversas adaptaciones particularmente del cine como La llorona de 1933 o la más reciente, La Maldición de la Llorona de 2019 y, no, "La llorona" de Chabela Vargas poco tiene que ver con esta historia, pero esa historia te la contaremos después.
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