El Impresionismo es una de las corrientes artísticas que podemos identificar de manera muy sencilla. Sus representantes (Claude Monet, Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas, Camille Pissarro y Berthe Morisot) dejaron un legado innegable de piezas que actualmente se encuentran esparcidas entre colecciones privadas y los museos más importantes del mundo. Esta corriente, que estableció casi como técnica artística el plain air (del francés que significa “aire libre”), consistía justamente en ir al exterior a pintar escenas de la vida cotidiana que se llevaban a cabo al aire libre Prácticamente inauguraron la tendencia de cargar con el caballete, el portafolios y la caja de óleos por las calles buscando la mejor panorámica para dejarla en el lienzo. Pero…¿fueron los hombres los únicos representantes del impresionismo?
La mujer y el arte

No es esta la primera vez que vemos el brillo y el talento de una mujer opacado por la presencia masculina. No es algo que pase únicamente en la escena del arte, y más aún si nos remontamos a siglos pasados, donde las mujeres tenían que recurrir a muchas artimañas y pseudónimos para hacer público su trabajo sin caer en el escarnio social por “desatender sus labores femeninas”. Muchas incluso dejaron sus hogares y sus ciudades natales para buscar oportunidades en otras tierras, siempre con el estigma de ser una mujer dedicada a sí misma y su trabajo, haciendo de lado sus “deberes femeninos”
Marie Bracquemond: cómo nació esta representante del Impresionismo femenino

Marie Anne Caroline Quivoron nació en 1840 al noroeste de Francia. Al llegar a la adolescencia, por esas rutas que el destino te marca porque tiene para ti un sueño específico, empezó a tomar clases de pintura con un artista retirado con el que pudo, afortunadamente, empezar a desplegar todo su talento como artista. Y en 1857 pintó su primera obra, que comprendía una escena con su madre, su hermana y su profesor en una escena bastante doméstica, dicha obra fue aceptada por el Paris Salon (exposición artística oficial de la Academia de Bellas Artes de París, celebrada a partir de 1725), donde fue descubierta por el pintor Jean Auguste Dominique Ingres, quien la invitó a seguir desarrollando sus habilidades bajo su supervisión y a viajar con él a su estudio en París, donde podría seguir estudiando y pintando. Aunque fue una oportunidad única, no se salvó del “trato masculino”, puesto que el artista limitaba el talento de Marie Bracquemond a motivos florales y frutales, escenas muy sutiles y femeninas que no requerían grandes habilidades.
Reconocimiento y nombre

Al poco tiempo de empezar a estudiar y practicar, Marie Bracquemond se había convertido en un punto de referencia y en el tema central de muchas conversaciones sobre arte. Para 1880, tanto ella como el Impresionismo ya estaban en el ojo público como una innovación en las técnicas artísticas. Su estilo, aunque impresionista, se reconocía diferente por tener cierta fluidez de la que otros carecían; sin mencionar el hecho de que no le interesaba pintar escenas públicas y callejeras, para ella eran más atractivas las escenas domésticas, las cuales podía capturar como nadie, otorgándole un brillo especial al escenario de la vida femenina a través de la pintura. Gracias a esta fresca mirada que Marie Bracquemond aportó al Impresionismo, se ganó admiradores de la talla de Claude Monet y Edgar Degas, quienes podían notar el valor de su obra.
En nombre del amor…

La participación de Marie Bracquemond en importantes exhibiciones impresionistas se había ganado el respeto de la comunidad artística; había expuesto su obra en 1879, 1880 y en 1886, cuando conoció al pintor post-impresionista Paul Gauguin.
No obstante todo el éxito obtenido, Marie Bracquemond ya era una mujer casada desde 1869 con el “grabador” Félix Bracquemond, a quien el éxito de su esposa se le hizo insostenible con el paso de los años. Según los testimonios, cada que la impresionista exhibía su trabajo con éxito o era elogiada, su esposo le daba un par de “comentarios” con el fin de minar su ánimo y su confianza como artista. De crítica en crítica, el esposo de Marie Bracquemond logró que ésta renunciara al arte en 1890, más de 20 años antes de su muerte. Los últimos días de su vida se tienen desconocidos, pero sólo un hecho importa: dejó de pintar en nombre del amor.
Marie Bracquemond y las mujeres del impresionismo
En los últimos años en los que tanto el público como la crítica han vuelto la mirada a las mujeres anónimas que también dieron forma al legado cultural y artístico del mundo se ha dado una especie de revival y reivindicación, en este caso, del Impresionismo femenino. El crítico Gustave Geffroy nombró a Marie Bracquemond, Berthe Morisot y Mary Cassat como las “grandes damas del Impresionismo”. La respuesta del público ha sido increíble, ya que en el último par de años se han vendido alrededor de 162 obras de las artistas; sin mencionar que la mayor parte de su obra fue adquirida por el Walker Art Gallery, en Liverpool. Las “mujeres subestimadas” de la cultura y el arte merecen apoderarse de la escena actual.
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