Todo lo que debes saber del documental de Botero

Por Beatriz Velasco

El 3 de mayo se estrenará –en 39 complejos de Cinépolis– Botero: la búsqueda que no termina, el más reciente documental sobre la vida del multifacético artista colombiano; cinta que fue filmada en 10 ciudades del mundo (como Medellín, París, Nueva York, Pekín), por un periodo de 19 meses.

Sobre la cinta, la relevancia de filmarla, el valor histórico del contenido que se verá en la pantalla grande y la importancia del personaje protagónico, platicamos con Lina Botero Zea, hija del artista y productora del proyecto.

¿Por qué hablar de Fernando Botero?

Por que es, posiblemente, el artista vivo más reconocido en el mundo entero. Es, definitivamente, el artista que más exposiciones importantes ha tenido alrededor del mundo, el que más libros ha publicado y un artista que ha tenido una recibimiento enorme en mundos y culturas diferentes a la suya.No hay un momento particular para hablar de Fernando Botero; pero este documental –que nació de la iniciativa del director canadiense Don Millar– ofreció la oportunidad de crear un documento cinematográfico definitivo sobre su vida y obra.

CONTAR UNA HISTORIA INSPIRADORA DE UNA PERSONA QUE EMPEZÓ DE LA NADA Y QUE TUVO COMO UNICA HERRAMIENTA PARA SALIR ADELANTE, SU VOCACIÓN ARTISTICA Y SU PASIÓN POR LO QUE ESTABA HACIENDO SU CAPACIDAD DE TRABAJO Y SU ENTREGA ABSOLUTA A SUS CONVICCIONES ARTÍSTICAS

¿Qué aspectos de la vida de tu padre te reveló este documental?

No hay tantos aspectos que yo no conociera. Más bien, el reto era cómo transmitir, cómo comunicar al público, precisamente, los aspectos que yo ya conocía. Esa versión más íntima de quién es como persona, como artista y que eran importantes captar en video. Se habían hecho películas muy importantes por la BBC de Londres, la televisión alemana, francesa e italiana; pero, de alguna manera, siempre sentíamos que se quedaban cortas.Y cuando nos presentaron la oportunidad de hacer este documental, de la mano del director, pensamos que era el momento perfecto para captar de manera definitiva lo que consideramos que es la esencia de su obra, y también de recuperar mucho archivo histórico que de alguna manera se ha perdido o no es de fácil acceso para el público.

En ese recuperar obra, ¿qué fue lo más complicado?

Lo más difícil de un documental es que se trata de un personaje. Es decir, es recrear antes la cámara esos momentos de intimidad que se producen cuando el artista está solo o en compañía de la familia. Mi papá es una persona muy pudorosa con su vida personal, y toda la ideal del proyecto inicial no le interesó para nada. Pero logramos que nos colaborada en todo lo que le pedimos, y obviamente, entendió la importancia que tenía este proyecto. Eso fue lo más difícil, enrolar a que mi padre se entregara

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Cómo pintor, ¿qué le admiras más?

Su absoluta entrega a sus convicciones artísticas. A pesar de estar nadando, muchas veces, en contra de la corriente predominante de su época. Porque mi papá, cuando llegó a Nueva York con, literalmente, 200 dólares en el bolsillo, llegó a encontrar un mundo en donde la moda era el arte abstracto, el expresionismo abstracto, el pop art; y su propuesta era de un artista figurativo. Encontró mucho rechazo, grandes críticas, fueron años difíciles, pero nunca fue infiel a sus convicciones artísticas. Eso requirió valentía, fortaleza, disciplina y convicción.

Como papá, ¿tienes algún reproche?

Ninguno. Mi padre es un ejemplo de generosidad de entrega. Los recuerdos más extraordinarios de mi infancia son como mi papá, porque a pesar de que en esa etapa no tenia dinero, el lo compensaba con imaginación . Los recuerdos que tengo de mi infancia son los más maravillosos y mágicos. Él nos llenaba las horas con las cosas que él nos inventaba, nos creaba unas armaduras hechas con latas que el mismo producía, también hacíamos espadas con clavos que poníamos en los rieles del ferrocarril. Si algo que hemos intentado (mis hermanos y yo) es recrear como papás esos momentos que vivimos con él. Recuerdo que el tenía una tinta que era invisible y la vendían en una tienda de juguetes para niños, entonces, cuando estaba trabajando en un cuadro, nos dejaba entrar a su estudio y trabajar media hora con él; pues media hora era lo que se tardaba esta tinta en secar, antes de que se pudiera limpiar, para que no dañara su cuadro. Entones, cuando nos invitaba a su estudio, uno se sentía feliz. Y él nos decía: ‘mira, el cuadro que estamos haciendo los dos’. De chico, uno se sentía feliz de contribuir con la obra de papá.