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Adiós, Vicente Fernández

Por: Redacción Central 17 abril 2016 • 1 minutos de lectura

La noche en que el público no dejó de aplaudir, pero Chente dejó de cantar

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Photo AMC

Por Paulina Delgado

Desde medio día el Estadio Azteca ya lucía la devoción del público por Chente. Camiones con admiradores provenientes de distintos estados de la república se apoderaron de Santa Úrsula. El tráfico comenzó desde temprano, igual que la venta de artículos dedicados al Charro de Huentitán y la reventa de boletos, en donde un pase llegaba a costar 4,500 pesos.

Un Azteca en el Azteca logró reunir a cerca de 85 mil personas, quienes con devoción se rindieron a los encantos de un Chente listo para despedirse de los escenarios. El acceso al recinto empezó a las 6:00 pm, poco más de tres horas después, Chente aparecería en el escenario, acompañado por casi 50 músicos y veinte integrantes del Mariachi Vargas de Tecatitlán, arropado por un Estadio Azteca que se derrumbaba en aplausos y gritos.

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“La suerte... llega si la buscas, se da trabajando... y hablando de eso ya saben, amigos, que mientras aplaudan, yo, para mi pueblo, seguiré cantando”, dijo Chente al centro del escenario, coronado con una obra de Waldo Saavedra, un águila ribeteada con los colores patrios.

Chente cantó más de 50 temas, el primero: No me sé rajar, al que siguieron canciones como: Mujeres divinas, La diferencia, El Rey, 100 años, Ojalá que te vaya bonito, Urge, y Acá entre nos, tema con el que el público se entregó a despedir a Chente, quien se mostró conmovido cuando el estadio entero coreó: “Quiero que sepas la verdad, no te he dejado de adorar...”, parecía que el Charro sabía que su público no lo dejará.

Como se esperaba, Alejandro Fernández acompañó a su padre en este emotivo evento, que en redes sociales se hizo presente con los hashtags #AdiosDeUnGrande, #UnAztecaEnElAzteca y #ChenteSigueSiendoElRey. Cuando el Portrillo tomó el escenario, el público se estremeció. Alejandro le prometió a su padre que hará todo porque la canción vernácula siga presente y por mantener la tradición Fernández viva.

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Entre tragos de tequila, recuerdos y varios cambios de vestuario, Chente en algún momento pidió una silla, se sentó y siguió cantando. Después, en un segundo aire, volvió a adueñarse del Azteca cual si fuera un palenque, su último palenque.

Al final, aunque se despidió con lágrimas en los ojos, la gente no dejó de aplaudir, pero Chente dejó de cantar.

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