En México, el chile no es solo algo que ponemos en la comida. Es parte de quienes somos, de nuestras costumbres y hasta de nuestras obras de arte. Con solo verlo, uno ya siente algo: respeto, curiosidad…o un poco de miedo si es muy picante. Su piel brillante y su forma única llaman la atención igual que una obra de museo.
En la pintura, el chile aparece desde hace muchos años. En cuadros antiguos lo vemos junto a otros alimentos que representan la riqueza de la tierra. Más adelante, artistas como Frida Kahlo lo pintaron para darle un toque especial a sus bodegones, usando su color para transmitir emociones. El rojo intenso puede significar pasión y fuerza, el verde nos conecta con la naturaleza, y el amarillo nos recuerda el color del sol. Para los pintores, un chile es perfecto, con un solo color fuerte pueden llenar de vida una obra.

En los murales mexicanos también está presente. En las paredes de mercados y edificios, el chile aparece junto al maíz y otros ingredientes, como símbolo de abundancia y tradición.
Al igual que en la pintura, artesanos y escultores han hecho chiles de barro, talavera, vidrio y metal. Algunos los hacen realistas, otros los transforman jugando con su forma y color. En el arte moderno, el chile también es protagonista en fotos y en piezas que lo usan como símbolo de fuerza o identidad mexicana.

Al igual que en la cocina, en una obra de arte el chile siempre llama la atención, le da personalidad, y deja huella.
La próxima vez que veas un chile, no lo mires solo como comida. Observa como brilla, cómo es su forma, cómo sus colores parecen tener vida propia. Porque en México, hasta el picante puede ser una obra de arte.
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