Cultura

30 años del Nobel de Literatura a Octavio Paz, el único mexicano en recibir este premio

Por: Sergio Vela 10 diciembre 2020 • 4 minutos de lectura

Ganador en 1990, el poeta y escritor llenó de orgullo a México con el premio ganado hace tres décadas. Octavio Paz ganó el Nobel de Literatura hace 30 años.

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Octavio Paz ganador Nobel Literatura 30 años

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Hace tres décadas, México era una fiesta. El 11 de octubre de 1990, Octavio Paz (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914 – 19 de abril de 1998) filosofaba desde un hotel en Nueva York: “Para recibir, lo mejor es no esperar”.

Candidato durante años al Premio Nobel de Literatura, su nombre había sonado mucho entre los probables ganadores del galardón, pero el precedente de Camilo José Cela, quien obtuvo el reconocimiento en 1989, parecía descartar a los escritores de habla hispana el año siguiente.

La Academia Sueca decidió soslayar ese detalle y otorgó el premio a Paz, el primero y hasta ahora único mexicano que recibe la máxima distinción literaria mundial. La pasión de su obra, su sensual inteligencia, su integridad humanitaria, su triple faceta de poeta, ensayista y prosista, el peculiar sentir de su testimonio… todo se aunó para dar el Nobel al “maestro”.

El acta del jurado, a la que dio lectura Sture Allén –secretario permanente de la Academia–, recogía que el premio fue concedido “por una apasionada obra literaria de amplios horizontes moldeada por una inteligencia sensual y un humanismo íntegro”.

La palabra profunda de Octavio alcanzaba así todos los paisajes de la tierra y el alma. Su incesante aliento lírico se traducía, árbol adentro, en el verso metafísico y desolado. El pensamiento esclarecedor del escritor ahondaba en el laberinto de la soledad angustiada que zarandea al hombre de nuestro tiempo. Así lo reconocía la Academia Sueca, convirtiendo al escritor mexicano en el primer nombre de la intelectualidad iberoamericana en ese momento.

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Octavio Paz y su esposa Marie José Tramini hablan con la prensa el 11 de octubre de 1990, tras anunciarse oficialmente que era el receptor del premio Nobel de Literatura. /

El orgullo de todo un país

La reacción en México fue de incredulidad, satisfacción y alegría desbordada. A la una de la tarde en Suecia eran apenas las seis de la mañana aquí, así que la noticia llegó a tiempo para abrir los noticieros de la radio y la televisión de todo el país. Y a falta de opiniones informadas dado lo temprano de la hora, estos espacios ofrecían diferentes aspectos de su biografía.

Paz fue el décimo escritor en lengua española premiado por la Academia Sueca. Los anteriores galardonados con el Nobel fueron José Echegaray (España, 1904), Jacinto Benavente (España, 1922), Gabriela Mistral (Chile, 1945), Juan Ramón Jiménez (España, 1956), Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1967), Pablo Neruda (Chile, 1971), Vicente Aleixandre (España, 1977), Gabriel García Márquez (Colombia, 1982) y Camilo José Cela (España, 1989). Tras el mexicano, obtuvo el premio Mario Vargas Llosa (Perú, 2010).

Enrique Krauze, estrecho colaborador de Octavio, primero en Plural –suplemento del diario Excélsior– y después en la revista Vuelta desde su fundación, a fines de 1976, se refirió el mismo día del anuncio de la concesión del Nobel a la faceta de Paz como editor: “Borges decía que una revista se hace con pasión o se convierte en una antología. La suya ha sido siempre una pasión juvenil que se nutre de las tensiones morales, políticas e ideológicas de los años treinta, una época en la que escritores, poetas e intelectuales sabían contra qué luchaban y por qué. Su intensidad juvenil él la vierte lo mismo en un ensayo que en una simple nota, en un poema que en una breve recensión”.

Prosigue Krauze en un texto publicado en el diario ABC: “De hacerse una historia comparada de las revistas literarias más influyentes del siglo (XX) –como Partisan Review, en Estados Unidos; The Criterion, en Inglaterra; Sur, en Argentina; o las grandes españolas, como Revista de Occidente o Cruz y Raya–, advertiríamos que la labor de Octavio Paz como editor ocupa un lugar muy particular que yo, sin lugar a dudas, vinculo al lugar que ocupa don José Ortega y Gasset”.

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El 10 de diciembre de 1990, Octavio Paz fue premiado en Suecia con el Nobel de Literatura. /

Maestría en verso y prosa

Con gran lucidez, el escritor catalán Pere Gimferrer señala que resulta vano intentar establecer fronteras entre la poesía y la prosa de Octavio Paz. Su centro esencial es la palabra, y la tensión expresiva y capacidad indagatoria animan en él con la misma intensidad verso y prosa.

De esta última, de su visión panorámica de México y su pensamiento crítico y sagaz, dan testimonio El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Las peras del olmo, Puertas al campo, Corriente alterna, El ogro filantrópico, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Tiempo nublado, La llama doble o Vislumbres de la India.

De su verso, lo hacen particularmente Piedra de sol, Salamandra, Ladera este, Vuelta o Árbol adentro. Vuelta es el libro de poemas sobre su regreso a México tras su estancia en la India y Europa, poblado de destellos del recuerdo. Árbol adentro es, acaso, el libro que más ahonda en la exploración de lo amoroso, y cómo trasciende en la palabra y el conocimiento.

Dice Gimferrer que no hay poema de Paz que no trate, en algún sentido, del lenguaje, que en algún aspecto, no trate de la conciencia del propio ser. Y los grandes poemas del Nobel son siempre poemas de amor. Octavio sabía que es en el campo de batalla del poema donde la experiencia del amor y de la escritura se enlazarán para permitirnos descifrar nuestra existencia, y convertir lo que hemos vivido en diáfano lenguaje. Por eso, en gran medida, el Nobel a Paz es el triunfo de la poesía, y su obra, su legado más grande.

*Sergio Vela es Director general de Arte & Cultura Grupo Salinas

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