Cultura

10 poemas de Octavio Paz para conocer la poesía moderna mexicana

Por: Beatriz Esquivel 31 marzo 2022 • 5 minutos de lectura

Poeta, ensayista y Nobel de Literatura, Octavio Paz es uno de los poetas de mayor importancia en México y para la poesía moderna, conoce algunos de los poemas de Octavio Paz enseguida.

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octavio paz
Wikimedia Commons

Octavio Paz es sin lugar a dudas una figura altamente reconocida e importante del ambito cultural y literario de México. Laureado con el Nobel de Literatura en 1990, su figura resulta controvertida, amado por muchos, odiado por otros, Paz le pese a quien le pese no deja de ser uno de los creadores que no sólo le legó al mundo su poesía, sino que también fue un crítico literario sin igual, un ensayista que nos dejó reflexiones importantes sobre México y nuestra literatura, siendo El arco y la lira uno de sus libros más importantes entorno a la poesía en sí mismo.

Sin embargo, lejos de cualquier prejuicio o crítica hacia su pensamiento, Octavio Paz fue primordialmente un poeta y para cualquier amante de la poesía lo cierto es que sus poemas son imperdibles. Su poesía se rastrea desde 1933, encontrando sus puntos cumbre en poemarios como Piedra de Sol o Blanco, un poemario que ofrece distintas lecturas y que puedes leer en su totalidad en Internet aquí.

Hoy recopilamos algunos de los poemas de Octavio Paz que debes de conocer para saber un poco más sobre la poesía moderna en México y de este gran escritor.

abril 19, 2024 01:35 PM • 6 minutos de lectura

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10 poemas de Octavio Paz

Epitafio sobre ninguna piedra

Mixcoac fue mi pueblo: tres sílabas nocturnas,
un antifaz de sombra sobre un rostro solar.

Vino Nuestra Señora, la Tolvanera Madre.
Vino y se lo comió. Yo andaba por el mundo.
Mi casa fueron mis palabras, mi tumba el aire.

Libertad bajo palabra

Viento
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,


rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire
siempre de viaje…

Nocturno

Sombra, trémula sombra de las voces.
Arrastra el río negro mármoles ahogados.
¿Cómo decir del aire asesinado,
de los vocablos huérfanos,
cómo decir del sueño?

Sombra, trémula sombra de las voces.
Negra escala de lirios llameantes.
¿Cómo decir los nombres, las estrellas,
los albos pájaros de los pianos nocturnos
y el obelisco del silencio?

Sombra, trémula sombra de las voces.
Estatuas derribadas en la luna.
¿Cómo decir, camelia,
la menos flor entre las flores,
cómo decir tus blancas geometrías?

¿Cómo decir, oh Sueño, tu silencio en voces?

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Viento, agua, piedra

A Roer Caillois

El agua horada la piedra,
el viento dispersa el agua,
la piedra detiene al viento.
Agua, viento, piedra.

El viento esculpe la piedra,
la piedra es copa del agua,
el agua escapa y es viento.
Piedra, viento, agua.

El viento en sus giros canta,
el agua al andar murmura,
la iedra inmóvil se calla.
Viento, agua, piedra.

Uno es otro y es ninguno:
entre sus nombres vacíos pasan y se desvanecen
agua, piedra, viento.

México, a 23 de febrero de 1976

Silencio

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.

Más allá del amor

Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.

Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.

Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.

Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.

mujer-leyendo-poemas-de-octavio-paz.jpg
iStockPhoto

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A vista de pájaro

Furiosamente
gira
sobre un reflejo
cae
en línea recta
afilada
blancura
asciende
ya sangriento el pico
sal dispersa
apenas línea
al caer
recta
tu mirada
sobre esta página
disuelta

Soneto I

Inmóvil en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud que cría
en la cima del vértigo se alía
deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

Luz que no se derrama, ya diamante,
fija en la rotación del mediodía,
sol que no se consume ni se enfría
de cenizas y llama equidistante.

Tu salto es un segundo congelado
que ni apresura el tiempo ni lo mata:
preso en su movimiento ensimismado

tu cuerpo de sí mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra obscura.

Soneto II

El mar, el mar y tú, plural espejo,
el mar de torso perezoso y lento
nadando por el mar, del mar sediento:
el mar que muere y nace en un reflejo.

El mar y tú, su mar, el mar espejo:
roca que escala el mar con paso lento,
pilar de sal que abate el mar sediento,
sed y vaivén y apenas un reflejo.

De la suma de instantes en que creces,
del círculo de imágenes del año,
retengo un mes de espumas y de peces,

y bajo cielos líquidos de estaño
tu cuerpo que en la luz abre bahías
al oscuro oleaje de los días.

Soneto III

Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.

El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve hielo.

Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.

Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo del verde cielo adolescente.
tu cuerpo da su enamorada suma.

¿Cuál es tu poema favorito de Octavio Paz?

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