El convertirse en monjas es una ceremonia profundamente solemne; no es para nada el equivalente a convertirse en profesionista o a un ascenso; cuando se abraza la vida religiosa se abrazan también nuevos ideales, una nueva forma de vida y se consagra la vida al servicio de la fe y de Cristo.
La toma del hábito y de iniciar un nuevo camino requieren una transformación más profunda de lo que imaginamos.
Por qué las monjas se cambian el nombre al tomarlos votos
Cuando una mujer ha decidido consagrarse al servicio de la fe, de Cristo y de la Iglesia toma años de preparación mental y física empezar a vivir con nuevas ideas y nuevos objetivos en la mente. Se trata de una transformación espiritual que te da un leve empujón a seguir el camino de la fe y que te da la seguridad de que, a mitad el camino, cuando aparezcan las dudas y los cuestionamientos, siempre habrá una fuerza que te respalda para continuar.
Uno de los motivos por los que se les cambia el nombre a las monjas; es decir, que abandonen sus nombres civiles para tomar una nueva identidad, tiene que ver con que se está renunciando al mundo. Para el mundo fuera de la Iglesia y la fe las mujeres han muerto y renacen en Cristo con una nueva identidad.
Previo al Concilio Vaticano Segundo -realizado entre 1962 y 1965 por el Papa Juan XXIII que tenía como objetivo "modernizar" los conceptos de la Iglesia, la perspectiva que se ofrecía ante el mundo y actualizar muchos protocolos-, ya se acostumbraba renunciar al nombre civil y adoptar uno nuevo una vez que se tomaban los votos. Sin embargo, después del Concilio Vaticano Segundo esta fue una de las costumbres que prevaleció debido a su gran significado, ya que la nueva identidad dentro de la vida religiosa y la comunidad monástica es el único objetivo a partir de la ceremonia de investidura que realizan las monjas.
Cómo se elige en nuevo nombre de las monjas
Ya que se renuncia a la identidad previa a la vida religiosa, el nombre que se elige debe ser un nombre cristiano -lo cual tiene mucho significado ya que estamos hablando del contexto católico- que se relacione directamente con una nueva vida de consagración.
Los nombres que se eligen deben estar asociados a santos, santas o personajes que sean un modelo de caridad. Nombres que inspiren con sus valores, virtudes y el camino de santidad que tomaron quienes usaron esos nombres. Es una luz que guía la vida de las religiosas y las incentiva a desarrollar una vida en la que la edificación espiritual y la devoción a Dios sean las bases.
Podría decirse que el cambio de nombre y la toma del hábito son el sello puesto a un pasado que funciona como un recuerdo lejano mientras se mira de frente un futuro de virtuosismo, fervor y devoción. Es una decisión tan simbólica y significativa que tiene el peso suficiente como para que se tome no solo como el inicio de una nueva etapa, sino de una nueva vida.
Qué representa cambiarse el nombre al volverse monja
Actualmente ya no es obligatorio que las monjas adopten un nuevo nombre; se les permite -dependiendo a qué orden pertenezcan- que conserven sus nombres de civiles, y si ellas lo prefieren, pueden adoptar un "apellido religioso", que funciona como un agregado al nombre civil, tal como "Juana de la purificación de Jesús" o "Rosa de la Santa Trinidad de Cristo". Lo que también les da un sentido de pertenencia, identidad y comunidad.
Las monjas llevan una vida que al mundo le parece misteriosa, pero no sabemos que hay protocolos, estudios y preparaciones que las transforman desde el espíritu y la mente para abrazar una nueva vida y una nueva identidad al servicio de Dios.
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