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¿Cómo ser una misma sin perder la dignidad?

Por: revista Central 22 julio 2016 • 2 minutos de lectura

Ser mujer y pagar el precio por la dignidad, enfrentar al destino con la cara en alto, sin vergüenza. Del color de la leche de Nell Leyshon (reseña).

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Imagen: Sexto Piso

“este es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano… me llamo mary y he aprendido a deletrear mi nombre. eme. a. erre. i griega”, esta frase sonará como un eco o un incómodo coro griego a lo largo de la historia. Lo escucharemos cada vez que Mary necesite respirar, encontrar el coraje para terminar su historia. ¿Pero por qué alguien se tomaría de la molestia de enfatizar lo obvio o lo absurdo? ¿Qué nos importa si sabe deletrear o no su nombre? Porque aprender a leer fue el único deseo del que Mary fue consciente hasta sus quince años de edad.

La enseñanza de la escritura constituye uno de los actos más violentos impuestos sobre otro ser humano, y sin embargo, los personajes que aprenden a leer o que ocultan que no saben interpretar la letra escrita, lo hacen porque de ello depende su dignidad; como ejemplo tenemos a los protagonistas de La perla de Jonh Steinbeck, El lector de Berhand Shlink o Las analfabetas de Pablo Paredes.

La historia comienza cuando el padre de Mary la envía a trabajar a la casa del vicario, un hombre mayor y respetado por la comunidad, para que lo ayude a cuidar a su esposa. La niña se sabe ganar un espacio en la familia y el vicario comienza a darle lecciones para que aprenda a leer, y Mary descubre que un mundo que la hará diferente a su familia y que hará que su abuelo se sienta orgulloso de ella. Sin embargo, cuando la esposa muere, el vicario visita a Mary por las noches.

“empezó a llorar. y, por primera vez desde que vino a mi habitación por la noche, hablamos.
¿por qué llora, le pregunté.
me siento culpable.

entonces no venga aquí arriba. si se siente culpable es porque está mal, así que no lo haga.
pero me ha hecho feliz.
¿así que lo hace feliz y culpable?
sí.
¿y no puede sentir una cosa sin la otra?
no.
entonces no venga aquí arriba. porque así no se va a sentir culpable.
pero quiero ser feliz”

Como dice el poeta Miguel Aguilar Carrillo, “Lo ideal sería la respuesta contundente | El sí o el no / tajante deliberado”. Pero los seres humanos estamos condenados a tener deseo sobre deseo: desearíamos no desear a alguien, o desearíamos desear algo que nos hace bien en lugar de apretar continuamente el botón de autodestrucción. Y el vicario decide ser “víctima de su pasión”, como sentenció Proust, como todos lo hemos sido alguna vez en mayor o menor medida, sin que esto justifique las acciones. El vicario paga el precio, al igual que Mary. Hay errores que se pagan con la muerte; nacer, por ejemplo.

El color de la leche, escrito por Nell Leyshon y publicado por editorial Sexto Piso, podría considerarse una reinterpretación del mito de Antígona, pues contiene los cinco elementos que detecto Steiner en ese texto de Sófocles: “el enfrentamiento entre hombres y mujeres; entre la senectud y la juventud; entre la sociedad y el individuo; entre los vivos y los muertos; entre los hombres y Dios (o los dioses)”. El texto trata sobe una mujer que decide pagar el precio por mantener su dignidad, enfrentar al destino con la cara en alto, sin vergüenza. Quizá las últimas palabras de Mary serían las de Antígona “Puede que me equivoque pero sigo siendo yo”, y este libro se convierte exposición de motivos, una expiación.

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