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La más normal de las violencias

Por: Por Jacqueline L’Hoist* y Azalea Marrujo** (Edición de Luisa Martínez) 25 noviembre 2020 • 5 minutos de lectura

Es cierto que la violencia no discrimina: nos toca a cada persona, de distintas formas y en diferentes intensidades. Sin embargo, entender que los niveles de odio son transversales, deja claro que hay grupos que, aún hoy, son más vulnerables que otros. La vida de las mujeres ha sido, históricamente, una de las más transgredidas en este mapa.

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Ilustración de Miguel Franco

En un mundo en el que las diferencias no tendrían que ser defectos y todas las personasn deberíamos contar con las mismas posibilidades de desarrollarnos en libertad, recibiendo un trato igualitario y sin discriminación, la violencia hacia las mujeres –por el simple hecho de serlo– es una lamentable realidad que forma parte de la cotidianidad.

La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer fue emitida por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1993. A la violencia contra la mujer se le definió como: “Todo acto que tenga o pueda tener como resultado el daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, así como las amenazas de dichos actos o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

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Ilustración de Miguel Franco

¿Violencia de género o violencia hacia la mujer?

La primera es aquella que se ejerce contra cualquier persona o grupo, sobre la base de su orientación sexual, identidad de género o sexo, y puede ser de tipo física, sexual o psicológica.

En el caso específico de las mujeres, lo correcto es hablar de violencia hacia las mujeres basada en su género; es decir, se les violenta por el hecho de ser mujeres, porque existe una percepción del género femenino como inferior, como propiedad de alguien más, como objeto sexual o como personas hechas para subordinarse; por tanto, las que no cumplen con estos roles de género impuestos son víctimas de múltiples tipos de violencia, siendo las más graves la sexual y el feminicidio.

La violencia que no mata ni deja huella física es más peligrosa de lo que pensamos.

Micromachismo: el origen de la violencia sistematizada

La violencia que no mata ni deja huella física es más peligrosa de lo que pensamos. Es fácil determinar que las cifras alarmantes de crímenes de odio contra la mujer tienen que ver con elementos ajenos a nuestra vida cotidiana, porque en nuestra casa y nuestros círculos no hay violadores, golpeadores o feminicidas.

Sin embargo, la realidad es que todos y todas –sí, las mujeres también– nos hemos encargado de perpetuar el problema por medio de pequeñas acciones que alimentan la idea de que la mujer es un objeto que debe cuadrarse a roles y condiciones. Estos son algunos ejemplos de microviolencia normalizada, la cual impacta en la cruda realidad de las mujeres en México:

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Ilustración de Miguel Franco

•Asumir que si una mujer tiene éxito profesional, es porque se relacionó sexualmente con alguien.

•Creer que una madre no puede ser profesional o que una profesionista no puede ser madre.

•Ver mal que una mujer sea la proveedora económica en un hogar y/o que el hombre sea el encargado de la crianza y las labores domésticas.

•Hacer comentarios sobre el físico de una mujer que no los ha pedido.

•Anteponer el placer sexual del hombre.

•Considerar lógico que a una mujer la agredan por cómo se viste, por salir sola o por llegar tarde a casa.

•Justificar una violación si la víctima ingirió alcohol o drogas.

•Consumir pornografía que evoca a violaciones o abusos.

•Mansplaining: Sentir la necesidad de explicarle algo a una mujer sin que ella lo pida o en un tono condescendiente.

•Slut shaming: Juzgar a una mujer por ser sexualmente activa.

•Publicar conversaciones o imágenes sensibles que una mujer compartió inicialmente en privado.

•Atribuir a la mujer características relacionadas únicamente con la femineidad construida socialmente (delicadeza, sensibilidad, fragilidad física, etcétera), y aceptar como cierto que la que no cumple con éstas es “menos mujer”.

•Pensar que una mujer debe “darse a respetar” (como si el respeto no fuera algo que todas las personas merecemos sólo por el hecho de serlo).

• Fomentar la idea de control y sometimiento (como en el caso hipotético de que el hombre paga la cuenta, y se da “por sentado” que la mujer tiene algún compromiso sexual con él por ello).

¿En cuántos has participado tú? ¿Fuiste víctima o cómplice?

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Las principales razones por las que se callan:

•Revictimización (sufrir consecuencias extras después de la denuncia).

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Ilustración de Miguel Franco

•Miedo a represalias (institucional, pública o por parte de los agresores iniciales).

•Vergüenza (por las implicaciones sociales que tiene el tabú de la sexualidad en la mujer).

•Normalización de la violencia (las víctimas no saben que son víctimas).

Guía del acoso

Es normal tener dudas sobre cuáles son los límites entre ser víctimas o agresores. Por eso, Jaqueline L’Hoist comparte en Central esta guía rápida que, sin duda, te dará herramientas para analizar con claridad tu papel en el círculo de violencia contra otras personas.

¿Qué es el acoso sexual?
Son acciones que violentan los límites personales en relación con el contacto físico y la sexualidad. Atenta contra la dignidad, y la integridad física y psicológica de la persona que está siendo acosada, colocándola en calidad de objeto. Es un delito tipificado en los ordenamientos jurídicos del país.

¿Quién puede acosar?
Todas las personas –así como todas podemos ser víctimas de acoso sexual.

¿Cómo saber si es acoso?
Su principal característica es que no es consensuado y que implica siempre algún tipo de abuso. Se clasifica así:

•Físico: Contacto deliberado de tipo lascivo y no solicitado.

•Verbal: Comentarios repetitivos de carácter sexual –por lo regular son acerca del cuerpo, la apariencia o el estilo de vida de las personas.

•Gestual: Señas y gestos repetitivos de carácter sexual.

•Escrito: Cualquier mensaje o imagen de connotación sexual no solicitada.

•Coercitivo: Comportamiento abierto o encubierto usado para controlar, influenciar o afectar la vida de otra persona mediante promesas o amenazas con relación a favores sexuales.

Existe una percepción del género femenino como propiedad de alguien más, como objeto sexual o como personas hechas para subordinarse.
Jacqueline L’Hoist
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Ilustración de Miguel Franco

Tres cosas que ya no deberíamos pensar ni decir:

1. “Hay casos en que las personas pueden provocar ser víctimas de acoso sexual con sus actitudes, estilo de vida o apariencia”.
Esta es una excusa usada generalmente por quienes acosan. En un caso de acoso, la responsabilidad nunca es de la víctima, y todas las personas pueden sufrir acoso sexual, independientemente de su apariencia o actitudes.

2. “Si la víctima no lo denunció antes, ahora está exagerando”.
El acoso sexual es rara vez denunciado. Además, sucede en lo privado, por lo que es difícil comprobarlo.

3. “Las personas que acosan tienen problemas mentales”.
La violencia no es una enfermedad mental, es una elección. Todas las personas pueden ejercer y recibir violencia.

*Jacqueline L’Hoist Tapia
Directora de la Unidad de Género de TV Azteca. Licenciada en Seguridad Pública con doctorado honoris causa por IMLE. Fundó y presidió el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la CDMX (Copred). Fue secretaria ejecutiva de la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX, y la primera mujer en recibir el Premio de derechos humanos René Cassin.

**Azalea Alejandra Marrufo Díaz
Coordinadora de atención a víctimas de la Unidad de Género de TV Azteca. Psicóloga egresada de la UNAM. Por más de una década, ha dedicado su quehacer profesional a la atención integral de mujeres víctimas de violencia.

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