Edward Hopper es de esos artistas que, sin importar la edad que tengas, reconoces al menos uno de sus cuadros, pues el icónico Nighthawks (Noctámbulos, en español) es un trabajo que se ha convertido en un punto de referencia en la cultura popular. Este, incluso, ha sido parodiado y homenajeado en la televisión, el arte y el cine en incontables ocasiones, pero esta no es la única de las obras que definen al artista.

Hopper es la definición inmortalizada de la cultura estadounidense del siglo XX, pues el pincel de este norteamericano, nacido el 22 de julio de 1882 en Nueva York, no solo retrataba los espacios de las personas durante la primera mitad de los 1900. Las pinturas del artista neoyorquino reflejaban una sociedad aislada, donde podíamos ver la soledad de las personas, incluso estando acompañadas, además del contexto laboral y cotidiano de todas las clases sociales.
Sin más preámbulos, te presentamos aquí algunas de las obras más representativas del maestro del realismo estadounidense, Edward Hopper, que no son Nighthawks:
1. Muchacha cosiendo a máquina
Al observar el trabajo detrás de Muchacha cosiendo a máquina, podemos captar la realidad cotidiana de muchas mujeres de las primeras décadas del siglo XX, quienes estaban relegadas a trabajos muy de este estilo. En esta obra, Hopper juega con las luces de una forma casi fotográfica, que contrastan con las sombras que se proyectan desde el ángulo de la ventana.

2. Chop Suey
Esta obra de 1929 es una de las más reconocidas de Edward Hopper, y la más cara en su trayectoria, pues se vendió en 2018 por la módica cantidad de 92 millones de dólares.

3. La autómata
El reflejo de la soledad se hace claro en La autómata, obra de Hopper terminada en 1927, que nos muestra a una mujer sentada en una cafetería, con la mirada baja y una mesa vacía. Una de las maravillas de esta pintura es que nos da la sensación como si en realidad nos encontráramos dentro del mismo restaurante, viendo fijamente a esta chica, quien le da la espalda a una ventana que refleja las luces nocturnas.

4. Vestíbulo del hotel
Titulada en inglés como Hotel Lobby, esta es una de solo dos piezas que Hopper pintó que se llevan a cabo en un hotel, aun manteniendo los temas de aislamiento y soledad, Los detalles de este trabajo son minuciosos e impresionantes. Entre estos, se puede notar el cuadro de un paisaje enmarcado sobre algunos de los huéspedes, el restaurante tras las cortinillas o las columnas que sostienen la recepción.

5. Oficina de noche
Oficina de noche surge, no de un momento en específico, si no, de una experiencia constante en la vida de Edwrd Hopper, pues este confesó a Norman A. Geske, curador del Walker Art Center, donde se encuentra la pintura desde 1948, que esta escena era frecuente cuando el artista viajaba por el tren de Nueva York, al pasar por los edificios y mirar irremediablemente por las ventanas de las oficinas cercanas.

6. Domingo por la mañana
Contrastando con los teas nocturnos y de soledad, Domingo por la mañana es una postal hermosa de Edward Hopper que hace al espectador sentir una paz irremediable, mientras ve un grupo de negocios de clase media, que son iluminados por el sol del amanecer.

7. Niño y luna
Una de las obras más enigmáticas y desconocidas de Edward Hopper es Niño y luna, donde podemos ver un estilo muy distinto a su realismo frecuente, pues esta es una ilustración que contrasta al resto con un toque de surrealismo.

8. Faro a dos luces
Nada grita más aislamiento y soledad que un faro, especialmente si este fue trazado por Edward Hopper, que tomó de inspiración Maine, para darse un respiro de la urbanidad excesiva de su natal Nueva York. La soledad de esta obra transmite paz, e incluso, casi se puede respirar el aire puro y escuchar el viento de este paisaje de Hopper.

Fuentes:
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