Por Dr. Manuel Ibáñez Arnal , Universidad CEU Cardenal Herrera
A veces una silla no parece una silla. Tiene forma de labios, está hecha de arena comprimida o es tan monumental que se exhibe en un museo. Otras veces, un exprimidor parece una escultura alienígena. O una lámpara tiene cuerpo de caballo.
Estos objetos existen. Se diseñan, se venden, se coleccionan. Pero su razón de ser ya no es tanto servir a la sociedad, sino provocar o emocionar. Son productos nacidos bajo la lógica del arte: herederos de un movimiento que cambió la forma en que entendemos los objetos .

Del urinario de Duchamp al sofá de labios
En 1917, Marcel Duchamp firmó un urinario y lo presentó como obra de arte con el título Fountain. Este gesto fundacional defendía que un objeto común podía convertirse en arte si se sacaba de contexto y se le atribuía una intención .
En las décadas siguientes, artistas como Salvador Dalí , Meret Oppenheim o Man Ray exploraron la relación entre objetos y metáfora. Una taza forrada de piel, una lámpara con forma de ojo o un teléfono-langosta se convirtieron en símbolos de una estética que jugaba con el deseo, lo absurdo y lo onírico.
Mientras, diseñadores como Achille Castiglioni , Ettore Sottsass o colectivos como Memphis Group y Droog Design llevaron ese espíritu al diseño industrial. Así nacieron objetos como la lámpara Arco, el sofá Bocca o los cajones encontrados de Tejo Remy . En todos ellos, el objeto dejaba de ser solo útil: ahora era también narrativa visual .

El auge del diseño como espectáculo
Desde la década de 1980 hasta hoy, el diseño ha seguido acercándose al arte. El llamado design-art o diseño coleccionable se ha consolidado como una corriente que busca no tanto resolver problemas como generar experiencias estéticas .
Ferias como Design Miami o Collectible lo han institucionalizado, y es habitual ver piezas únicas de mobiliario en galerías y museos. Estas obras –hechas en ediciones limitadas, a menudo irreproducibles– están dirigidas a un público más próximo al arte que al diseño de uso cotidiano .

Esta evolución ha permitido explorar nuevas formas de expresión, pero también ha generado una confusión persistente: ¿todo lo que tiene forma de objeto útil es diseño?
Cuando el diseño olvida su propósito
Frente a este enfoque simbólico o contemplativo, existe una disciplina con décadas de trayectoria, menos mediática pero esencial: la ingeniería de diseño .
Aquí el objeto no se concibe como una metáfora, sino como un sistema técnico. Se diseñan herramientas, productos y dispositivos que responden a exigencias reales: físicas, humanas, ambientales, económicas. Esto implica integrar materiales, procesos de fabricación, ergonomía, análisis estructural, sostenibilidad, costes y validación técnica. Se trata de objetos cotidianos que están presentes en nuestra vida, a menudo pasando desapercibidos porque su valor principal no reside en su apariencia visual, aunque esta tampoco se descuida.
En la ingeniería de diseño, la creatividad se entiende como una capacidad puesta al servicio de la resolución efectiva de problemas, no como una fuerza irracional e ingobernable. Durante los últimos años, especialmente, en la actualidad, esta disciplina desarrolla productos mediante el flujo de trabajo conocido como CAD/CAE/CAM , siglas en inglés de diseño, ingeniería y fabricación asistidos por ordenador.
Este enfoque utiliza métodos técnicos, objetivos y científicos para abordar problemas derivados de la fabricación, tales como la optimización de costes, el ahorro de materiales, el estudio del ciclo de vida de los productos y la reducción del impacto ambiental. No es relevante su autor, sino garantizar soluciones técnicas robustas, atendiendo siempre a la interacción del producto con el usuario final, esté definido o aún por descubrir.
Modelos de ingeniería de diseño
Actualmente, existen ejemplos destacados en la ingeniería de diseño que demuestran su impacto real en sectores clave, impulsados por tecnologías emergentes. La fabricación aditiva metálica , por ejemplo, permite producir piezas complejas capa a capa, imposibles de lograr con métodos tradicionales. Combinada con la optimización topológica , que reduce el material innecesario en una pieza manteniendo su desempeño estructural, es posible obtener componentes más ligeros, eficientes y sostenibles.
Impresión 3D de metales en la industria automotriz, un ejemplo de ingeniería de diseño. Manuel Ibáñez.Asimismo, gracias a herramientas computacionales de análisis mecánico, térmico y aerodinámico, podemos anticipar el comportamiento de sus diseños en entornos virtuales, reduciendo drásticamente los tiempos de desarrollo y los costes asociados a prototipos físicos. Sectores como la automoción, aeronáutica, medicina y bienes de consumo ya se benefician claramente de esta metodología.
Por ejemplo, la industria de movilidad ha logrado significativos ahorros en peso y combustible. En medicina, implantes personalizados generados mediante impresión 3D, que replican exactamente la anatomía del paciente, mejoran la integración del implante y reducen complicaciones postoperatorias.
El acto de “diseñar” representa una acción transformadora que va más allá de lo visual. Es una disciplina fundamental para abordar desafíos reales y concretos, cuyo propósito central es crear productos eficientes, funcionales y sostenibles que mejoran la vida cotidiana. No se trata de negar la importancia de la forma o la emoción, pero sí de recordarnos que, en este enfoque, el diseño no es discurso: es acción transformadora .
¿Por qué importa distinguir?
Vivimos en un mundo que demanda productos accesibles, eficientes y sostenibles. Y eso no se logra solo con provocación estética. Confundir diseño con arte puede ser sugerente, pero también puede diluir el valor social y técnico de la ingeniería de diseño. Mientras el arte-objeto nos invita a contemplar e imaginar, la ingeniería de diseño hace posible lo imaginable.
La distinción no busca dividir, sino comprender mejor los fines y compromisos de cada práctica. El diseño artístico puede ser bello, crítico y necesario. Pero no puede sustituir al diseño técnico cuando lo que está en juego es la salud, la movilidad, la energía o el acceso a recursos básicos.

En ese sentido, la ingeniería de diseño trabaja con usuarios reales, con materiales posibles, con producción responsable. Y su impacto es profundo, aunque, a menudo, invisible.
El arte-objeto ha enriquecido el mundo del diseño con nuevos lenguajes, metáforas y provocaciones. Sin embargo, no debemos olvidar que diseñar también es resolver. Y que, frente al espectáculo visual, el objeto sigue siendo, ante todo, una herramienta para transformar la realidad.
Mientras uno emociona, el otro habilita. Mientras uno representa, el otro construye. No olvidemos que, en un mundo urgido de soluciones, contemplar no basta.
Dr. Manuel Ibáñez Arnal , Coordinador de Máster en Inteligencia Artificial y Fabricación Aditiva para el Desarrollo de Productos // Docente Investigador del Grado en Ingeniería de Diseño Industrial y Desarrollo de Productos., Universidad CEU Cardenal Herrera
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation . Lea el original .
Suscríbete aquí a nuestro Newsletter para que estés al día con nuestros contenidos.