Cultura

Javier Senosiain: El terreno y su conocimiento es la base de todo proyecto arquitectónico

Por: Kristina Velfu 06–10–2025 • 14 minutos de lectura

Javier Senosiain ha aportado a la estética de nuestro país, obras fantásticas, de evocaciones extraordinarias que no dejan indiferente a nadie.

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Javier Senosiain: El terreno y su conocimiento es la base de todo proyecto arquitectónico
Foto: Antonio Cano
La diferencia entre artífice, artesano y artista, es que el artífice trabaja con las manos, el artesano trabaja con las manos y con la cabeza y el artista trabaja con las manos, con la cabeza y con el corazón.
Javier Senosiain.

Pocas actividades humanas, como la arquitectura, son capaces de transformar la vida por completo. Su conocimiento e investigación generan lugares habitables para estar en el mundo.

Cuando la arquitectura y el arte se conectan son capaces de proponer mundos fantásticos posibles, como sucede en las obras del arquitecto mexicano Javier Senosiain, baluarte contemporáneo de la arquitectura orgánica y quien, gracias a su propuesta estética y su fascinación por la naturaleza, ha logrado atraer a México a especialistas de todo el mundo, curiosos, entusiastas del arte y celebridades.

Hoy por hoy El Nido de Quetzalcóatl, un parque en construcción de su autoría, ubicado en Naucalpan, Estado de México, que aún no abre sus puertas al público por falta de permisos de operación, pero que de manera privada recibe visitas de todo el mundo y cuenta con departamentos para estancias cortas en medio de un bosque fantástico.

Senosiain logró con esta obra, como en otras de su autoría, resolver la geología y geografía del lugar a través de la creatividad. Sobre el terreno lleno de cuevas y zanjas imaginó una serpiente de colores que evoca a nuestra cultura prehispánica a la que los mexicanos otorgan un lugar sagrado y con ello generó un entorno apto para la meditación, la contemplación, la convivencia con la naturaleza y la sensación de plenitud a todo aquél que lo visita.

Su concepto recupera las formas naturales del cuerpo y de la vida, formas que son curvas, como el vientre materno, la forma de un abrazo, los nidos de las aves y las formas fluidas del cuerpo. Es así como los espacios sin esquinas reconfortan y devuelven al ser a sus lugares seguros. Esta simple observación y especial reto de construcción, genera la posibilidad de tener una experiencia más saludable de vida, en entornos verdes, llenos de oxígeno con olor a lavanda.

Senosiain con una personalidad sencilla con vocación de maestro y respuestas puntuales que demuestran la claridad de su pensamiento, compartió para Central su proceso creativo y su particular forma de entender el arte, a ese camino intelectual al que se le ponerle corazón para crear.

El Nido de Quetzalcóatl
Foto: Antonio Cano

enero 23, 2025 12:59 p. m. • 5 minutos de lectura

Los inicios del artista

Kristina Velfu (KV).- ¿Cómo se inició en la arquitectura?, ¿Cómo fue el día en que dijo, yo quiero ser arquitecto?
Javier Senosiain (JS).- No fue desde pequeño, sino que en la prepa cuando estudié no sabía que estudiar, aunque estaba consciente de que quería seguir estudiando, entonces me entró la duda entre ingeniería y arquitectura me hicieron un test y ahí me preguntaron si me gustaban los museos y total, salió que tenía vocación de ser arquitecto. Me metí a arquitectura y tuve la suerte de tener en primero y segundo semestre al maestro Mathias Goeritz. En los primeros semestres nos ponían música y uno tenía que representar ritmo y armonía. En los siguientes semestres empezabas a estudiar el volumen.
Pienso que influyó mucho en mí Mathias Goeritz, igual que al resto de mis compañeros.

K.V.-¿Cómo fue tomando rumbo hacia la arquitectura orgánica?
J.S.- Los primeros semestres había mucha libertad. Recuerdo los proyectos muy libres, luego ya mis proyectos fueron más constructivos porque los maestros eran muy estrictos y no te daban tanta libertad. Al final en la carrera para hacer la tésis uno tenía que ir a un pueblo para hacer una investigación y de acuerdo con eso proponer un tema. Yo propuse un centro cultural y deportivo y empecé a proponer espacios ortogonales y cuadrados. Llegó el momento en que me di cuenta de que el deporte es muy fluido y cambié el concepto por espacios curvos y a partir de ahí me entró una inquietud por las formas curvas que yo pienso que son más humanas.

K.V.- ¿Por qué?
J.S.- Porque te abrigan, te protegen, te sientes mucho más a gusto. Dan una sensación de serenidad, de tranquilidad. Es como el vientre materno. Es como cuando te sientes abrigado cuando te dan un abrazo. Las curvas te atraen y son más próximos a la vida y espacios mucho más afectivos.

K.V.- ¿Cuáles han sido sus proyectos más importantes?
J.S.- El primer proyecto de la Casa Orgánica es el que más me gusta porque me llevó varios años de investigación. Casi un año proyectándola y cuatro años en la construcción y fue una investigación a través de libros y viajes.

Hice un viaje por Europa cuando ya había empezado a hacer la Casa Orgánica, pero en el museo de Pompidou encontré un libro que se llama “Los velos de concreto”, ahí vi unas obras de ferrocemento y decidí modificar el viaje para ir a ver esas obras. Cuando regresé a México, hice un cambio en la casa orgánica porque eran dos ventanas y decidí cortar la parte del medio y hacer solamente una ventana más amplia.

Con esto quiero decirles que los viajes y los libros yo creo que ayudan mucho para desarrollar la propia obra. Es decir, yo creo que el leer y el viajar para los estudiantes que están terminando es muy, muy bueno. Muy importante.

Lo veo con mis alumnos que se van de intercambio y cuando regresan, el mundo se les abrió, llegan con otra mentalidad.

K.V.- ¿Hubo alguna resistencia, es decir que alguien le dijera, no es posible desarrollar este proyecto?
J.S.- Lo que pasa es que como era la casa para mi, pues yo era el cliente y yo tenía que resolver lo que me interesaba y me gustaba. Entonces, en ese aspecto tuve mucha suerte y no hubo resistencia. Y ya con un proyecto hecho ya se podía hacer lo demás.

Nido de Quetzalcóatl
Foto: Antonio Cano

El Nido de Quetzalcóatl y la adaptación al terreno

K.V.- ¿Y este espacio que es el Nido de Quetzalcóatl cómo surgió?
J.S.- Yo vivía aquí cerca, en Vista del Valle, y me propusieron conocer este terreno. Es común que cuando lotifican los fraccionamientos, los lotes más difíciles, sobre todo que están más accidentados, los dejan para el final para que sean conjuntos habitacionales, en este caso de 10 departamentos o 10 casas.

Cuando lo vi, pues dije, está de locos. Aquí nadie va a construir; pues no me convenció mucho. Sin embargo, después nos ofrecieron unos terrenos que estaban atrás y pensé, bueno, quizás se pueden comprar esos tres terrenos para tener la vista, porque aquí nadie va a construir, ¿no?

Los fraccionadores me insistieron mucho. Se ve que llevaban años y no lo vendían. Yo les decía que no, entonces le bajaban al precio. Ya cuando vieron que me empecé a interesar resultó que había cuevas y pues les dije que no otra vez. Entonces ellos se comprometieron que si se compraba, después de dar el anticipo, bajarían las cuevas y así fue.

K.V.- O sea que ¿hubo todo un proceso de tratamiento del terreno?
J.S.- Sí, sí, porque las bajaban y con esa tierra, luego compactaban cada 20 centímetros. Pero ya cuando nos dimos cuenta que había cuevas empecé a imaginar esas curvas como una serpiente.
Cuando se empezó el proyecto hicimos varios anteproyectos porque era muy difícil pues no sabíamos dónde ubicar la construcción, donde no estaba muy accidentado, con mucha pendiente y había muchos árboles y donde no había árboles, pues resultó que había cuevas. Entonces fue muy complicado.
Hicimos una maqueta con todas las curvas de nivel y colocamos un flotador con los que juegan los niños en la playa y lo colocamos enmaqueta y lo íbamos moviendo de acuerdo a las vistas y a la orientación. Ya sabíamos que ahí en ese tubo podían ir más o menos 10 viviendas. De ahí nace, no tanto el nido de Quetzalcóatl, porque no nos dimos cuenta que parecía una serpiente, sino era como un tubo.
Un día pensé, bueno, ¿qué tal si se le coloca la cabeza de una serpiente en la boca de la cueva? Fuimos a la maqueta con plastilina e hicimos la cabeza de la serpiente y nos dimos cuenta que parecía una serpiente virtual, o sea, que de la cabeza entraba por la cueva, luego se daba la vuelta, salía, brincaba como 20 metros, un claro de 20 metros, bajaba, se asentaba, volvía a subir y se volvía a meter el tubo. Pero ya cuando lo vimos en la maqueta con la cabeza, nos dimos cuenta que parecía una serpiente y dijimos, bueno, pues vamos a ponerle la cola a la serpiente. Junto al estacionamiento, en la entrada, se colocó el crótalo con el depósito de agua arriba, como si fuera el cascabel, abajo el espacio del conserje, más abajo el cuarto de máquinas y 10 bodeguitas, una para cada departamento. Entonces, una vez me pidieron para un reportaje de una revista hacer un artículo, mi esposa Paloma me ayudó y le puso de título El Nido de Quetzalcóatl.

Cuando uno entra uno por la cueva al fondo, había otras cuevas que las bajaron y quedó como un cráter y eso viene a ser como el nido, porque a todo lo que son como barandales para no caerte a la cañada, se le pusieron unos muros de 90 centímetros de altura como protección y después nos dimos cuenta que se podía rematar en un extremo del muro con la cabeza de una serpiente y en el otro con la cola de una serpiente, en este caso es la cabeza de cobre.

K.V.- ¿Y estas formas suceden en su cabeza, maestro?
J.V.- Más o menos, se va dando poco a poco, no es tanto que se hace una fantasía y la imaginación y cosas de esas, yo creo que lo que manda mucho es el terreno, el análisis del sitio es fundamental.

O sea que el proceso creativo es sobre la marcha un poco. Así es, yo creo que el 80% se da en el terreno, en el sitio y el 20% en el despacho y generalmente es al revés, un proyecto se lleva el 80% diseñado en el despacho y el 20% la supervisión arquitectónica en el lugar.

K.V.- Es muy interesante recuperar el simbolismo de la serpiente para la cultura mexicana, ¿Qué significa para usted?
J.S.- Yo creo que es muy importante en la cultura en general. Como todos sabemos Quetzalcóatl viene de la palabra del Quetzal, el Quetzal tiene las plumas iridescentes y de ahí vino la idea de pintar así el cuerpo de la serpiente. Quetzalcóatl es muy importante como símbolo en nuestra arquitectura prehispánica y creo que de alguna manera pues sí hay influencia en nuestras raíces. Algo que caracteriza la plástica mexicana es la volumetría pesada y el color.

Y la volumetría pesada pues viene desde las montañas de la Sierra Madre Oriental, la Sierra Madre Occidental, que de alguna manera los indígenas las observaban y plasmaron esa volumetría en sus pirámides y en su escultura. Vienen los españoles y hacen haciendas y conventos también de piedra y no sé si de chiripa pero también tienen una volumetría pesada.

Otro ejemplo es la arquitectura contemporánea en Ciudad Universitaria pues vemos como los arquitectos en la mayoría de sus obras tienen mucho color y tienen también volumetría pesada como en la biblioteca, los frontones y el mismo estadio.

Lamentablemente las nuevas generaciones no estan tomando en cuenta nuestras raíces.
Tamayo comentaba que la pintura es universal pero debe de llevar un acento muy marcado del lugar y yo parafraseando a Tamayo pienso que la arquitectura es universal pero debe de llevar un acento muy marcado del lugar.

Así, que sí creo que se tomaron en cuenta de alguna manera nuestras raíces y también creo que es muy importante integrar la obra a la naturaleza.

Obra arquitectónica de Javier Senosiain
Foto: Antonio Cano

K.V.- Aquí hay mucha inspiración en la naturaleza. ¿Su obra se integra totalmente a ella?.
J.S.- Sí, esa es la intención, que se integre.
Todo eso es a lo que Juan O’Gorman le llamaba tomar en cuenta las condicionantes geográficas y las condicionantes culturales. Entonces esas dos condicionantes creo que son muy importantes.

K.V.- ¿Se esperaba que vinieran estas grandes estrellas del pop a fotografiarse a sus espacios, que haya listas de espera para hospedarse aquí, para entrar al parque y tanta viralidad en las redes sociales?, ¿Esperaba este fenómeno?
J.S.- No, no, nunca. Uno lo va haciendo esto poco a poco y va habiendo gente interesada. Y con el tiempo, pues, sí, ha habido varias, sobre todo, cantantes, artistas que les interesa venir a conocer este conjunto. Y también viene gente de todo el mundo.

O sea, de pronto vienes aquí y la gente habla otro idioma. De donde más vienen es de Nueva York, de California y de Los Ángeles. Yo creo que se pasan a voz.

K.V.-¿El proyecto abrirá al público o va a continuar con citas privadas?
J.S.- No nos han dado los permisos. La idea es y el objetivo es que sea un parque privado y que se abra al público dentro de unos años. Que con las entradas se pague el mantenimiento, la restauración y la operación del parque, pero todavía no sucede.

marzo 13, 2024 02:31 p. m. • 18 minutos de lectura

La arquitectura orgánica como herencia

K.V.- ¿Considera usted que es el heredero de la arquitectura orgánica como el siguiente Juan O’Gorman?

J.S.- No, es chistoso, porque yo no conocí la Casa Cueva de Juan O’Gorman. Salí de la universidad en el 72. Él murió en el 78. Yo pude haber tenido seis años para conocerlo o conocer el proyecto.

Conocía la biblioteca, pero hasta ahí. Y con Carlos Lazo me pasó lo mismo. Él hizo unas cuevas civilizadas, una casa interesante en Sierra Leona, en Las Lomas de Chapultepec en la Ciudad de México y yo lo conocí ya después, de que estaba haciendo la Casa Orgánica. Sin embargo, a posteriori, pero de alguna manera, hay mucha influencia.

Recientemente he estudiado la obra de Juan O’Gorman y de Carlos Lazo. De los dos. De hecho, en una exposición en el Museo Noguchi en Nueva York, que se llamó Alabanza a las Cuevas hubo obra de Carlos Lazo, de Juan O’Gorman, de Mathias Goeritz y mía.

Bueno, yo creo que de pronto hay ciertos momentos en que el conocimiento tiene sus conexiones, aunque no sean directas. Como que hay cosas en común de diferentes épocas y pues a mí me encanta conocer todas esas obras.

K.V.- ¿Usted se aventaría el proyecto de reconstruir la Casa Cueva de Juan O´Gorman?
J.S.- Yo sí lo pensé un tiempo, pero actualmente no tenemos casi gente preparada para restaurarla. Ya murió la persona que restauraba los murales de la época.

Es sólo restaurarla porque ahí siguen los murales. Creo que hay criticas muy injustas a Helen Escobedo, tendriamos que haber estado en sus circunstancias y en su tiempo.

Javier. Senosiain
Foto: Antonio Cano

La tumba de José Alfredo Jiménez y su epitafio auditivo “la vida no vale nada”

K.V.- Platíqueme de esa tumba legendaria que usted diseñó …
J.S.- A mí me pidieron que remodelara la tumba de José Alfredo Jiménez. Habian hecho una capilla como de 8 metros por 8. Y era un lote de 20 metros de largo, que lo regaló el municipio allá, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Cuando lo vi, pues la verdad, no me gustó. Un estilo grecolatino bastante feito. Y dije, pues qué le remodelo a esto. Propuse una nueva tumba y básicamente quedó, después de hacer varios anteproyectos, con dos partes. La primera parte es un sobrero charro y la segunda el zarape de saltillo, que es algo muy característico de la vestimenta de José Alfredo Jiménez.

Va serpenteando, más bien zarampeando, y en él vienen los nombres de las canciones más representativas. En la parte de atrás del sombrero, en la copa, tiene lo que le llaman las cuatro pedradas y esas cuatro pedradas produce una cruz que se puso un vitral azul, que en determinada época se proyecta sobre el epitafio.

El epitafio dice “la vida no vale nada”. Está hecho con pedacería de azulejo de Dolores Hidalgo Guanajuato, que por cierto el cura Miguel Hidalgo y Costilla enseñó a los campesinos a trabajar esta artesanía en el lugar.

La idea era que cuando llegaran los guías con los turistas, por medio de un sensor, José Alfredo empezara a cantar, “no vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba”.

Pero a la mera hora, a su hija no le convenció, dijo que era una falta de respeto al cementerio y ya no se hizo. Quizás el día de mañana se retome esa idea. Porque ya sería una experiencia completa, con todos los sentidos y un homenaje también.

K.V.- ¿Y cómo fue construirla?
J.S.- Me acuerdo que nos levantábamos temprano, porque con los muchachos se tenía que ir tempranito, tomaban tamales y íbamos al panteón. Y ya cuando estaban haciendo la cimentación, que es la tumba, o sea, lo que es el sombrero yo tenía miedo, porque sabíamos que el ataúd estaba abajo y se estaba excavandocon el pico.

La verdad, tenía miedo de llegar al ataúd o algo, y de repente, meten el pico y se oye así como un sonido y salió como aire. Dijimos, “chin… ya llegamos al ataúd”

Pero no, ya los panteoneros nos comentaron que cuando entierran a la gente, quedan unas como burbujas de aire caliente y que eso es lo que pasó. Lo que sonó así.
Todo el mundo se asustó.

Obra Javier Senosiain
Antonio Cano

El futuro es el presente

K.V.- ¿Qué sigue para Javier Senosiain?
J.S.- Mi intención es seguir con el proyecto del parque y seguir con la arquitectura porque me apasiona, aunque ahora con más tranquilidad.

En este momento de mi vida paso sólo 3 o 4 horas en el despacho. Los domingos juego en un equipo de futbol de veteranos de mayores de 65 años y sobre todo disfruto estar con la familia.

Javier Senosiain es como sus obras, sereno y templado. Encuentra la forma indicada de aterrizar ideas abstractas que surgen de su imaginación, la exploración del terreno con el que está trabajando. Así la propia naturaleza y geología de donde edifica es la que le dicta el camino a seguir. En su proceso creativo se permite la improvisación controlada y la forma fluida de ejercer la creatividad.

El Nido de Quetzalcóatl se encuentra en Naucalpan, Estado de México en la zona del Bosque de los Remedios y se puede visitar bajo estrictas citas. Cuenta con el apoyo de jóvenes arquitectos que dan las visitas guiadas por cada uno de sus espacios, donde resaltan por ejemplo el invernadero que es un espacio con una fuente en medio de vitrales, los espejos de agua y el anfiteatro de pasto.

Entre sus obras emblemáticas está también la Casa Orgánica que ya no habita, pero en la que fundó su familia y donde vivieron mucho tiempo. Este inmueble actualmente se encuentra cerrado al público derivado de incomodidad de los vecinos por el movimiento de visitantes.

La tumba de José Alfredo Jiménez en Guanajuato, es para obligada para todos los visitantes, pues su colorido y monumentalidad, así como la calidad conceptual de la obra la han convertido en un punto referencia para conocer el espítu de México.

Así Senosiain ha aportado a la estética de nuestro país, obras fantásticas, de evocaciones extraordinarias que no dejan indiferente a nadie.

mayo 28, 2025 09:03 p. m. • 8 minutos de lectura

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