Chaplin es un ícono de la historia del séptimo arte, su ingenio y creatividad lo llevó a ser sumamente exitoso en la era del cine mudo, lo que nunca imaginó en vida es que tras su muerte sucediera un cómico pero macabro acontecimiento que al día de hoy permanece casi olvidado: el secuestro de su ataúd.
De la muerte al secuestro de Chaplin
Charles Chaplin, el actor detrás del encantador y humorístico Charlot, falleció a sus 88 años el 25 de diciembre de 1977 en el calor de su hogar, la casona de Corsier-Sur-Vevey en Suiza.
Casi tres meses después, la madrugada del 2 de marzo de 1978, ocurrió lo que nadie nunca se imaginó, dos personas robaron el ataúd de Chaplin en el cementerio de Corsier.
Al inició se llegó a pensar que todo se trató de un acto de fanatismo, sin embargo, no se trató de nada más que un secuestro, pues se pidió una recompensa para devolver el gran ataúd de roble con los restos del director y escritor.
La noticia llegó a la mansión de los Chaplin cuando recibieron una llamada para pedir seiscientos mil francos suizos (ahora casi medio millón de euros, y aproximadamente más de 10 millones de pesos mexicanos) a cambio de devolver el cadáver.
De esta manera, la cuarta y última esposa de Charles, Oona O´Neill, mejor conocida como Lady Chaplin y quien fuera hija del dramaturgo Eugene O’Neill, supo que todo se trataba de un secuestro.
¿La viuda de Chaplin pagó o no por recuperar los restos?
Aunque el personal del servicio de la casa estaba profundamente conmocionado por la tragedia y la cantidad exorbitante de dinero exigida a manos de los secuestradores, la viuda de Chaplin se mostró tranquila.
Se dice que la lógica de Oona O’Neill ante el escenario fue dar la negativa del pago a razón de que Chaplin nunca lo hubiese permitido: “Charles habría encontrado todo esto muy ridículo”, asentó.
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Así fue como el par de secuestradores disminuyeron la cifra de setecientos mil francos suizos a seiscientos mil dólares, confiados en que la familia lo pagaría debido a la jugosa herencia que dejó el actor.
Estaban tan equivocados como locos, pues aunque la cantidad exigida continuaba bajando, la familia nunca desistió, todas las respuestas fueron negativas, lo pagarían por recuperar el ataúd con los restos.
Las causas detrás del secuestro existían a raja tabla sobre miles de hipótesis, desde que era un hecho producto del resentimiento nazi hasta que eran fanáticos que buscaban enterrarlo en su país natal, Inglaterra.
Tras varios días de zozobra y sin que la policía encontrara el ataúd, al final, Oona decidió negociar con ellos a fin de encontrarlos y que la policía los detuviera.
Así fue como un día la policía detuvo a Roman Wardas, un ciudadano de 24 años quien confesó que él y su cómplice, Gantscho Ganev, de 38 años, únicamente quisieron secuestrar el ataúd para recibir la jugosa recompensa y dejar a un lado la pobreza que los rodeaba.
También mencionaron que los restos de Charlot estaban enterrados en un campo de maíz, en otro distrito, alejado de la ubicación original entre los límites de Suiza y Francia.
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En seguida comenzaron las excavaciones y regresaron el ataúd al cementerio Corsier-sur-Vevey, donde años más tarde descansaron los restos de Oona O’Neill, tras su muerte en 1991.
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