El 19 de septiembre de 1985, la tierra tembló con tal intensidad que cambió para siempre el rostro de la Ciudad de México y la percepción del país ante los desastres naturales. Edificios colapsados, calles devastadas y miles de vidas perdidas dejaron una huella imborrable en la memoria colectiva.
Sin embargo, de esa tragedia también emergió una transformación: nacieron instituciones clave, se reformaron leyes y, sobre todo, se sembró una cultura de prevención que sigue salvando vidas. Esta es la historia del México que se reconstruyó no solo con concreto, sino también con conciencia.
¿Qué cambió en México tras el terremoto de 1985?
Centro Nacional de Prevención de Desastres
Tras las consecuencias devastadoras del terremoto de 1985, el Gobierno Federal tomó la iniciativa de crear el Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC). Simultáneamente, el gobierno de Japón ofreció apoyo técnico y científico a México para fortalecer el conocimiento en prevención de desastres sísmicos.
Por su parte, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) impulsó a su personal académico para desarrollar protocolos de emergencia y estrategias de mitigación. Gracias a la conjunción de estos esfuerzos, el 20 de septiembre de 1988 se fundó el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), una institución clave en la preparación y respuesta ante fenómenos naturales.

Sistema Nacional de Protección Civil
El terremoto del 85 también dejó al descubierto la falta de preparación del país frente a este tipo de eventos. La ausencia de un plan de emergencia provocó que la ciudadanía se organizara de manera espontánea para realizar labores de rescate.
Ante esta realidad, el Gobierno creó el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc), una entidad que coordina a nivel federal las acciones de prevención, atención y recuperación ante emergencias, fortaleciendo la capacidad de respuesta institucional.
Sistema de Alerta Sísmica
Como parte de las estrategias de prevención, se implementó el Sistema de Alerta Sísmica (SAS), que advierte con segundos de anticipación sobre la ocurrencia de un temblor, permitiendo evacuar o tomar precauciones a tiempo. Este mismo, comenzó a operar en la Ciudad de México en 1991.
En 2003 se puso en marcha el Sistema de Alerta Sísmica para Oaxaca (SASO) y, con el tiempo, la cobertura se amplió mediante SASMEX, incluyendo regiones de alto riesgo sísmico como Guerrero, Michoacán y Puebla.

Simulacros
A partir del terremoto de 1985, se establecieron programas de simulacros en escuelas, oficinas y espacios públicos, como parte de una política nacional para fomentar la cultura de la prevención.
Estos ejercicios permiten a la población practicar respuestas rápidas ante una emergencia y evaluar la eficacia de sus planes de evacuación. Gracias a los simulacros, millones de personas hoy saben cómo actuar en los primeros segundos de un sismo, cuando cada decisión cuenta.
Cambios en las normativas de construcción
El colapso de emblemáticos edificios como el Hotel Regis o el edificio Nuevo León reveló serias deficiencias en las prácticas constructivas de la época. A raíz del sismo, se reformó el Reglamento de Construcción de la Ciudad de México, endureciendo los requisitos técnicos.
Entre los cambios más importantes se encuentra la obligatoriedad del uso de concreto reforzado con acero y un mayor control en la distribución de cargas estructurales, lo cual ha permitido edificar con mayor seguridad en zonas sísmicas.

TOPOS
En medio del caos, un grupo de ciudadanos se organizó espontáneamente para rescatar a las víctimas entre los escombros. Pronto fueron conocidos como los TOPOS por su capacidad para ingresar en zonas colapsadas y su valentía.
En 1986, se formalizó la Brigada de Rescate Topos Tlaltelolco A.C., que desde entonces ha brindado ayuda humanitaria en desastres no solo en México, sino también en países como Turquía, Indonesia y Haití. Su labor representa uno de los mayores símbolos de solidaridad y resiliencia del pueblo mexicano.
Mochila de emergencia
Otra de las lecciones aprendidas tras el terremoto del 85 fue la importancia de contar con una mochila de emergencia. Este kit debe incluir artículos básicos para sobrevivir hasta 72 horas: agua, alimentos no perecederos, linterna, radio, documentos, medicamentos y artículos de higiene.
La mochila se ha convertido en una herramienta esencial dentro de la cultura de prevención en México, permitiendo una evacuación rápida y efectiva ante cualquier eventualidad.

Estrés postraumático
Más allá de las pérdidas materiales, el terremoto dejó profundas cicatrices emocionales. Desde las primeras horas, la Secretaría de Salud activó programas de atención psicológica, con la apertura de unidades psiquiátricas y la movilización de brigadas de apoyo emocional.
Investigaciones posteriores de la UNAM confirmaron que el estrés postraumático afecta a una parte significativa de las personas expuestas a sismos, y que en al menos el 20% de los casos puede durar hasta dos décadas. Por ello, hoy en día se promueve la capacitación en Primeros Auxilios Psicológicos para atender de manera adecuada a víctimas en crisis.
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