Ponte al día

Monólogo por turnos

Por: Daphne Ibarguengoytia 06 junio 2025 • 3 minutos de lectura

¿Cómo ha cambiado la comunicación íntima y personal a raíz de la tecnología? Daphne Ibarguengoytia reflexiona sobre cómo ahora nos comunicamos en monólogos por turnos.

Compartir:

monologos por turnos
Getty Images

¿Te has cachado en una larga conversación con una amiga o amigo donde se mandan audios de ida y vuelta, en lugar de tener un diálogo simultáneo y escuchar su voz al otro lado de la línea?

Esta forma de comunicarnos con audios la hemos ido adoptando con la tecnología, pero para las nuevas generaciones es algo completamente natural. Es casi la única manera que usan para hablar entre ellos. No llaman por teléfono ni sienten la necesidad de escuchar al otro en vivo. Se mandan notas de voz, stickers, emojis, frases sueltas. Para ellos, eso es una conversación. Y lo más curioso es que… ¡funciona! Se entienden. Se sienten cerca. Y nadie parece necesitar esa voz interrumpida que pregunta: “¿sigues ahí?”

Esto me hace pensar en cómo ha cambiado la comunicación íntima y personal a raíz de la tecnología.

Yo crecí con cinco mujeres en la misma casa, disputándonos el tiempo de la única —y súper codiciada— línea telefónica. Aquello era una locura. Teníamos el tiempo contado para hacer llamadas, y volverlas íntimas era misión imposible. Siempre había una de mis hermanas junto a mí, presionando para que colgara, o peor aún, interrumpiendo desde el otro aparato con un delicado: “¡ya cuelgaaaaa!”

mujer en su cama hablando por telefono de cable
Getty Images

Si en esos días alguien me hubiera dicho que en el futuro tendríamos dispositivos individuales para hacer llamadas y mandar mensajes de voz que llegarían en segundos al otro lado, jamás lo habría creído.

Y aquí estoy, treinta años después, intercambiando audios con mis amigas como si fueran cápsulas de pensamiento flotando en el tiempo. A veces tienen respuesta inmediata; otras, llegan tres días tarde, cuando ya se perdió el hilo, el sentido y la emoción del mensaje.

Y no es que esté mal. De hecho, me encanta poder dejarle a alguien un audio justo cuando tengo algo que decirle. Eso me ayuda a no postergar mis ideas. Pero a veces me pregunto si esto que ahora llamamos “comunicación” no es, en realidad, una especie de monólogo por turnos. Como si cada uno hablara solo, pero con público programado. Como si la necesidad de hablar fuera más urgente que la de escuchar, y el silencio del otro sirviera solo, para preparar la próxima frase.

Antes, cuando hablábamos en simultáneo, no teníamos tanto control. Lo que se decía, quedaba dicho. Lo que se sentía, salía sin filtro. No había margen para corregir, editar o borrar. Y esa falta de edición era lo que hacía tan humanas las conversaciones: tan libres, tan vivas. No teníamos tiempo para construir la frase perfecta ni para esconder del todo lo que sentíamos. Y ahí, justo ahí, sucedía la magia: en los titubeos, las carcajadas inesperadas, los cambios de tema abruptos. En la torpeza del momento presente.

No teníamos tiempo para construir la frase perfecta ni para esconder del todo lo que sentíamos.

Cuando los diálogos suceden en paralelo, hay algo más vulnerable y auténtico. Hay silencios incómodos que se atraviesan juntos. Antes teníamos más oportunidad de ejercitar ese cerebro primitivo que reacciona sin filtro cuando nos hacen una pregunta inesperada. Éramos amos de la espontaneidad: teníamos emociones en vivo, no en diferido.

Hoy, todo es más cómodo, sí… pero también más editado. Grabamos audios y los borramos antes de enviarlos. Escuchamos los de los demás en velocidad 2x, mientras salimos corriendo de la sala de juntas rumbo al baño, para optimizar los tiempos muertos.

Qué ironía: tanta tecnología para comunicarnos más… pero ahora, sentimos menos.
mensajeando enviando likes
Hands with mobile phones and social media likes on green and yellow background. Internet information. Concept of social media, influence, popularity, modern lifestyle. / Getty Images

No se trata de satanizar los audios (yo los uso muchísimo y de verdad pienso que son muy útiles). Pero quizás valga la pena preguntarnos si seguimos cultivando esos espacios donde realmente escuchamos al otro. Donde no solo mandamos información, sino que compartimos presencia.

Tal vez la clave esté en saber cuándo usarlos. En no convertir esta herramienta en otra automatización más de la vida moderna. En atrevernos a escuchar sin prisa, responder sin edición y permanecer no solo conectados… sino presentes.

Porque tal vez, entre tanto audio acumulado, lo que más necesitamos —de vez en cuando— es el silencio compartido de una llamada.

Lee más de Esquinas del tiempo de Daphen Ibargüengoytia dando clic aquí.

Suscríbete aquí a nuestro Newsletter para que estés al día con nuestros contenidos.

X