Bienestar

Una cuarentena que engorda

Por: Claudia Garibay 12 octubre 2020 • 2 minutos de lectura

El encierro que nos hemos visto forzados a seguir para evitar la propagación del COVID-19 ha tenido serias consecuencias a distintos niveles en nuestras vidas; una de estas –de las más evidentes y preocupantes– es el aumento de peso provocado por la falta de actividad física, pero sobre todo, por las malas decisiones tomadas al estar tan cerca del refrigerador y la alacena todo el día.

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Depressed woman eats cake

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Al inicio de la pandemia comenzaron a circular los infaltables memes. Buena parte de estos hacían referencia al sobrepeso que se esperaba casi fatalistamente como consecuencia de quedarnos en casa. El hastío y la pasividad de los que el confinamiento empezaba a hacernos cómplices, estaban siendo percibidos casi desde el inicio como caldos de cultivo perfectos para hacer de la comida el oasis del recluido.

Llamaba la atención que apenas llevábamos confinados unos días y la referencia al ineludible atracón era notable. Familias enteras se mostraban cómicamente redondas, con prendas pequeñas que de tanto estirarse por la desfachatez de la gordura dejaban ver con algo de orgullo simplón el ombligo al aire de cada uno de los integrantes de la familia en cuestión. La comida magnificaba así su papel.

¿Te estás comiendo tus emociones?

Claramente no se trataba de la comida que es necesaria para vivir, sino de la comida sin más, la que se emparenta con el ocio buscando medirse en otras lides mucho más imperiosas por la reclusión casi obligada, pero también mucho menos sanas, porque comer por comer siempre lidia con la posibilidad de abusar de la comida.

Sabemos que la desidia y su compañero de vida, el aburrimiento, encontraron en el confinamiento el escenario propicio para hacer de las suyas. Quienes viven solos han debido arreglárselas con su viernes “garnachero” como el Robinson Crusoe de la famosa novela de Daniel Defoe; quienes viven con otras personas seguramente han puesto a prueba –galleta en mano– la salud de su convivencia, pues pasar todas las horas del día al lado de las mismas personas tiende a provocar las desavenencias propias del ir y venir de lo cotidiano. Y es comprensible: el confinamiento está siendo largo y la ansiedad se acumula.

Una lucha difícil… y constante

Ante ello, los esfuerzos para resistir se merman poco a poco; algunas veces logramos sobreponernos, pero otras simplemente sucumbimos. En estos andares, comer constituye una acción con potencial de abuso. Lo anterior es parte de los nuevos retos que ha traído aparejado este tiempo raro en el que la vida se ensancha tanto como se achica, se desdobla o se arruga en múltiples capas y cachitos hasta dejarnos exhaustos de incertidumbre.

Pero las frecuentes escapadas al refri, la despensa o la cazuela no suelen traer buenos réditos, aunque sea en aras de la unidad familiar, en la que la comida tiene desde siempre un efecto afectivo y aglutinador. El resultado de comer de más siempre es el sobrepeso y los problemas de salud asociados a este; a pesar de que lo hagamos en familia, aprovechando la coincidencia, o buscando evadir el hastío con el azúcar y el almidón de aliados.

La comida no puede ser el sustituto de la compañía ni de la serenidad y la certidumbre que tanto necesitamos en estos momentos. Es necesario poner atención, ingerir alimentos ricos en nutrientes y hacer algo de ejercicio. Un cuerpo sano, bien alimentado y sin excesos contribuye a mantener la mente sanamente activa.

Es cierto que la pandemia nos llena de ansiedad e incertidumbre, pero la comida no juega un rol efectivo en su reducción.

Canalicemos los sentimientos negativos hacia otras actividades, diversifiquemos nuestros pasatiempos y, sobre todo, hagámonos cargo de nuestra salud. Es cierto que la pandemia nos llena de ansiedad e incertidumbre, pero la comida no juega un rol efectivo en su reducción.

Las consecuencias estéticas de engordar son lo de menos; lo importante siempre es la posibilidad de comprometer la salud física, emocional y mental si no estamos suficientemente atentos a esos momentos en que sentimos la tentación de gratificarnos por cualquier cosa a través del acto de comer.

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