Al mal se le han dado muchos vocablos y raíces etimológicas tales como; evil, evel, yfel, schlecht y böse, según el rastreo de las lenguas anglosajonas y romances, donde “el mal” se usaba como adjetivo para definir un acto o persona que ‘traspasaba una norma’, o bien ‘excedía los límites’; según el Oxford English Dictionary. Pero, ¿eso es el origen del mal? ¿Cuál es en realidad el origen de la maldad?
La palabra en sí surge para definir (al ser un adjetivo) actos que van más allá de lo preestablecido, de las normas, de los límites; pero quién le dio la carga a esa palabra, quién le colocó el estigma y la relegó a la inhumanidad, el desprecio, el odio. Esto es lo que los expertos dicen sobre el origen del mal y la maldad.
El concepto de maldad...

Para muchos estudiosos -y de diferentes disciplinas-, el concepto de maldad, o el rasgo de maldad, es inherente a la naturaleza humana. Es decir, la maldad se ve, desde los terrenos de la filosofía y la sociología, como el ejercicio de poder que tiene una persona para hacer daño a otros manifiestamente mientras lo disfruta.
El origen de la maldad se ha estudiado desde la psicología, la psicopatología, la sociología, la filosofía, la historia... Muchas disciplinas han sentido curiosidad por este fenómeno humano que encuentra gozo an lastimar o causar sufrimiento a los demás.
Para Freud, por ejemplo, tanto la maldad como la bondad están presentes en el ser humano. Pero la maldad se ve reflejada en lo que el llamó “pulsión de muerte”, algo que se mantiene en nuestro interior listo para surgir en cualquier momento. Cuando proyectamos estas pulsiones de muerte al exterior es cuando se convierte en agresión, violencia y maldad.
Para Carl Jung se trata del “arquetipo de la sombra”, es decir, el lado oscuro de nuestra psique, el que contiene la animalidad, agresión, inmoralidad, el instinto primario y predador.
Para Klein todo tiene que ver con la infancia, con los eventos que dejaron huellas y surcos, los eventos que nos fueron llenando y formando. Esos pedazos de infancia que nos carcomen, que nos persiguen y que el algún punto liberamos en forma de maldad, pero una maldad que empieza con el sujeto mismo. Con apenas tres puntos de vista, bastantes sólidos todos, al menos en su época, ¿cómo podemos definir cuál es el origen del mal? ¿Es cosa del contexto, del cerebro, de la condición humana..?
El origen de la maldad; ¿víctima o victimario?

Dónde reside la maldad, en qué parte ha fincado su propio hogar dentro de nuestro ser. Dónde ha decidido instalarse; es que acaso el mal se mide, se califica, se juzga; o simplemente es el mal en sí, sin adornos ni eufemismos. Hay quienes dicen que el mal tiene componentes como el egoísmo, el narcisismo, la psicopatía, el sadismo, la manipulación, la falta de ética y moral... Pero pareciera que hablamos de una receta para el desastre. ¿No es más bien que el mal sólo decide salir, así, un buen día, salir y apoderarse de la psique hasta llevarnos a actos atroces; o es que se cocina lentamente, se bambolea en la mente, se baña de confusión y se entreteje en nuestras decisiones, nuestras palabras, nuestras acciones.
Fue hasta la entrada de los conceptos religiosos y cosmogónicos (la Edad Media) que el mal dejó de ser el mal para convertirse en la ausencia del bien, incluso existe aquella historia de Albert Einstein y la discusión que mantuvo con su profesor de universidad sobre el bien y el mal; que no existe el mal, si no la ausencia del bien, así como no existe la oscuridad, sino la ausencia de luz. Aquí ya se le da un atributo (al mal y al bien) muy parecido al de un ser independiente, con voluntad propia para aparecer o desaparecer, estar o no estar. Y así se nos va escapando de las manos hasta que nos resulte difícil volver a rastrearlo.
La ponerología

Debido a la gran necesidad que tiene el hombre (porque además se ha establecido que es el único con la capacidad de maldad) de definir de una vez por todas de qué hablamos cuando nos referimos al origen del mal, el psiquiatra Andrzej Łobaczewski (1921-2007) adoptó el término ponerología para referirse a los estudios interdisciplinarios de la maldad.
Algunas de las disciplinas que trabajan de la mano con la ponerología son la psicología, la psicopatología, la historia, etc. A través de análisis y casos de estudios de las guerras, por ejemplo los genocidios, las ocupaciones, las invasiones... todos eventos en los que la maldad ha participado muy de cerca y ha dejado ver su rostro. Una de las conclusiones que sacó el psiquiatra a través de todos estos puentes interdisciplinarios es que la maldad a menudo se instala en el poder...
Hay que recordar que la ponerología surgió como una rama de la teología, lo que resulta natural después de tener una disciplina como la teología. Sin embargo, después de tantos conceptos, concepciones y hasta justificaciones del mal, ¿no es toda esa teoría e investigación un estudio universal que pocas respuestas nos da ante lo particular? ¿La maldad que se instala en la sociedad, en el mundo, hasta en la naturaleza es fácil de identificar? Pero, ¿cómo medimos y estudiamos nuestra propia maldad? ¿No es de lo particular que empieza a esparcirse este veneno ausente de bondad, empatía y amabilidad? La maldad es; no hay más qué decir. La particularidad le corresponde a cada individuo, como todo lo referente a lo específicamente humano. Como lo es también seguir generando dudas sobre hechos que nos aterran y escapan a nuestra aceptación, como nuestra propia maldad.
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