Cultura

Gabriel García Márquez en el cine mexicano

Por: Carlos Betancourt Núñez 05 marzo 2022 • 9 minutos de lectura

Este 6 de marzo Círculo Editorial Azteca y Revista CENTRAL celebran el cumpleaños de Gabriel García Márquez con una retrospectiva de sus inicios como escritor y el camino que lo llevó a México, así como las películas donde colaboró en su faceta como guionista colaborando con otros grandes escritores mexicanos.

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gabriel garcía márquez en el cine

/ BALTAZAR MESA/AFP

Antes de Cien años de soledad, la vida de Gabo fue un constante ir y venir entre diversos estudios, oficios, e incluso vagabundeos internacionales que terminaron por traerlo a México en el año de 1961. Repasemos un poco este andar antes de llegar a tierras aztecas.

Después de abandonar para siempre la carrera de Derecho a finales de la década del 40, Gabriel García Márquez se forjó en Colombia una reputación como periodista a base de mucho esfuerzo en los periódicos El universal, El heraldo y El espectador, por lo que poco tiempo después fue asignado como corresponsal de este último medio en Europa, en parte como reconocimiento a su labor, en parte para protegerlo de su propio gobierno quien no veía con buenos ojos al futuro Nobel a causa de su reportaje Relato de un náufrago publicado en 1955, por lo que el colombiano partía hacia un exilio que lo llevaría a Roma, ciudad que nos adentra a nuestro tema, pues fue en el Centro Sperimentale di Cinematografia donde cursó estudios formales como director de cine. En sus palabras:

“Nunca estudié literatura en ninguna escuela, ignoro por completo las leyes de la gramática castellana, escribo de oído, pero hice mi curso de Dirección de Cine lo mejor que pude… Es lo único que he estudiado sistemáticamente en una escuela”.
gabriel garcia marquez
Wikimedia Commons

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Sin embargo todavía faltaba un largo trecho para poder desempeñarse en esa disciplina debido a que las presiones presidenciales sobre El espectador terminaron por clausurarlo durante un par de años en los que Gabriel García Márquez quedó, literalmente, como un náufrago que de vez en cuando mandaba botellas al otro lado del mar con algunos reportajes que apenas y le permitían malvivir: en París, por ejemplo, para no morir de hambre dedicaba algunos días a pepenar papel, cartón y botellas vacías sacadas de los botes de basura de los parques públicos para así ganar unos cuantos francos; en medio de esa desolación, su mayor alegría fue encontrarse una sola vez en la banqueta de enfrente a Hemingway y gritarle de extremo a extremo “¡Adiós, maestro!”, cortesía a la que Ernest correspondió inclinando la cabeza.

Penurias aparte, su retorno a tierras americanas se da para 1958 en Venezuela, y con el triunfo de la Revolución cubana se traslada a La Habana para formar parte de Prensa Latina, agencia cubana informativa creada ex profeso para dar a conocer al mundo las noticias más relevantes del nuevo mandato asumido por Fidel Castro, por lo que Gabo es asignado como corresponsal en Nueva York, cargo en el que dura poco más de un año pues su trabajo empezó a levantar suspicacias tanto para el FBI y la CIA al considerarlo “simpatizante del comunismo”, como del régimen castrista bajo sospecha de “trotskista contrarrevolucionario”, por lo que no tuvo más remedio que volver a hacer las maletas, tomar de la mano a su esposa Mercedes y a su hijo Rodrigo, y con el poco dinero que tenían llegar en autobús a Nueva Orleans, donde tendrían que esperar catorce días un préstamo de su amigo Plinio Apuleyo Mendoza para poder seguir a México mientras padecían —en las mismas tierras por las que su admirado Faulkner había transitado—, la segregación y el racismo característicos del Sur estadounidense, tal como ser rechazados de un motel al ser confundidos con migrantes mexicanos. Finalmente, ya con los 150 dólares en la bolsa que Plinio pudo mandarles, el matrimonio y su hijo dejaron el condado sureño no sin antes darse el lujo de entrar a uno de los mejores restaurantes para comer cada uno un bistec que no les gustó —venía aderezado con un melocotón en conserva— debido al hartazgo de probar únicamente durante dos semanas enteras, tanto adultos como niño, comida para bebés. Luego compraron un pasaje a Laredo, Texas, y de ahí en tren a la Ciudad de México a donde llegaron, en palabras del propio Gabo, “sin nombre y sin un clavo en los bolsillos”.

gabriel garcia marquez con fidel castro
El presidente cubano, Fidel Castro, habla con el ganador del Premio Nobel de Literatura colombiano, Gabriel García Márquez, durante una cena en la clausura del Festival de los cigarros cubanos en La Habana, Cuba, el 4 de marzo de 2000. / ADALBERTO ROQUE/AFP

Era mediados de 1961 y faltaban seis años para que García Márquez pasara a la posteridad literaria con Cien años de soledad, y aunque no podemos asegurar que estuviera harto del periodismo, dicho oficio le había procurado más carencias que desahogos económicos, así que quizá pensó a qué otra cosa podía dedicarse para despertar sin tener que preocuparse por la nota diaria que le permitiera mantener a su familia… Y entonces el azar jugó a su favor con varios años de ventaja: en 1956 Álvaro Mutis fungía como jefe de publicidad de la empresa petrolera Esso, cargo que le permitía disponer de grandes cantidades de dinero que destinaba a cruzadas culturales y, en su mayor parte, ayudar a todo artista que estuviera en apuros. Demandado por malversación de fondos, Mutis tuvo que refugiarse en México a donde llegó con dos cartas de recomendación, una dirigida a Luis Buñuel y otra a Luis de Llano y así inició su carrera como publicista televisivo al amparo de ambos productores.

Regresando a finales de 1961, Mutis no solamente puso en manos de Gabo un ejemplar de Pedro Páramo —“para que aprenda”— sino que además lo presentó con Manuel Barbachano Ponce, cuya productora tenía entre manos una adaptación de un texto inédito de Juan Rulfo, autor que conmocionó creativamente a García Márquez. El resto es historia.

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Los guiones de Gabriel García Márquez

El gallo de oro (1964)

Dirección de Roberto Gavaldón, argumento de Juan Rulfo, adaptación de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.

Contratado por Manuel Barbachano para adaptar una historia sin publicar de Juan Rulfo que trata sobre un pregonero al que le regalan un gallo moribundo y que tras cuidarlo su vida cambia radicalmente, el primer tratamiento de El gallo de oro corrió a cargo de García Márquez al cual le pusieron un reparo que no podía omitirse: los diálogos, al parecer, estaban escritos “en colombiano”, tono poco natural para un gallero del Bajío mexicano que sería interpretado por Ignacio López Tarso. Así, la inclusión de Carlos Fuentes en el proyecto resultó imprescindible y puso manos a la obra con un segundo tratamiento sobre el libreto del Gabo. El resultado no pudo ser mejor, ya que este montaje ganó las Diosas de Plata a mejor película, a mejor actriz para Lucha Villa, a mejor director para Roberto Gavaldón y a mejor guion adaptado para la dupla Márquez-Fuentes.

el gallo de oro pelicula

Presagio (1974)


Dirección de Luis Alcoriza, argumento de Gabriel García, adaptación de Gabriel García Márquez y colaboración de Jorge Ibargüengoitia.

Después de Cien años de soledad publicada en 1967, García Márquez se entregó a un silencio editorial de cinco años hasta la publicación de sus libros de cuentos La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada así como Ojos de perro azul, volumen que rescataba sus relatos de juventud, ambos de 1972. Podemos hablar entonces de una pausa literaria, mas no así de un descanso escritural, pues entre El gallo de oro y la película Presagio, el autor colombiano desarrolló cinco guiones, mismos que fueron llevados al celuloide (Lola de mi vida de 1965 (sólo el episodio HO), Tiempo de morir de 1965, Juego peligroso de 1966, Cuatro contra el crimen de 1967 y Patsy, mi amor de 1969), pero de ellas Presagio resulta significativa por contar entre sus filas a Jorge Ibargüengoitia, que a pesar de no estar acreditado, el Centro Gabriel García Márquez confirma su participación en esta película. Aunque la premisa parte de una graciosa anécdota imaginaria que el autor no escribió sino que contó en un encuentro de escritores en el Ateneo de Caracas durante 1970 —una señora se despierta con la sensación de que “algo muy grave va a ocurrir en este pueblo” y se lo comenta a sus dos hijos en el desayuno, los cuales a su vez difunden el presentimiento infundado de su madre provocando que todo el pueblo entre en pánico y el posterior éxodo masivo de los habitantes— el montaje fílmico resulta más crudo al ser una partera —símbolo de quien facilita la vida misma— quien emite la funesta advertencia al romper accidentalmente la única botella que contiene un líquido que utiliza para aliviar el dolor de las mujeres en labor de parto, por lo que el caos resultante y las pavorosas circunstancias que lo anteceden evoca en sus momentos más desoladores a ciertos pasajes surrealistas de la filmografía buñeliana. Baste decir que Luis Alcoriza, el director, ideó el argumento de El ángel exterminador y colaboró en el guion de Los olvidados, entre otras obras de la filmografía de Buñuel. Este trabajo mereció a Gabo dos premios Ariel en la edición de 1975, uno por mejor guion y otro por mejor argumento, esta última compartida con el propio director.

presagio gabriel garcia marquez guion

El año de la peste (1979)

Dirección de Felipe Cazals, argumento de Daniel Defoe, adaptación de Gabriel García Márquez y diálogos de José Agustín.

Si con Cien años de soledad el Gabo había tomado por sorpresa al mundo, la aparición de El otoño del patriarca en 1975 lo consolidó como uno de los narradores de largo aliento más innovadores de su época: inmensos párrafos ocupan tres, cuatro o hasta cinco páginas con apenas algún signo de puntuación entre sus oraciones febriles, dando cuenta de un dictador senil cuyo declive, locura y enajenación con el poder se prolonga en una longevidad que pareciera bíblica. La crítica llegó a decir que qué otra cosa podría escribir García Márquez después de tal proeza. Entre tanto el autor, ajeno a dicho cuestionamiento, siguió enfrascado en su romance con el séptimo arte, por lo que para 1979 se estrena bajo la dirección de Felipe Cazals una adaptación de la novela Diario del año de la peste (1722) de Daniel Defoe, el mismo autor de Robinson Crusoe. Además del colombiano, Cazals incluyó en su equipo de guionistas a José Agustín para escribir los diálogos, autor que junto a José Revueltas se habían encargado del libreto de su trabajo anterior, la mítica cinta El apando de 1976. En El año de la peste vemos una Ciudad de México con un entorno muy cercano a la ciencia ficción postapocalíptica donde —¿casualidad, coincidencia?— ocurre una epidemia mal controlada por las autoridades quienes hacen caso omiso de las advertencias de los especialistas de la salud, lo que provoca una terrible mortandad entre la población. Debido a ello los laureles no se hicieron esperar y esta película se llevó el premio Ariel a mejor película, a mejor director y a mejor guion, una vez más para García Márquez.

el año de la peste pelicula guion de Gabriel Garcia Marquez

Así, con sus 16 guiones filmados a cuestas, el Gabo se inserta en la misma tradición que Faulkner, Capote o Fitzgerald, por mencionar algunos escritores cuyo paso por el cine pudiera parecer discreto, pero que a la vez resulta fundamental tanto en su faceta creadora, como en la manera en la que hoy entendemos el séptimo arte, al menos el que se ocupa en mostrar visualmente una buena historia. Sin embargo, quizá con una intuición que no podemos más que suponer, todos ellos optaron por no dejarse llevar por los reflectores —al menos no en lo que concierne a su obra— y en cambio ser fieles siempre al trabajo individual que conlleva escribir una novela memorable o un cuento excelente, y a la mejor es por ello que García Márquez, adelantándose muchos años antes de que el coronel Aureliano Buendía se encontrara frente al pelotón de fusilamiento, le dijo a su amigo Carlos Fuentes antes siquiera de imaginar su obra maestra: “Fontacho, ¿qué vamos a hacer? ¿Salvar al cine mexicano o escribir nuestras novelas?”. ¿Y qué creen que pasó?

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