Dos siglos después de su reinado, la emperatriz Eugenia vuelve a ser figura notoria y un espectacular robo de joyas en el Museo Louvre nos deja una lección de historia… la de la vida de Eugenia de Montijo y también de cómo ella cambió el panorama de la moda francesa y dejó un legado que llega hasta nuestros días.

Resumiendo rápidamente, las piezas que pertenecieron a la emperatriz Eugenia y fueron sustraídas del Louvre son:
- Tiara de la emperatriz Eugenia: hecha con 212 perlas, 1998 diamantes y 922 diamantes de talla rosa por Alexandre-Gabriel Lemonnier en 1853
- Gran lazo del corpiño de la emperatriz Eugenia: un lazo decorativo, que se presume que era la pieza central de un cinturón, tiene borlas engastadas y en total tiene 2438 diamantes y 196 diamantes de talla rosa, fue creado por François Kramer en 1855.
- Broche relicario: el cual no tiene un compartimento como tal, pero sí tiene 94 diamantes y fue creado por el joyero real Paul-Alred Bapst.
Además, también intentaron robar la corona de la emperatriz Eugenia, hecha también por Lemonnier y que tiene ocho águilas de oro, 1354 diamantes, 113 diamantes de talla rosa y 56 esmeraldas, pero que aparentemente dejaron caer durante el escape.
Estas joyas hurtadas son significativas, más allá de la noticia y el robo que ha sido descrito como de película, porque son testimonio importante del paso de la emperatriz Eugenia por la política y economía francesas. Sus joyas, además de ser símbolo del estatus de Eugenia y objetos de lujo, también representan un nuevo auge en la moda del cual se le responsabiliza a la emperatriz, pero de eso te contaremos más adelante.
¿Quién fue Eugenia de Montijo, última emperatriz de Francia?

Nacida como María Eugenia Ignacia Agustina de Palafox y Kirkpatrick, pero mejor conocida como Eugenia de Montijo, nació en el seno de una familia aristocrática en Granada el 5 de mayo de 1826. Su padre ostentaba el título de duque de Peñaranda y conde de Teba y Montijo, por lo cual tanto ella como su hermana María Francisca o “Paca” como a veces es referida, estaban destinadas a contraer matrimonio con hombres de similar o mejor posición.
Ambas fueron educadas entre Francia e Inglaterra, y primero fueron presentadas ante la sociedad de Madrid y también a la sociedad parisina, y es que en estos años de juventud es necesario puntualizar que su padre falleció en 1839, lo cual también hacía más imperativo que ambas contrajeran matrimonios favorecedores.
Paca fue la primera en casarse, con el duque de Alba, y años después, en 1849, Eugenia conoció a Luis Napoleón Bonaparte. Ahora bien, es común leer que Eugenia tenía grandes dotes de seductora y que por tanto sedujo a Luis Napoleón hasta el matrimonio y claro, al reinado.
La pareja se casó en enero de 1853 en la catedral de Notre-Dame, ella tenía 26 y él 45 años, convirtiéndola emperatriz de Francia.
Como contexto histórico, Luis Napoleón Bonaparte primero fue elegido presidente en 1848, pero en 1852 realizó un golpe de Estado para proclamar el Segundo Imperio francés y tomar el nombre de Napoleón III, emperador de Francia.
Sin embargo, Eugenia estaba lejos de solo ser una consorte cualquiera, ella estaría inmiscuida en la política y economía francesas.

izq. Franz Xaver Winterhalter, Retrato de Napoleón III, 1853; der. Robert Antoine Müller y Heinrich von Angeli, retrato de Napoleón Luis Bonaparte (a veces Napoleón IV).
Eugenia, la emperatriz revolucionaria
Hablar de revolución en el contexto de Francia y sus monarcas generalmente es hablar de aristócratas llevados a la guillotina, y aunque éste no fue el destino de Eugenia, la realidad es que tuvo un papel central en el desarrollo del Imperio.
Al ser de origen español, Eugenia no era ampliamente querida por el pueblo o la sociedad francesa, por lo cual debía ganarse su favor. Francisco Javier González Martín escribe en Eugenia de Montijo y la caída del II Imperio Francés. Las tres muertes de una emperatriz que “Eugenia procedía de los más altos linajes de la nobleza española, al estar emparentada con la casa de Alba y por tanto con la grandeza de España. Pero ella era en Francia una extranjera, conocida con el sobrenombre despreciativo de “la Bandiguette” o “la aventurera”.
Ya fuera con el fin de ganarse el favor francés o Eugenia se convirtió en una mujer dedicada a la beneficencia y una mecenas tanto del arte como de la ciencia.
Entre las historias más destacadas de Eugenia está la donación de 600 mil francos que recibiría de parte del Ayuntamiento de París tras su matrimonio a un orfanato, también se encargaría de otras caridades como crear un asilo de chicas pobres.
Sin embargo, Eugenia todavía tenía una labor por cumplir: darle un heredero al trono. La emperatriz sufrió varios abortos, incluso la reina Victoria le aconsejó cómo asegurar un próximo embarazo. Un 16 de marzo de 1856 dio a luz a Napoleón Luis Eugenio Juan José Bonaparte, príncipe imperial.

El nacimiento del príncipe entonces le dejaría la vía libre a Eugenia de inmiscuirse en la vida pública y política de Francia. Así sería en especial cuando actuó como regente en 1859, 1865 y 1870, cuando Napoleón III salía de Francia en diferentes embates del imperio francés.
Pero… ¿por qué se habla de una Eugenia que dejó un legado?
La influencia política de Eugenia fue palpable en varios momentos clave, por ejemplo en Historia Hispánica explican que a ella “se le atribuye la actuación francesa en Italia, en defensa del Pontífice [recordemos que Eugenia era una católica ferviente], así como la intervención en Méjico [sic], a favor del emperador Maximiliano”. Por otro lado, también es notable su intervención en la construcción del Canal de Suez, para el cual viajó a Egipto como representante del Imperio.
Pero si queremos hablar del legado de Eugenia, es imposible no referir a su influencia en la moda francesa y que sus consecuencias se ven hasta nuestros días.
Entre Eugenia y María Antonieta hay muchos símiles, incluso se dice que la emperatriz insistió en ocupar los aposentos de la reina María Antonieta en el Castillo de Villeneuve-l'Étang, esto durante su luna de miel. Pero si acaso, lo que también las une es su pasión por la moda… y que este afán haría que fueran catalogadas como soberbias y en especial como frívolas.
Para Eugenia el vestir bien y de acuerdo a su posición era simplemente algo que era parte de su trabajo. Su predilección por la moda tuvo otras consecuencias como el impulso de la alta costura en el país, así como de la joyería.

Charles Frederick Worth se convirtió en su modista real y con él impuso tendencias, entre ellas el del llamado sombrero Eugenia, mismo que se caracteriza por usarse ladeado hacia un costado del rostro y llevar plumas u otras decoraciones. Asimismo, a Eugenia le debemos los baúles de viaje de Louis Vuitton, ya que ella le comisionó a Vuitton un equipaje especial para sus vestidos, de esto puedes leer mucho más aquí.
Por otro lado, la colección de joyas de Eugenia era muy grande y amplia, incluía coronas, tiaras, broches, collares y todos incrustados con diamantes, esmeraldas, perlas y más piedras preciosas. Sin embargo, su colección fue en buena parte subastada por la República francesa en 1887, sin contar aquellas que la propia emperatriz vendió cuando tuvo que exiliarse de Francia.
El exilio de Francia ocurrió en 1870, año en el que su esposo caería preso durante la guerra franco-prusiana en Sedán y que se instauró la tercera república en Francia. Esto provocó que la emperatriz decidiera huir junto a su hijo a Inglaterra… junto con algunas de sus joyas.
Su exilio en Inglaterra sería ingrato, una emperatriz que perdía todo lo que alguna vez había tenido, y el destino le tenía más tragedias por delante. Su esposo, Napoleón III llegaría a Inglaterra en 1871, después de su liberación, pero tan sólo dos años después, el monarca falleció. En 1879, su hijo perdería la vida a los 23 años en un combate en Sudáfrica, esto después de alistarse en el ejército británico.
La muerte de Napoleón Luis Bonaparte representaba también el fin de cualquier posibilidad de que, aunque fuese su hijo, volviera al trono francés, y de forma definitiva el fin del linaje Bonaparte.
A partir de entonces, Eugenia pasó 40 años de luto riguroso hasta su propia muerte. Ella escribiría en su diario “Tengo más de noventa y tres años y estoy cansada de este largo errar por un mundo que se vacía. Solo vislumbro sombras, y yo misma me estoy convirtiendo en una sombra más”.
Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia falleció a sus 94 años un 11 de junio de 1920, en el Palacio de Liria en Madrid.

Los mitos de Eugenia, la emperatriz
En la vida de Eugenia hay muchos mitos y también habladurías propias de una figura con un papel aristocrático y de opulencia en Francia, como ser calificada de traidora después de huir de París tras el derrocamiento del imperio. Algunos otros son:
Que estaba destinada para ocupar un trono. Según las historias, a los 12 años, una vieja gitana predijo que Eugenia llegaría ser reina, esta predicción supuestamente se repetiría otras veces, incluso cuando la joven muchacha –después de las vicisitudes del desamor– consideró ordenarse. Sin embargo, la historia nos muestra que aunque siempre fue muy devota, en realidad fue su madre quien forjó el camino para que Eugenia contrajera matrimonio con un emperador.
Asimismo, también es repetida la idea de que Eugenia era una gran seductora, que no sólo supo utilizar sus encantos para conquistar a Napoleón III, quien tenía gran fama de ser infiel, sino también para influir en su mandato. Relacionado a esto, también se repite una anécdota, antes de casarse en la que Luis Napoleón le preguntó el camino a su habitación, ante lo cual ella usó su ingenio para indicarle que sería a través de la vicaría, señal obvia de que tendría que contraer matrimonio si la quería.
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