Miguel Ángel Cooley lleva más de 23 años en la industria del vino. Ha sido sommelier, consultor, embajador de bodegas, docente y presidente de la Asociación de Sommeliers Mexicanos (ASM) entre 2019 y 2024. Pero sobre todo, ha sido un puente entre el vino y las personas.
“Mi fascinación por el vino comienza con La Gloutonnerie”, relata. Su hermano, Marco, comenzó con el diseño del restaurante, pero tuvo que dejar el proyecto por razones laborales. Miguel Ángel se quedó a cargo y pronto se enfrentó a una decisión: buscar un nuevo sommelier o aprender él mismo. Decidió estudiar junto con su equipo un diplomado en la ASM, y ese paso cambió su vida.
“Me gustó tanto el curso que dije: ‘De aquí soy. Ya no me voy a salir de esto’”.
Desde entonces, ha estudiado en The Court of Master Sommeliers, WSET, Italian Wine Central, entre otras certificaciones.
Le he metido toda la seriedad del mundo

El vino no es moda, es identidad
Uno de los temas que más le preocupan es la forma en que el vino se ha vuelto tendencia sin contexto.
El vino no puede quedarse en moda. Hay que entenderlo. Hay que estudiarlo. Hay que sentirlo
Para Cooley, el vino no es para presumir, sino para conectar con la tierra, con quien lo produce, con la historia y con quien lo bebe.
“Hay un punto donde el vino te transforma si estás dispuesto a dejarlo entrar”. Dice que una de las cosas que más le emocionan es ver cómo se enciende la chispa en alguien al conectar con un vino por primera vez. “Es mágico”.
Hermitage: hacer accesible el conocimiento
Durante la pandemia, cuando La Gloutonnerie cerró, Miguel Ángel canalizó su experiencia en Hermitage , su proyecto más personal. Más que una vinoteca, es un espacio para vivir, aprender y disfrutar el vino sin miedo ni pretensión.
“Aquí damos clases todos los días: catas, cursos, pláticas, maridajes... siempre estás explicando, difundiendo, actualizando”. El enfoque es claro: desmitificar el vino, traducirlo a un lenguaje cálido, fácil, real.
“Siempre he dicho: ‘El vino habla solito’. Si tú lo complicas, es porque tú lo complicaste. Yo soy un intérprete. Y decido que sea amable, fácil y cálido. Eso es lo que quiero”.
Wine Casino y Wine War: aprender también puede ser divertido
Hermitage ha impulsado experiencias que mezclan pedagogía y entretenimiento, como el Wine Casino o el dinámico Wine War.

“La gente se intimida al principio, pero luego se da cuenta de que el vino no tiene por qué ser complicado”. Sobre Wine War, comenta: “Es una batalla como tal, pero es cata de vinos. Le damos ese enfoque de enfrentamiento, de pelea, a ver de qué cuero salen las correas, siempre acompañado de gastronomía especial”.
Para Cooley, todo converge en la cata de vinos. Es la herramienta que permite enseñar, compartir y disfrutar, sin importar si se trata de un principiante o de un experto.
“El wine lover dice: ‘Yo solo quiero beber, disfrutarlo, aprender y punto’. ¿Dónde convergen todos esos elementos? En la cata. Punto. Cata de vinos. Entonces hemos hecho eso: pura cata”.
Educar para transformar
Como formador, Miguel Ángel sabe que enseñar vino no es repetir datos técnicos. Es transmitir pasión, romper barreras y lograr que las personas se sientan cómodas explorando.
“Lo que me gusta es ver cómo la gente se transforma con el vino. Cómo pasan de sentir que no saben nada, a descubrir que tienen mucho por decir”. También insiste en romper el estigma de que el vino es solo para algunos.
Difundir es una de las palabras clave en la vida del sommelier. La gente muere por saber más
Miguel se define como alguien brutalmente honesto: “Si algo está bien, lo digo. Si no lo está, también. Siempre con empatía”. Cree que el respeto por el vino implica decir las cosas como son. Y eso se nota en su estilo, su docencia y su liderazgo.
Lo que sigue
Hoy, además de sus proyectos personales, está enfocado en crear espacios donde el vino se entienda de forma sencilla y se viva con profundidad.
“¿Hacia dónde voy? A seguirme divirtiendo, a seguir aprendiendo, a seguir difundiendo”.
Pronto lanzará talleres por regiones, países y estilos específicos, siempre bajo la bandera de la cata.
Porque para Miguel Ángel Cooley, el vino no es moda: es identidad, historia y emoción.
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