Todo empezó cuando tenía 14 años. La mamá de una amiga la llevó a una cata, y de pronto escuchó a todos hablar de fresas, frambuesas, suelos y terroirs. “¿Cómo es posible que digan tantas cosas de una sola bebida?”, pensó Laura Santander. Ahí supo que quería entender ese mundo.
Desde entonces, su vida ha girado alrededor del vino. Hoy es sommelier, maestra tequilera, asesora, empresaria, educadora y una de las figuras más influyentes de la escena vitivinícola en México. Ha sido reconocida entre los 25 Líderes del Vino por Líderes Mexicanos, fue La Nariz de México en 2012 y recibió por siete años consecutivos el Award of Excellence de Wine Spectator.
Más allá del restaurante: una conexión íntima
Laura estudió hospitalidad en el CESSA, pero desde el inicio prefirió enfocarse en el vino. Rechazó puestos de gerencia porque quería estar cerca del cliente, volver a verlo, saber qué le gusta y cómo hacerlo sentir en casa. “En un restaurante puedes ver regresar a una persona mil veces. Y ahí se da algo personal, más íntimo, más humano”.
Su primer trabajo fue con el chef Abel Hernández. Le pidió ser sommelier, no gerente. Y terminó haciendo ambas cosas. “Siempre me llamó la atención que con una copa se pudiera decir tanto. Eso no pasa con unos chilaquiles, ¿no?”
Hoy es socia en proyectos como Directora de Consultoría en WineAdvisor y socia en Hermitage, Brunno, y La Casa de la Yeya. También ha asesorado cartas de vinos, creado iniciativas como Vinos del Súper y Vinos a Domicilio, y ahora explora una nueva pasión: la asesoría de cavas privadas.

Me fascina que un cliente me diga que quiere algo que solo hay en cinco botellas en el mundo… y encontrarlo
El vino no se trata de saber, se trata de sentir
Lo que más le gusta del vino es que nunca se termina de aprender. “Jamás vas a saber ni el 5% de lo que existe. Por eso es tan divertido”, afirma. Y lanza una advertencia: “Cuando alguien critica un vino, muchas veces no se da cuenta de que está criticando el proyecto de vida de alguien más. Por eso hay que hablar con respeto”.
Para ella, el vino no debe intimidar. “Tú ya eres la máquina perfecta del maridaje. No se trata de regiones ni de términos técnicos. Se trata de atención y de conocerte a ti”.
Elegir con conciencia
Laura insiste en que la calidad del vino importa, incluso si solo se usara para cocinar. “Un vino que no es de calidad no va ni a la salsa. Va directo a la basura”, dice sin rodeos. Y comparte algunos tips clave:
- Un buen vino siempre huele bien. No debe tener aromas químicos o defectos.
- A partir de los $250 pesos empiezas a encontrar productos honestos. Arriba de $500 se pone interesante.
- No se trata de tomar más, sino de tomar mejor.
El vino también es salud: los malos vinos, dice, “traen una farmacia dentro”.
Foto: Brenda Islas
Dejar algo que trascienda
Laura quiere crear herramientas que sirvan a otros para entender el vino de forma más clara. Por eso desarrolló su propio método de cata: The Frame and Picture. Una técnica visual que permite “ver” el vino en la mente, como si fuera una imagen.
“No todos tenemos la misma inteligencia. Algunos necesitamos ver lo que estamos sintiendo. Este método ayuda a que la gente visualice lo que está catando y no se quede solo en ‘esto huele a fresas o frambuesas’”.
Su sueño es que esta forma de entender el vino acompañe a las personas por el resto de su vida, más allá de catas técnicas o fichas sensoriales.
Suscríbete aquí a nuestro Newsletter para que estés al día con nuestros contenidos.