Andrés Amor es comunicador, educador y consultor. Un apasionado del vino que ha construido una trayectoria sólida en el mundo del vino y la hospitalidad mexicana. Su influencia lo ha llevado a ser reconocido tres años seguidos como uno de los 25 Líderes del Vino Mexicano por la revista Líderes Mexicanos.
Estudió Gastronomía con especialización en Artes Culinarias del Mundo, pero fue el vino lo que terminó marcando el rumbo de su carrera. En entrevista con Revista Central, nos compartió los tres momentos que definieron su relación con él.
El primero fue cuando tenía nueve años. Le encantaba ver a sus papás disfrutar de una copa de vino en reuniones familiares. Tanto así, que para su cumpleaños pidió ir a un restaurante y abrir una botella, simplemente para compartir esa escena de felicidad.
El segundo momento llegó al presenciar cómo un sommelier recomendó un vino mexicano —un Monte Xanic 1995— a su mamá. Esa experiencia le mostró cómo el vino puede transformar un momento en la mesa.
El tercero ocurrió mientras trabajaba en cocina de Tierra de Vinos. En lugar de quedarse en su área, se escapaba para ver lo que hacían los sommeliers en sala. “Era demasiado lo que me llamaba la atención”, recuerda.

El vino como forma de entender el mundo
Andrés creció entre conversaciones de ciencia y filosofía. En su casa, lo mismo se hablaba de Britney Spears que de la teoría del Big Bang, siempre con la misma pasión. “Me di cuenta de que el vino tiene todo eso”, dice.
Para él, una botella de vino condensa historia, biología, cultura, economía. “No es solo una planta, es la consecuencia de muchísimos factores”, explica. Y esa complejidad es lo que lo atrapa:
No importa cuántos vinos pruebes o cuánto leas… siempre falta algo. Y eso es lo que más me gusta
Además, valora que el vino tenga una dimensión filosófica y emocional, pero también una estructura científica que permite aprender, desaprender y volver a empezar. “El vino es una constante confrontación con el conocimiento”.

¿Qué pasa con las nuevas generaciones?
Como embajador de Rías Baixas , Andrés se ha preguntado cómo las nuevas generaciones se acercan al vino. Muchas veces desde la moderación o incluso desde el no consumo. “¿Me parece fascinante pensar cómo el vino va a ser representado o cómo estas generaciones se van a acercar él?”, se pregunta.
Me di cuenta de que el vino tiene todo eso: historia, ciencia, cultura y emoción
Habla también del regreso a lo natural: vinos orgánicos, vinos naranjas, menos intervención. “Tal vez el extremo de nuestros papás fue el consumo excesivo; ahora vivimos el otro extremo”.
Aun así, cree que el vino no va a desaparecer: “Llevamos más de 10 mil años bebiéndolo. No creo que se acabe”.
Siempre hay algo nuevo
Hoy, además del vino, Andrés ha sumado pasiones como la fisiología, los viajes y la cristalería. “La cristalería te puede cambiar literal la forma del vino”, afirma.
Me gusta pensar que si el vino es la melodía, la copa es el instrumento que la reproduce.
Lo que lo distingue no es solo lo que sabe, sino cómo lo comparte. Ya sea en una cata, una clase o una conversación, Andrés Amor te hace ver el vino como algo que está vivo. Y sobre todo, como algo que siempre te puede enseñar algo más.
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